Diecisiete

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Pasó una mano por su cabello dorado y acomodó un poco algunos mechones al filo de su rostro

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Pasó una mano por su cabello dorado y acomodó un poco algunos mechones al filo de su rostro. Sus mejillas estaban calientes, sus labios quebrados y sus pestañas húmedas. Había llorado parte de la madrugada. Los hematomas habían desaparecido de sus brazos, eso le dio cierto alivio. 

Melany, estaba soñando probablemente con algún lugar mejor, mientras Steven la contemplaba, inexpresivo. El anillo de matrimonio no estaba en ninguno de sus dedos, se preguntó dónde lo habría dejado. Se preguntó si ella lo había arrojado a la basura o si sencillamente había decidido dejar de usarlo.

Se puso de pie y salió de la habitación. Apenas si eran las seis de la mañana, pero él necesitaba ir primero al hospital. Había recibido una llamada en la madrugada, de su padre. Su mamá había experimentado un episodio de olvido repentino. Había tenido una discusión con su esposo, sobre algo que ella aseguró no haber hecho, pero que él recalcaba que acababa de suceder.

Pese a que el malentendido había sido breve y sin importancia, ella había reaccionado de manera violenta y había desatado el caos. Al igual que su esposa, hace unos días, había desfallecido por la ira y la mezcla de otras emociones. A falta de confianza del centro médico del pequeño pueblo donde vivían, acudieron a la ciudad donde estaba Steven y él se dirigía hacia allá.

Su madre había tenido lapsos similares con el pasar de los años, pero no se había sentido tan mal hasta ese día. Su padre y su hermano Jackson -quien no quería verlo a causa de la agresión de su esposa- se sentían verdaderamente preocupados. Steven trataba de no darle cabida a ningún tipo de pensamiento malo.

Ya tenía demasiados.

En el hospital le dijeron que ella se encontraba mejor, que su tensión había tenido un ligero desequilibrio y las palpitaciones de su corazón había aumentado de manera errática; sin embargo, ya todo estaba bajo control y su madre se encontraba bien. Al pasar a la habitación y mirarla, tuvo ganas de llorar.

 — Te ves terrible, ma   —Le dijo en burla cuando ella lo vio entrar. La anciana sonrió ligeramente y asintió con la cabeza — ¿Cómo te sientes?

— He tenido días peores. —Le dijo, en un hilo de voz.

— Lamento no haber venido antes, me sentía muy cansado y no quise ser inoportuno. —Le provocó morderse la lengua. Su madre ya se había enterado de que él y su hermano habían tenido un malentendido, pero no sabía de qué tamaño, porque tampoco sabía lo terriblemente mal que estaba su relación con Melany. Ella lo miró con dulzura.

— ¿Qué pasó entre ustedes, eh?— Steven estiró la mano y apretó la de su madre con delicadeza, infundiéndole tranquilidad —Son hermanos, no es bueno pelear.

—No peleamos, mamá. Sólo tenemos... diferencias. —No le gustaba mentirle, pero tampoco quería empeorar su estado de salud —Te prometo que estaremos bien en menos de lo que piensas, como cuando estábamos pequeños ¿Recuerdas? Peleábamos por un par de horas y luego jugábamos de nuevo.

Ella sonrió por algún recuerdo vago y aflojó el agarre de la mano de su hijo. Steven comprendió que no tenía muchas energías y se apartó un poco, ella intentó acomodarse, pero hizo una queja de dolor. Steven hizo el intento de acercarse a ella, pero no lo permitió.

— Estoy bien, maldita sea. No soy una inútil. —Su tono fue mordaz, duro. El cambio de ánimo le sorprendió un poco al hombre, pero fingió que no. 

A veces mamá es así, pensó.

—Perdón, es que quiero descansar. —Le dijo al cabo de unos segundos, entonces él se enderezó y vio hacia la puerta. En el marco, estaba Jackson mirándolos. Steven se giró hacia su madre y se hincó para darle un beso en la frente.

—Te quiero, mamá. Te veré luego.

Pasó por el lado de su hermano, sin permitir que sus hombros se tocaran siquiera. Su papá estaba con un café en una banca afuera del hospital. Él se acercó y se dejó caer en la silla. Su reloj decía que tenía libre media hora más. Su padre, tenía un rasguño en la mandíbula y un pómulo morado.

— No sabía que me había casado con una luchadora profesional —Comentó, sonriendo divertido. Steven quiso imitarlo, pero le salió una mueca extraña. —Los médicos me dijeron que estas cosas pueden ser antesalas de algo peor ¿Sabes?

El estómago de Steven se hundió. No quería oír eso. Miró a su papá con preocupación y él le dedicó una sonrisa triste. Una brisa fría arremolinó unas hojas secas frente a ellos y el susurro de la brisa sacudió unos cabellos de Steven. 

— Le prometí a tu mamá que estaría con ella en la salud y en la enfermedad, —comenzó con voz trémula —sin embargo no había entendido que la enfermedad no se refería siempre a algo físico, también puede ser que la relación se enferme, que todo se desmorone, entre en crisis, depresión.  —Eso pareció hablarle a Steven, más que a cualquier otra persona que lo hubiese escuchado, su padre culminó: — Llevo cumpliendo ese pacto más de veinte años, pero nunca los dos extremos de "enfermedad" se habían unido, hasta hoy.

Y bajó su cabeza, apretando los dientes para no llorar.

***

El mármol estaba frío, parecía gritar que estaba carente de calor humano. El color de la escultura le hacía pensar en las estatuas que había visto en el museo, el año pasado. Una única flor, estaba seca en el pequeño florero. Steven la quitó y la lanzó lejos.

Con sus manos se dispuso a arrancar la mala hierba que había crecido en torno a la lápida. Limpió la tierra de manera frenética, casi que con ira. Cuando terminó palmeó con fuerza la tierra, una y otra y otra vez, hasta que su mano dolió.

Bajó su cabeza y apretó los dientes, sintiendo las lágrimas calientes escocer en el borde de sus ojos. Su garganta ardió peligrosamente, cuando empezó a gimotear. Jadeó con fuerza, sintiendo el llanto en su pecho, rogando por salir.

—Pude haber hecho más. —Dijo entre sollozos. Tenía en la mente, las veces que le dijo a su esposa que dejaran al bebé dormir con ellos —Pude insistir, pude iniciar una discusión si lo requería, pero no, te dejé ir.

Se dejó caer de bruces en el prado y se apoyó contra la fría lápida.

—Estás en un lugar mejor, lejos de aquí, lejos de nosotros. —Musitó sin aliento, sorbiendo por la nariz —No más descuidos. 

Maldijo entre dientes, repitiéndose que pudo haber hecho más. A su mente, como un relámpago, llegó su situación actual y sintió repulsión.

— Aquí todo está peor, todo empeora, todo se está acabando. Todo se muere, se marchita... se marchita.

UNA ROSA MARCHITA │COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora