Capítulo 8: Hermosa Chica

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Mayo de 1941











Estoy en la parada del bus, en la otra está la gente blanca, sostengo mi bolso con cuidado de mis escurridizos guates de seda. El bus llega, pero es solo para la gente blanca. Suelto un suspiro llevo treinta minutos, ahora la misa ya tuvo que a haber pasado y mi madre ha de estar enojada. He pasado a dejar un reloj que mi padre repuso a la casa de una clienta con la excusa que llegaría a tiempo a la iglesia. Mi madre debe estar super enojada, corrijo. Soy católica, siempre pienso que el hecho de ser creyente no me obliga a ir todos los domingos a misa como ellas. La verdad soy un ser muy contradictorio a lo que digo y hago.

Exasperada cierro los ojos. La gente prefiere irse antes de perder su tiempo en un bus que al parecer no va a venir, quizá caminado ya hubiera llegado. Miro la punta de mis zapatos buscando alguna excusa para mamá.  Se trabó la puerta y me quedé atrapada, el gato escondió las llaves y eso que no tenemos un gato. 

Un saxo de un auto me hace reaccionar, observo de reojo y resoplo.

—Que sinvergüenza es dejar a una bella dama esperando —saca su cabeza por la ventana, se ve se tierno con su boina y su sonrisa delatadora de hoyuelos. La gente que va llagando a la parada opuesta nos ve con curiosidad y unas sorprendidas. Yo solo me digno a escuchar y morder la parte interna de mi mejilla. 

Claro, alguien de color y un blanco.

¿Qué clase de educación le dieron al joven?

¿Alguien debe de a hacer algo?

¿Ese es el hijo del negociante Dustin Wilson?

¿Qué hace ese joven hablando con gente de esa clase y todavía, negra?

Siento mis manos picar por una ansiedad inexistente, suspiro mientras cierro los ojos tratando de no sentirme rechazada o discriminada, aunque lo estoy siendo.

Aprieto mis puños con ímpetu sobrevalorando sus palabras. Sus ojos observan mis puños por un corto lapso de tiempo antes que de hablara:

—Hey —mis ojos vuelan a lo suyos para recibir sus globos oculares color océano. —Si te pones así les darás el gusto a las personas mediocres, debo decirte que tú vales más para dejarte pisotear por ellos —su voz sale un poco gruesa haciendo callar al gentío en la parada, lo cual me hace casi doblegarme y sonreír. —Te puedo llevar 

—No es necesario, joven Wilson —trato de no ponerme nerviosa ante su mirada zafiro apacible o su genuina amabilidad que me tienen con los nervios de punta. Achico mis ojos con total desconfianza, esto le ha de parecer gracioso. 

—Totalmente lo es, al menos que quieras envejecer en esa parada —lleva su cabeza adentro haciendo un amago de arrancar su auto y dejarme ahí. Reacciono al instante. 

Manipulador.

—Usted gana —mascullo y con cuidado, antes que me suba, él sale del auto abriéndome la puerta, suprimo una sonrisa por el gesto. Huele delicioso. El auto, rectifico. 

Una vez dentro comienza a manejar.

—La última vez que la vi en el parque quedamos que nos dejaríamos de tutearnos —sonríe de lado sin despegar su vista azuleada que deslumbra por el sol de la mañana. Juego con mis guantes un poco cohibida, con todo el asunto de Edward se me había olvidado eso, y es más ridículo aun que le ponga más importancia a ese estúpido comentario mío que la situación que estoy pasando en mi familia y el joven Jefferson. No debería afectarme tanto. 

¡Qué Atroz!

—Suelo olvidar las cosas sin importancia, mi mente es muy selectiva —sonrío tras mi mentira, Eric solo frunce sus labios y me observa de reojo, en ese instante quiero arrepentirme, sin embargo, solo me acomodo en el asiento. Su boca hace un sonido reprimido el cual no puedo identificar si es de risa.

GOTAS DE AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora