Una joven pareja de casados, disfruta de los primeros años de matrimonio con el nacimiento de Patrick. Él, más que ser el primer hijo, es un símbolo de lucha; pues fue concebido tres años después de que un doctor le dijera a Melany que, las posibili...
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Steven sentía ansiedad; tal cual como la primera vez.
Había salido a correr. Su pecho, lleno de oxígeno se aliviaba con el suave murmullo de viento del despertar del día. Se metió en la angosta carretera saliendo de la ciudad y trotó sin música, con la fila interminable de árboles a los costados.
No podía dejar de pensar en lo que había pasado esa madrugada. Su estado anímico había mejorado notablemente, se sentía mejor. Las nubes, cargadas de lluvia se estaban asomando por los picos de las montañas y el frío se pegó a sus brazos y piernas. Quería hablar con alguien y contarle, con entusiasmo que ya todo se había solucionado, pero tenía un vacío en su estómago por llegar y ver a Melany. No sabía exactamente qué iba a seguir.
Por un instante, su mente quiso recordarle algo que al principio, él mismo creyó insignificante, pero no lo había dejado en paz. Ni siquiera había podido dormir, sólo se recostó y escuchó el susurro de la respiración de su esposa hasta que se quedó dormida. Steven permaneció viendo por la ventana, cómo a veces se alumbraba el cielo con los relámpagos.
Melany, no había echo contacto visual en ningún momento.
Buscó dentro de su cabeza, muchas respuesta que justificaran ese comportamiento tan impropio de ella y de hecho, había hecho una lista mental bastante larga, pero se dijo así mismo que si necesitaba excusarlo, no podía ser bueno.
Entró en el vecindario y sintió los delgados hilos de lluvia descender sobre sí, de vez en cuando tronaba y oía una que otra voz perdiéndose dentro de alguna casa. Meditó sobre lo que diría cuando viera a su esposa, debían de ser aproximadamente las nueve y media de la mañana. Entró y el calor de casa le dio la bienvenida. Pasó derecho a la cocina, tenía hambre y había sentido mareo no hacía mucho.
Sacó de la nevera una caja de jugo de naranja natural y la bebió completa, sin respiro. Se recostó contra la encimera y descargó el envase. Respiró hondo, armándose de valor para subir al cuarto y vio un trozo de papel sobre la mesa del comedor. Tenía su nombre, con la letra de Melany. Había un sobre debajo. Eran más de cuatro hojas, echas a computador.
El encabezado era claro y directo: Petición de divorcio.
Su estómago se hundió inmediatamente. Despegó los labios, conteniendo la respiración. Pensó con rapidez, que quizá habían estado ahí hace días, desde la vez que ella lo mencionó y él no los había visto. Quería preguntárselo, de hecho, era la excusa perfecta para hablarle y agarró el paquete de hojas, pero al girarse la vio de pie, junto a las escaleras.
Ella estaba pauta, imperturbable, en posición recta y con las manos entrelazadas sobre su estómago. La observó en silencio, durante unos segundos y luego abarcó una buena cantidad de aire.
—¿Qué es esto?— Preguntó, inseguro. Su positivismo cayó en picada, cuando ella no le respondió de inmediato, sino que bateó las pestañas y bajó la mirada. Su corazón palpitó fuerte dentro de su pecho —¿Mel?