Diez

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Caminó por el pasillo, viendo todas las botellas de licor que estaban organizadas sobre la estantería

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Caminó por el pasillo, viendo todas las botellas de licor que estaban organizadas sobre la estantería. Sus zapatillas deportivas rechinaban sobre la baldosa. Vio a la señora Anderson, aparecer en la esquina del pasillo. Se cubrió el rostro con su capucha y se dio la vuelta. Sería imposible que la reconociera.

Agarró la primer botella de vino que alcanzó y salió disparada del lugar. Al llegar a su casa, se quitó la sudadera y se enrolló una bata al rededor del cuerpo. Melany podía ser un poco obsesiva compulsiva con el orden de su casa, pero sabía que eso la hacía sentir un poco mejor. Sacó una copa de la alacena y fue a su cuarto. 

Se acostó y encendió el aire acondicionado. Sacó de la mesa de noche, la cajetilla de cigarrillos y un encendedor.  Llenó la copa y encendió la televisión. Se dispuso a distraer la mente, mientras esperaba la llamada de la mujer que le diría si había conseguido el empleo, o no.

Estaba molesta de no hacer nada. Su esposo había estado en lo correcto al pensar que ella era una inútil. Ahora necesitaba saber si le daban ese puesto de asistente. Ya tenía práctica y sabía que necesitaba dinero, no le gustaba depender de Steven.

Él por su parte, estaba pasando algunos párrafos al computador cuando el olor a café, lo antojó. Le hizo una broma a Edd antes de ir a la pequeña cocina con la que contaban. Se sirvió una taza del líquido humeante y tomó asiento en la pequeña silla de madera. Bebió un sorbo, cuando unos tacones le avisaron que alguien se acercaba. Jessica apareció. 

— Buen día, Stev. —Saludó la mujer, abriendo el pequeño refrigerador. Se inclinó para sacar algo y Steven suspiró hondo, sintiendo que esa conversación no iba a terminar bien.

—¿Qué tal, Jessica? ¿Ya conseguiste apartamento?— Añadió una pregunta con inseguridad, asegurando su silencio por los próximos minutos. Tenía claro que ella se iba a extender en la respuesta.

—Pues estoy viendo uno, pero no estoy del todo segura, ¿Sabes? Tiene un ambiente que me agrada y es acogedor, pero la vista no me convence— Ella bebió un sorbo de lo que sea que llevaba un termo y continuó: —Es como que, prefiero tener un lugar con buena vista que me recuerde que no estoy encerrada en todas partes. Tú al fin no me mencionaste de ninguno.

—Porque no vi ninguno. —Dijo él, fastidiado con el tema. —¿Y ya tienes amigas? ¿Sales de fiesta los viernes con ellas? ¿O con... alguien?

Jessica se sintió satisfecha de que fuera él quién iniciara el tema, así que sonrió.

—No, no hay nadie. —Respondió en un hilo de voz. Se atrevió a mirarlo a los ojos y lo perforó con la mirada antes de aclarar: —Aún.

Steven sonrió como un adolescente y la culpa no tuvo espacio en su cabeza, ella lo hacía sentir como un niñito que intentaba ligar por primera vez. Era como si dudara de cada palabra que decía, cada tono de voz que utilizaba o cada acción que recreaba. Y ella, estaba feliz de encajar tan pronto con alguien en el trabajo, entonces se aventuró.

— ¿Por qué no salimos después del trabajo a tomar algo, ver una película? Así tú podrías ser mi primer amigo aquí.

Él sonrió, casi con una sensación de victoria. Asintió dándole una sonrisa que personas como la señora Emma, habían estado esperando recibir desde siempre. 

—Me encantará ir a ver una película contigo.

***

El aire acondicionado sólo hacía que el frío en su cuerpo aumentara. Le estaba fastidiando el lugar. Estaba lleno de sonidos de oficina, de olores a café y ambientador. Se preguntó por enésima vez, si de verdad quería ser asistente de ese hombre, pero rápido desechó el pensamiento.

Necesitaba el empleo, necesitaba ver otros sitios que no fueran las paredes de su casa o la piscina de su patio. El hombre, de piel oscura y cabello blanco, se sentó frente a ella y depositó una pila de papeles en el escritorio. 

—Gracias por esperarme, Melany Reed. —Dijo el sujeto, inocente de saber la pequeña chispa de ira que había causado en la mujer por la mención del apellido de su esposo. —Aunque no entiendo bien por qué viniste, estoy seguro que Josie te envió el correo con la respuesta a tu petición.

Rápidamente todo tuvo sentido y se sintió furiosa. Apretó los dientes y respiró tan hondo como le fue posible. 

—De hecho, ahora que lo menciona, creo recordar haberlo visto. —Se puso de pie, creando un chirrido en la baldosa con las patas de la silla. —Perdón por haberle quitado su tiempo, hasta luego.

—¿Señora Reed? ¿Melany? ¡Señora Reed!—La puerta se azotó con fuerza, llamando la atención de las personas cerca. El hombre respiró hondo y se obligó a mantenerse en calma. 

Arrancó una hoja del bloc a su lado y con un bolígrafo escribió rápido, tanto como su irritación le permitía y luego hizo sonar el tono para que Josie, su asistente, entrara en su oficina.

—Por favor, arregla esto y envíaselo a la señora Reed, si es que se le puede llamar señora. —Le extendió la hoja y la joven la tomó. Esperó a que él le dijera alguna otra cosa. —¿Sigues aquí? ¿Ya enviaste el correo?

— Perdón, señor. Permiso.

El vigilante del parqueadero le gritó un cumplido y Melany apretó el paso. Pensó en apaciguar su ira, quizá, arriesgándose a hablar con Steven. Sintió sus defensas decaer y pensó si quizá, ya era hora de dejar de sentirse enojada con todo el mundo. Como un propulsor, sacó su teléfono y buscó las fotos que tenía con él. 

Siempre le había enganchado la sonrisa de él y cuando vio aquella fotografía de su aniversario el año pasado, supo que no podía dejar que todo simplemente se fuera por la borda. Tomó una malteada y decidió ir a almorzar, para luego ir a buscar a su esposo al trabajo.

***

Cuando la jornada laboral culminó, Steven se escabulló al baño para hacer el medio intento de peinarse. Se quitó el anillo para lavarse las manos. Edd entró también y lo miró, cuando entendió lo que él iba a hacer, meneó la cabeza y se fue. Sin embargo, eso no fue suficiente para que Steven se detuviera siquiera a pensárselo.

Guardó el anillo en el bolsillo delantero de su camisa y salió, listo. Jessica llevaba el saco en su antebrazo, como una mesera. Esperó afuera, sentada en una banca, a que Steven sacara el auto. Melany le pidió al taxista que se detuviera y le canceló todo. Caminó a través del pequeño parque que había frente al edificio donde trabajaba Steven, pero se detuvo cuando vio el auto.

Quizá no había alcanzado y su voz no estaba preparada para gritar. Sacó el teléfono y decidió llamarle. Steven avanzó con el coche subiendo la rampa y se detuvo a escasos metros de Jessica. Mientras la llamada entraba a su móvil, Melany observó a la mujer ponerse de pie. Él le abrió la puerta del carro y ella entró, sonriente.

El teléfono vibró en su bolsillo y él rodeó el auto para subirse. Leyó en la pantalla el nombre de su esposa y apretó los dientes. Deslizó el dedo sobre la pantalla y se subió en el auto.

Buzón de voz...

Melany cortó la llamada y vio el auto alejarse y se preguntó, si de verdad había sido tan tonta como para pensar que él querría solucionar las cosas. Así que, suspiró y se dio la vuelta.

UNA ROSA MARCHITA │COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora