Capítulo 29: La vida son solo momentos

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Noviembre de 1941








Nunca me había afectado la muerte de ninguna manera, lo veía como algo natural un proceso que todo ser humano debe de pasar. Hasta que vi, vi más que la muerte: la melancolía, como un trago amargo que quema y no deja respirar hasta que se esfume el ardor.

Igual quien nace está destinado a morir. 

Así puedo considerar ese sentimiento. El aura que crea es muy incómoda y pesada que desespera estar ahí y eso trae una muerte. Algo tan normal que pasan los días sin acordarnos hasta que se hace presente y se siente como el primer día, queriendo agarrar las manecillas del reloj y girarlas en contra para volver el tiempo o quizá detenerlo. La sensación de soledad viene de la mano y son tan desasosiegas que arrasan. Así que, la muerte no duele, lo que lastima es lo que deja después.

¿Entonces es bueno o malo?

Es que la vida parece perfecta en los recuerdos, con personas que queremos de vuelta y que poco a poco vamos a olvidar, pero siempre hay algo del pasado que lo vuelve mejor, como el buen vino. 

Las canciones, el vino y las fotos son un tipo de melancolía y ahí lo demás son recuerdos, que un poco de amnesia no vendría mal.

Ahora entiendo la frase "disfruta el momento" no es porque no se puede repetir ya que puede suceder una situación similar, pero hay personas que no son repetibles y gracias a eso no será lo mismo. Consejo disfruta la compañía porque no es el momento, es con quien lo vives.

La ironía de todo es que la vida se pasa muy rápido cuando uno va lento. 

Veo como todos envejecen a mi alrededor, sin embargo, yo también lo hago, es inevitable no crecer y madurar. 

Tengo pequeños recuerdos cuando nos mudamos a la capital, desde ese día no regreso a Jackson, Misisipi. No recuerdo absolutamente nada de mi lugar de nacimiento. Hasta los recuerdos se pueden olvidar por fragmentos o por completo, que después de años no sabrás si son verdaderos o tu mente se inventó sucesos para rellenarlos.

Mientras doblo ropa y la alzo en el armario, observo sin querer el anillo de compromiso, perdiendome en su lindo modelo. Eric quien al parecer estaba recostado en la puerta suspira con pesadez y me abraza por la espalda, sonrío.

No te preocupes, me tienes en alma, si no es posible.

Solo me animo a sonreír y recuesto mi cabeza en su hombro, sientiendo la parsimonia de su respiración porque no hay peor aungustia que añorar algo que uno sabe que no va a suceder o mejor dicho como uno espera.

En eso obervo un traje de color verde que al parecer se me había pasado desapercibido por un tiempo. Me pongo recta y lo saco del armario. —Nunca había visto este traje de la milicia —lo alzo mientras Eric sentado en la cama me observa con un aire divertido.

—Cierto, lo guardé entre mis cosas cuando nos mudamos a la casa, la verdad quería traerlo conmigo al final es una parte de mi vida —hace un pequeño énfasis en las últimas palabras, lo dejo en la cama para observarlo con detalle. Adoro la forma en la que habla, tan pausada y embriagante, amo su voz, el timbre de su acento y la forma que cautiva, es del tipo de persona que puedes escuchar horas y horas hablar. 

Dicen que lo primero que se olvida de una persona es el sonido de su voz, ojalá me sobre memoria para nunca olvidar la voz de la persona que más quiero en la vida.

—Está en muy perfecto estado —toco la tela, supongo que tuvo que haber tenido más, pero este ha sido el que ha conservado y en mejor estado.—Seguro, no tendrás alguna foto con esto —jugueteo un poco al hablar, mostrando una sonrisa tierna. Amo las expresiones de su rostro, tan naturales y fluidas, la forma que se le marcan los hoyuelos o la manera como brillan sus ojos.

GOTAS DE AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora