Capítulo 3: El espectro de maldad

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Marzo de 1941








Es una tarde soleada en Washington, mi madre está con su taza de café en la mano mientras le da ligeros sorbos, por otro lado mi hermana Rachel está en este caso ayudando a nuestro padre a arreglar un reloj, sí. 

De carpintero a relojero, aunque no lo parezco se necesita mucha astucia e inteligencia para realizar varias cosas a la vez.

Sin embargo, el tiempo corre y necesito buscar una universidad, me encaminaría a lo que es economía aunque el sueño de mi madre es que sea enfermera. Aunque tampoco me desagrada la idea.

Debo realmente admitir que soy alguien que le encanta lo académico en todos los sentidos.

Suspiro mientras me siento en el porche, ahora uso un fascinator piel con unas flores blancas a los lados. A mí me fascina usar  cualquier tipo de adorno en mi cabellera y más si se muestran mis risos a la intemperie.

Es muy temprano para ser sincera y solo procuro jugar con la tela de mis guantes blancos. En eso escucho el timbre de una bicicleta. Alzo la vista para ver de quien se trata, el joven del periódico con su peculiar gorra gatsby, un clásico de los niños de hoy en día.

Mi mamá deja su café en el barandal de madera y baja los escalones del porche casi aplastándome para ir a ver el periódico. Puedo escuchar el sonido de la música de una radio que supongo que es papá para entretenerse y no escuchar a mi hermana parlotear.

—Ten más cuidado, madre —mascullo para limpiarme el vestido. —ve por donde caminas

Ella por su parte me mira superior, agarra el periódico y pasa de mí. —tú ve donde te sientas, existen las sillas ¿sabías? —cuando termina reviro los ojos. —esos no son los modales de una señorita

—Ajá ¿algo más dice la sociedad? —digo siguiéndola a dentro de la casa.

Hasta hace unos días los británicos finalizaron la ocupación de la Somalia italiana.

—El reino de Bulgaria ingresa al pacto Tripartito, un pacto firmado en Berlín el 27 de septiembre de 1940 por Saburō Kurusu, Adolf Hitler y Galeazzo Ciano, representando al Imperio de Japón, la Alemania nazi y el Reino de Italia —comienza a leer mientras se sienta en el mueble floreado. —se trata de una alianza militar —concluye.

—Bueno —camino de un lado a otro cuando miro por la ventana, al observar una melena azabache, resoplo. — ¿Qué hace aquí?

—Quizá verte —se encoje de hombros con una sonrisa.

—No es por nada, pero que se quede ciego

—Sammy —me regaña y se acerca para acomodarme el vestido. —Sonríe y de paso déjalo entrar

—Madre, ¿estás consiente qué prefiero cerrarle la puerta en la cara?

Me ignora. —Ahí viene —avisa para adentrarse a la cocina y parecer desentendida.

El timbre suena dos veces, dos veces en las cuales me repito por qué debo abrirle la puerta.

Por un buen puesto, es un buen partido y me dará una vida digna.

1, 2,3...

—Sammy de mi vida —suelta Edward Jefferson al entrar a mi casa sin permiso, con un ramo de Orquídeas en su mano derecha y cuando se acerca a dármelas estornudo en su cara.

Frunce sus perfectas cejas negras ante mi repentino estornudo.

No se atrevió, no.

— ¿Sucede algo, Sammy? —se intenta acercar.

GOTAS DE AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora