Capítulo 18: El peso mental de uno mismo

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Julio de 1941











Catástrofe, eso es lo que el mundo está dando a muchas personas en este preciso instante y parece que lo que nos ofrece a nosotros es peor, claro es que el verdadero sufrimiento no lo hemos probado, en ese momento dejaremos de quejarnos por cosas simples, aunque algunas suelen sobrepasarse de las manos de los demás o hasta de uno mismo. Un cúmulo de simplezas pueden llevar a una gran catástrofe.

A veces suelo pensar que nos aferramos al sufrimiento porque es lo único que nos queda, lo único que se siente propio cuando  todo el mundo nos ha ultrajado hasta los deseos más profundos.  

Aunque la mayoría de situaciones válidas tienen como autor del dolor a personas más cercanas a nosotros y cuando eso sucede el dolor emocional suele ser irremediable porque comparamos que no están dispuestos de hacer una mínima cosa a diferencia de nosotros que somos capaces de darlo todo para que sean felices. 

Y yo soy parte en mi creer de la mayoría que por terror no es capaz de afrontar las cosas y caigo más en cuenta al verlo al lado mío, sonreír y contándome de su vida, y el escucharlo es algo magnifico aunque me esté narrando la cosa más insignificante del planeta. Los días pasan volando a su lado, yendo a comer a Amore mio o algún restaurante, paseando en su auto, caminando en el parque o conversando en mi casa y si la situación no lo amerita, me llama por teléfono, de todas formas todo pasa tan rápido que me da miedo, la felicidad es tan abrumadora que asusta el hecho que un día que puede ser perfecto, se vaya.

Digo: —Más cercana a contar mis cosas es Rachel —bueno porque es metiche y al fin da un discurso motivador que me remueve las entrañas y me hace entrar en razón, algunas veces quisiera tener su valentía para actuar. 

Es mi hermana menor con quien he vivido experiencias y situaciones muy divertidas hasta odiosas, sí, puede ser que a veces quiera exterminarla, sin embargo, sé que no puedo vivir sin ella. A demás, ella y yo somos tan opuestas, soy capaz de defenderla cuando alguien le dice algo ofensivo, pero ella lo ignora, tiene un desinterés muy grande y peculiar, admirable e inteligente, libertina y con buenas expresiones, nunca se queda callada cuando ella tiene la razón, en cambio yo, parezco serlo, pero no, soy más la chica quisquillosa, que hace caso a las órdenes y si no le gusta algo se muerde la lengua aunque mi cara sea un poema, me compadezco de mí, en forma, siendo yo la mayor y dar un ejemplo, Rachel es mucho más fuerte que yo hasta la admiro, queriendo yo ser como ella, en actitud, claro está. 

Aun así finjo serlo porque quizá de tanto creer que lo soy, terminaré siéndolo.

En eso, mi vista recae en Eric quien tiene la vista en algún punto de la zona arboleada, su perfil es tan perfecto ante mis ojos, quizá no lo sea, posiblemente, no obstante, para mí logra serlo.

Aunque nadie pueda discutir eso, porque la definición de perfección humana tiene muchas variantes para cada persona.

Él lo piensa mientras estamos sentados en una banca del parque, lateral a la pequeña laguna. —Con mi padre es más fácil hablar, con él me llevo mejor porque mi madre no sabe aceptar opciones ajenas y es jocoso disputar con ella al respecto —se encoje de hombros restándole importancia. —Tú hermana me simpatiza

—Es porque no convives con ella todos los días y de paso te obliga darle chocolates —revuelo los ojos y me cruzo de brazos cuando encoje sus hombros restándole importancia. —Es un ser único

—Bueno yo no puedo opinar lo mismo si se trata de ti —acota mientras su mano acomoda un rizo detrás de mí oreja.

—Que halagador —me burlo, mordisqueando el labio con nerviosismo cuando su cara se acerca a la mía.

GOTAS DE AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora