Enero de 1941
Entro a la cafetería Amore mio y la usual campanita que se encuentra encima de la puerta suena como de costumbre. Respiro un poco el ambiente a comida y pastelitos que me fascina en cierto modo. Camino hasta mi mesa favorita al lado de la ventana y tan pronto que me siento se me presenta la conocida voz:
—Escuchaste el ataque a Bardía, los ingleses atacaron a los italianos —dice Arthur al acercarse con un típico traje de mesero. Una sonrisa simpática se desliza en mi rostro. —según se estima ha aumento un diez por ciento el ingreso de judíos
—Ya no veo la hora en el cual Estados Unidos se entre —le digo cuando me entrega una cartilla donde se encuentra el menú. Arthur tiene la costumbre de hablar con mucha Elocuencia sobre política y no hay mejor cosa que hable de la guerra y las ideales irracionales de Hitler.
—Imposible, solo si alguien ataca y creo que nadie lo hará —dice mientras se sienta en el asiento acompañante esperando mi orden.
—Sé periodista, te da el caso —en una fracción de segundo alzo mi vista hacia él y coloca su mano en su barbilla, pensativo. Niego mientras río.
—Tienes razón —suelta agraciado. —soy muy inteligente para trabajar en un café
—Y aun así, si eso sucede solo irán militares —comento mientras juego con la cartilla en mis manos ya que nunca la veo, porque mi pedido siempre es el mismo.—lo eres, pero te tienes que conformar con lo que tienes, el seguir una idea loca a veces no resuelta como pensamos —le advierto viendo el ejemplo de mi padre.
—Eso pensó Hitler y terminó teniendo un ejército nazi —contradice.
—Cállate —le entrego la cartilla con ímpetu dándole a entender que no me causó gracia.
Respira con parsimonia y me ignora. — ¿Qué pediste? Espera no lo digas —levanta el dedo índice y me coloca en los labios. —el especial de la casa
—Si no fueras tú, dirías que estás perdiendo plata como adivino —lo hago reír y sonrío. En eso la campanita del lugar suena y reviro los ojos al ver la extremada melena negra y esos ojos del mismo color que cualquiera que los viera dijera que es lindo, pero si conocieran su personalidad me entendieran. —Oh Dios, ahí está Edward Jefferson
—Te dejo, amore mio —Arthur se despide con un toque de gracia y gesticula: buen provecho.
Como me gustaría ponerle las manos encima, pero solo soy una simple dama.
Sus pasos petulantes hace que se me ponga los cabellos de punta y su sonrisa egocéntrica me estorba.
—Sammy, bella, preciosa. La luna tendría envida de tan hermoso ser —su voz egocéntrica retumba en mis oídos y me obligo a sonreír por simpatía y educación.
—Hablas de mí o de ti, porque no me sorprendería si hablas de ti —suelto mientras observo el interesante color blanco de mis guantes.
—Lo adivinaste —murmura y mi vista se dirige a él de forma estupefacta. —no mentira, mi Sammy, hablo de ti
—Qué bueno —agarro un rizo de mi cabello y observo lo interesante que es este. —ahora puedes irte Edward
—Tan complicada como las matemáticas —alaga y el rizo que yacía en mi mano ahora está en la suya, y con un movimiento ligero de cabeza, se lo rebato—y tan insegura como la filosofía
Respiro hondo, al principio sus halagos me parecían divertidos y lindos, más él que es atractivo, pero a la larga eso se volvía un fastidio porque no sé si lo toma de juego o enserio
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GOTAS DE AMOR
Dla nastolatkówUn amor en una época equivocada. Gente con mente cerrada y prejuicios en clases sociales. Samantha Jones es una joven de descendencia afroamericana y su familia no tenía un estatus social muy alto, su padre no tenía un trabajo estable, si no era lec...