Capítulo 7: Migajas de cariño

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Mayo de 1941














El olor a café invade la casa y en especial mis fosas nasales, recostada en mi cama puedo observar a Rachel escribiendo en un cuaderno un posible deber, mi madre ha estado buscando trabajo en el diario que el joven en su bicicleta suele dejar en la entrada, mientras que por mi parte he sido rechazada en cada universidad a la que he postulado y la cólera con las ganas de llorar son imposible de detener cuando estoy en la ducha, para que nadie me vea y mi hermana no esté preguntando y le vaya con el chisme a mis padres, sinceramente con nuestra situación socioeconómica no quiero traerles más dolores de cabeza. A papá no le ha ido muy bien en sus trabajos ocasionales y mi madre en un intento de desesperación sacó la conclusión que ya estamos lo suficiente grandes para sobrevivir por nuestra cuenta y en nuestra propia casa, así que ha buscado empleo desde ese momento ya que nadie la necesita como refuerzo, sus bebés ya crecieron y pueden valerse por sí solas.

Sé también que utilizar a una persona por un puesto, por un beneficio o por pensar que nos dará un mejor futuro, está muy mal. Pero sinceramente creo que el haber rechazado la propuesta a Edward Jefferson fue una muy mala decisión, Edward ha estado interesado en mí en los últimos años y puede ser muy superficial, sin embargo, es un buen joven que posiblemente me puede dar una estabilidad emocional mientras busco justicia por mí y me hago valer por mi propia cuenta, por ser mujer, por ser de color, por ser las dos.

Estas situaciones me pongo a pensar y llego a lo mismo, tratar de reponer todo lo que según yo hice mal y hacer bien una vez por todas.

Pero siempre hay un desvío el cual nadie quiere, pero siempre aparece.

En eso la sonrisa jocosa de Eric aparece en mi mente, su parsimonia al caminar, sus intentos de flirtear y el estupor de realizar las cosas sin que le importe lo demás. Y recordando ese tema no lo he visto hace una semana muy pesada y llena de carencias, desde ese día en el parque donde unos segundos antes tuve una discusión con una mujer blanca que estaba discriminando a mi hermana por haber tocado algo, me hizo divertir haciéndome olvidar de ese suceso amargo.

— ¿Puedes dejar de sonreír? En serio está bien que lo hagas, pero llevas casi media hora sonriendo como demente, un poco más y salgo corriendo —Sacudo la cabeza haciendo que unas rizos se muevan de lugar y de paso borrar mi sonrisa, me irguió en la cama para escrutar su sonrisa con moja.

—Sigue lo que estás haciendo, estoy pensando —hago un desdén con la mano mientras la dejo de observar.

—En alguien —insinúa con una jocosidad soberbia muy molesta para mi gusto.

—No, más bien en algo que he hecho —suelto un suspiro escueto antes de volver a hablar. —No debería estar preguntándote esto a ti pero ¿crees que hice mal rechazar a Edward?

— ¿Estabas sonriendo por Edward? —ella trata de sonreír con ironía mientras frunce el ceño de manera significa, bufo haciendo una mueca.

—Que no por.... —revuelo los ojos cuando siento una rara opresión en el pecho. —eso no te debe de incumbir

—Bueno siéndote sincera Sammy que tú no tienes que hacer nada si no quieres, ya tenemos que hacer muchas cosas que no queremos, no agregues una más a tu lista al menos que tu sientas lo contrario —estaba a punto de contestarle a mi hermana y...

—Rizos, vengan a la sala ahora —se puede escuchar la voz de nuestra madre y Rachel se levanta primero empujándome, reviro los ojos ante su niñería y salgo de último. Aunque no lo parezca ella no se toma nada enserio quizás por eso es muy feliz ya que no se lleva preocupaciones. A veces quisiera estar en sus zapatos para que nada me importe tanto.

GOTAS DE AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora