Capítulo 32 «Alucinaciones»

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Kevin y yo nos disponíamos a guardar todo para irnos a casa después de un largo y duro día de trabajo. La idea de que finalmente íbamos a vivir juntos era algo que lo mantuvo ansioso todo el día, y a mí también. Millones de emociones revoloteaban en mi estómago. Miedo, ansiedad, y sobretodo, mucha nostalgia. Nostalgia porque sabía lo mucho que extrañaría las pláticas con Diana sobre los posters de chicos sin camisa que guardaba debajo de mi cama, que nadie más que ella y yo sabíamos 

—¿Estás lista, muñeca? —Se me acercó Kevin por detrás, dándome un beso estruendoso que me llegó al oído

—Si —Le dediqué una sonrisa nerviosa —. Es solo que estoy muy nerviosa —confesé encogiéndome con un poco de vergüenza

—Será maravilloso —susurró en mi oído, haciéndome erizar

Salimos del restaurante con una sonrisa iluminando nuestros rostros, sin dejarnos de mirar. Por un momento me sentí como una recién casada que finalmente iba a mudarse al lado de su marido

—Bienvenida a su nuevo hogar —Kevin abrió la puerta del auto para mí, guiándome a la entrada, entregándome las llaves de la casa

Lo miré jugando con las llaves, lanzándolas y girándolas una y otra vez antes de entregármelas nuevamente en las manos

—Gracias —Besé su mejilla, tomando el juego de llaves en mis manos

Cuando entré sentí mi cuerpo a punto de derrumbarse en el piso. Mi corazón latía rápidamente en mi pecho, provocándome ansiedad y ganas de salir corriendo del lugar

—¿Te gusta? —preguntó sentándose en el sofá de la sala, colocando sus pies en la mesa de centro —. Creo que debería dedicarme a esto —Se recostó relajándose

—Baja los pies de ahí —Golpeé sus piernas bromeando —. ¿Aún esperas que crea que lo hiciste tú? —Levanté las cejas, tratando de parecer relajada y divertida

—Si —Me besó, dirigiéndose al baño

Me quedé en la sala, observando el lugar con atención. Este sería mi lugar a partir de este momento, un lugar que compartiría con Kevin, tal vez para siempre

Mi teléfono sonó, devolviéndome al presente como una campana resonando para despertarme de este momento

—Hola, Diana —contesté, respirando pesadamente —. ¿Todo está bien? —pregunté con pesadez en la voz

—Eso mismo me pregunto yo —dijo desconcertada —. ¿Está todo bien? No te escuchas de buen humor —suspiró —. ¿Te hizo algo? —preguntó finalmente, sonando más angustiada

—No —aseguré con el ceño fruncido —. No te preocupes por mí —Forcé una sonrisa aunque no podía verme

—No hagas eso —dijo preparándose para su sermón de mama-hermana —. No te fuerces a sonreír cuando sabes que no quieres hacerlo —Pude sentirla seria a través del teléfono

Y ahí estaba nuevamente ese sermón que tanto estaba necesitando para reaccionar. Intentar mentirle a Diana no era tarea sencilla, y sabía que tenía que esforzarme mucho más si quería convencerla de que todo estaba en perfecto orden

—Hablamos después —Colgué bruscamente la llamada, sin darle oportunidad de decirme nada más

Mientras seguía observando la casa, millones de recuerdos se atravesaron en mi cabeza, como una película rebobinando cada recuerdo. Recuerdos de lo que sentí al ver a Charlie por primera vez, cuando jugábamos fútbol en las calles de nuestro antiguo barrio, y esperaba ansiosa que se hicieran las seis de la tarde cada día solo para verlo. Recuerdos de las veces que le ganaba jugando a las carreras solo para demostrarle que podía estar en su grupo de niños presumidos que se creían dueños del barrio

El amor de mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora