Mayo de 1941
Edward pensó que la mejor idea era subir a la noria, sabiendo que las alturas no son lo mío, aun así acepté, la vida era un riesgo y se nota que me conoce, vaya ironía. Él estaba vestido complemente de negro, diría que era para un velorio, pero no puedo mentir que se ve muy bien, es el color que más le favorece y él lo sabe. No pasa desapercibido ante algunas miradas de las chicas, pero no me molesta para nada y no sabía si eso era preocupante o no. La noria tuvo la magnífica idea de detenerse cuando nosotros estábamos un poco arriba, siento el corazón latir a mil.
—No te preocupes Sammy si te caes te atrapo —responde con cierto altruismo fingido solo para quedar como el grande y ahora superhéroe Edward. Ni superman se da tanto crédito ni sería tan obvio al respecto.
— ¿Ahora vuelas? —revuelo los ojos, el viento cola mi anatomía dejándola helada. Edward miraba toda la ciudad desde ahí y yo estoy que me muero de miedo. ¿Y si se cae? O más bien ¿si yo me caigo? Siento como nuestra capsula se mueve un poco y me prendo de los barandales con fuerza, respiro hondo tranquilizándome y fingiendo que estoy bien, como siempre.
Escucho decir. —Puede ser, por ti —ruedo los ojos irritada, ay Jefferson. —no estamos en la cima, pero es muy bonito, abre los ojos Sammy —suelto un suspiro rendida ante las palabras de aliento que me ofrece. Abro los ojos y veo que es verdad, la ciudad se ve muy bonita de noche, las luces lo hacen más. Algo hipnotizaste, caigo en cuenta que nunca vemos lo bello de las cosas por miedo. El mismo miedo que nos hace querer cosas que no podemos tener.
Edward hace mover nuestros puestos y me aferro de forma mensurada a los fierros color verde mientras escucho su risa desorbitante. Oh no, miro hacia abajo que fue una muy mala idea por cierto, porque se vuelve a mover todo, entre el pavor y miedo puedo observar a una señora que se toca la cabeza con expresión de dolor y con mi zapato en mano.
Mi zapato se cayó y le golpeó en la cabeza a esa señora.
¡Qué atroz!
Edward junta sus manos alrededor de su boca. —Señora, ese zapato es nuestro, lo sentimos —ella alza la vista, y nos mira un poco exasperada, algunas personas rieron ya que los puede escuchar, porque tuvieron que ver el zapato caer y como la curiosidad es más grande quisieron saber dónde iba a parar.
Me tapo la cara con mis manos, resignada y un poco avergonzada con la señora quien dejó el zapato en el suelo y siguió caminando hacia otra distracción obviamente con el bochorno sobre sus hombros.
Cuando la noria se detiene es momento de bajar, Edward me ayuda porque, oh, es muy difícil bajar de una noria, nótese el sarcasmo. Ahora amabilidad, después de llevarme un susto y un golpe ajeno.
Pero bueno, no es el fin del mundo y si lo fuera ¿Tan malo sería?
— ¿Quieres un algodón de azúcar? —me pregunta Edward y asiento con la cabeza, en eso el vendedor le entrega uno de color azul después pagarle. Con una sonrisa un poquito forzada y feliz por el dulce, Jefferson se dispone a dármelo.
Agarro un poco con mi mano libre y siento como se disuelve en mi boca, caminamos entre la gente que se reía y niños corriendo por todo el lugar.
—Sammy, mira un tigre —comenta Edward mirando un juego de tiros al blanco. Alzo una ceja y quiero por un momento golpearme la cabeza, pero me calmo al caer en cuento que yo no soy la que necesita ese golpe en realidad, si bueno un poco, pero no con tanta ímpetu.
—Eso es un guepardo de peluche —me detengo para observar a Edward con incredulidad. Él ladea un poco la cabeza con una sonrisa divertida.
—Lo mismo da, ¿lo quieres? —me encojo de hombros ante su pregunta y nos dirigimos a paso ralentizado hasta la temática. Una pareja estaba jugando y esperamos por el turno de Edward.
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GOTAS DE AMOR
Ficção AdolescenteUn amor en una época equivocada. Gente con mente cerrada y prejuicios en clases sociales. Samantha Jones es una joven de descendencia afroamericana y su familia no tenía un estatus social muy alto, su padre no tenía un trabajo estable, si no era lec...