Capítulo 5: Mirada despectiva de la realidad

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Abril de 1941











Las manos me pican por una extraña razón, siento mi boca seca sin tomar en cuenta que me acabé dos vasos de agua seguidos. Paseo por la casa, mi madre tan linda dejó una nota en la nevera diciendo que hay comida en la nevera, que la caliente. Rachel se encontraba tirada en su cama mientras pretendía hacer la tarea, sin embargo, estaba tarareando una canción e hizo el amague de escribir cuando me vio.

Salgo a la sala donde Arthur está viéndose en el espejo mientras se acomoda su traje sin chaleco y yo, por ende me colocaba mi guante izquierdo. Una extraña sensación crecía en mi pecho cada vez que respiraba. No me agradaba esto.

—Uy, pero que guapos —Rachel sale de nuestro cuarto y se pasea de manera juguetona por los muebles. Sé está burlando. — ¿A dónde van tan elegante? ¿Le dijiste que sí a Edward y ya te vas a casar? —Arthur con su ceja alzada se gira hacia nosotras, muerdo mi lengua para no callar a mi hermana. — ¿No te lo contó? ¿Qué clase de amistad es esa? —incrédula se toca el pecho y niega con la cabeza haciendo, moviendo sus rizos.

— ¿Te pidió matrimonio? ¿Por qué no me lo dijiste? —la voz grave de Arthur y con fingido dolor hace que revuele los ojos. — ¿si sea iba a hacer el padrino?

—No revires los ojos Sammy no es... —hago un movimiento con la mano para que ella se calle. Meramente, no planeaba decírselo a nadie. No sé si la gente me daría las felicitaciones o el sentido pésame.

—Porque no lo hizo —camino de un lugar a otro mientras escucho la risita de Rachel. —Ugh —mascullo y Arthur se acomoda en un sillón floreado esperando a que hable. —es decir sí, pero no se lo permití y por eso mi mamá está enojada

—Eso es poco —le reprocho con la mirada y ella abre la boca en una mueca de mofa. — ¿sigo sin saber porque lo rechazaste? El chico cumple todo los estándares de cualquier  chica y de paso me regala comida, es un buen cuñado —enfatiza lo último como si fuera importante.

—Porque creo que si tuviera la oportunidad de casarse con el mismo lo haría —suelto mirando la ventana esperando cualquier cosa que me salvara, voy a la radio para poner música al estilo swing.

—Exacto, si su ego fuera agua, inundaría el mundo —concuerda Arthur y Rachel esnifa con fastidio.

—Es porque a ti no te da comida —ella nos saca la lengua para darse la media vuelta. Mi amigo abre las manos sin entender.

—Eres una adolescente deja de actuar como niña —suelto alzando la voz y solo recibo un portazo. —Y haz la tarea

—Ya déjala, Samantha —Arthur me detiene por el hombro cuando estoy decidida a que me escuche y me respete. En eso la puerta de la casa suena y me paralizo.

Arthur a mi lado aspira muy tranquilo a diferencia de mí. Bueno alguien debe estar cuerdo antes de entrar en un colapso. 

—Es el chofer —avisa mi amigo al ver por la mirilla.

Asiento por pura inercia al abrir la puerta y que el señor nos reciba con una sonrisa.

(...)

Nunca me he sentido tan fuera de lugar al subir a un transporte, ni todo tan pulcro con buen aspecto y olor. El viaje se hace tan corto a una gran sala de eventos no tan cerca del centro de la ciudad, al visualizar a las jóvenes con caros y elegantes vestidos con finas telas, hacen ver al mío opaco, sin embargo, el que cargo tienen un gran valor, me lo hizo mi madre y eso vale mucho más que nada. El chofer sale una vez que se estaciona y nos abre la puerta con ciertas gracias. Soy la primera en bajar y seguido, Arthur.

GOTAS DE AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora