Una joven pareja de casados, disfruta de los primeros años de matrimonio con el nacimiento de Patrick. Él, más que ser el primer hijo, es un símbolo de lucha; pues fue concebido tres años después de que un doctor le dijera a Melany que, las posibili...
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La música que despedían los parlantes, retumbaba por todo el lugar. Golpeaba cada rincón, cada copa, cada botella de licor. Eddard, aferrado al micrófono, intentaba seguir el ritmo de la canción, gritando a todo pulmón la letra de Hello de Adele.
Steven apretaba los labios para no estallar en una carcajada, pero el licor en su sistema le avisaba que estaba a punto de perder el control de su risa. Todos sus demás compañeros de trabajo, estaban en una completa orquesta de burlas, gritos y palabras de ánimo innecesarias, dirigidas a Edd.
Jessica, sostenía una lata de cerveza entre sus delgadas manos mientras gritaba con entusiasmo. Adam, completamente fascinado tenía su cara metida en el cuello de su prometida, riendo tan fuerte como podía, mientras que ella se cubría el rostro iluminado.
Todos habían decidido ir al karaoke a despejar sus cabezas un poco, para despedir un semestre más de trabajo. De repente, la música estalló y cambió de ritmo y Edd bajó como pudo del pequeño escenario para meterse en la mesa circular donde estaban todos los demás. Las luces empezaron a titilar y las personas empezaron a reunirse en la pista de baile.
Jessica bebió un largo trago y depositó la lata con fuerza sobre la mesa, Adam le dijo algo a su novia y ella le susurró alguna cosa que lo hizo estallar en risas. Steven miró el ambiente, más liviano por su carga emocional y se volvió a su compañera.
— Creo que ya me voy, Stev — Le dijo a su oído. Él se apartó para observarla por un segundo e intentó ponerse de pie. La mesa se levantó por el impulso de sus piernas y todos gritaron evitando que el licor que estaba sobre ella se cayera —¿Qué haces?
La risa de Jessica le contagió y volvió a sentarse. Ella rodeó la mesa y finalmente se libró de la presión. Steven la siguió sin saber bien por qué. Adam desvió su mirada hacia él y le cuestionó con la mirada.
—La iré a llevar a su casa. —Respondió Steven, intentando sonar inocente.
—No puedes conducir, estás ebrio.
—Entonces la acompañaré en un taxi. —Replicó, fastidiándose al instante.
Adam asintió, como entendiendo lo que su amigo de verdad quería hacer y sin reprocharle nada, le guiñó un ojo y le deseó buen viaje. Jessica salió adelante donde Edd la interceptó mientras Steven le entregaba sus llaves a Adam. Le dijo alguna cosa que la puso incómoda y en tanto sintió la presencia de Steven detrás, se encaminó a pedir un taxi afuera.
—Oye, brother. Sé que no debería meterme, pero ten cuidado. —Aconsejó, evitando que el hombre siguiera su paso. Steven se detuvo, curioso de su advertencia sutil —Es peligroso lo que haces. Tientas las cosas. Recuerda que tienes una esposa muy bonita que espera por ti en casa.
Eso le causó gracia a Steven, ya que no era cierto. Melany no esperaba por él en casa. De hecho, no le importaba muy bien el por qué eran las doce de la mañana y su esposo aún no llegaba. La intrusión de su amigo, le causó recelo y haber bebido no lo hacía sentir mejor.
—Tienes razón — Contestó, apretando los puños. —No deberías meterte.
Eddard se sorprendió mas no dijo nada. Steven pasó a su lado, ligeramente tambaleante y alcanzó a su compañera, quien yacía dentro del taxi, aguardando por él.
***
El pequeño apartamento de Jessica, era acogedor.
Las paredes tenían tapiz, lo que le daba un aire hogareño. Las luces eran pálidas, pero útiles. Hacía frío, pero tras cerrar la puerta todo parecía más cálido. Mientras avanzaba inseguro por el lugar, podía notar el orden meticuloso que Jessica le tenía a todo.
Olía a ambientador y a lustrador de pisos. Una contestadora automática comenzó a recitar lo que tenía registrado y Steven se sentó con precaución en uno de los sofás floreados que llenaba la pequeña sala. Su compañera se ocupó adentro y Steven apreció la hermosa vista que ofrecía el ventanal.
Recordó que en alguna ocasión ella le dijo algo sobre la vista, para no sentirse encerrada. La contestadora se calló de repente y Jessica hizo su re aparición en la sala, con la blusa que llevaba siempre bajo su formal camisa de trabajo. Aún tenía puesta la falda tubo y sus altos tacones de aguja. Le tendió una copa y vertió vino hasta llenarla. Ella se lanzó junto a él y bebió directamente de la botella.
Todo en la habitación daba vueltas. Steven simuló estirarse y se agarró del descansa brazos del sofá. Cuando se percató de Jessica de nuevo, ella reía y comentaba algo sobre la canción que Adam había cantado. Su sonrisa era muy blanca, como para ser natural y sus ojos estaban cerrados por la sonrisa. Sus largas pestañas casi tocaban sus cejas y Steven suspiró.
Cuando ella lo volvió a ver y lo encontró tan concentrado, se atemorizó. Él lucía como alguien que acecha una jovencita en la calle, pero era de cierta manera estimulante tenerlo ahí consigo.
—Eres hermosa. —Musitó desviando su mirada a los dos o tres lunares que salpicaban su cuello. Ella se ruborizó al instante. No esperaba un halago de su parte y menos, que él se incorporara para besarla.
Los tragos no permitieron que tuviera mucha coordinación o de que supiera manejar la fuerza que quizá utilizó para irse sobre ella o el tiempo que tardó en apartarse. La miró un instante, esperando su aprobación y ella, al notar que finalmente él había dado el primer paso, le atrajo con una mano en su cuello.
Las palpitaciones de ambos, parecieron encontrar un compás. La sensación de triunfo se amoldó en la cabeza de ella. Había tenido un control extraordinario sobre sí misma estando en el cine con él, pero ahí estaba, finalmente.
No supo bien cómo terminaron de pie, pero se dio cuenta cuando sus estaturas se hicieron obvias. Ella se deshizo de los tacones y ésta se pronunció más. La pequeña cintura de ella, estaba entre las manos masculinas. Jessica, no tenía suficiente.
Ella pudo haber hecho una larga lista mental de las cosas que hacían que su corazón latiera con tanta rapidez. Por otro lado el placer que Steven sentía al acariciarle y ser necesitado con tanta desesperación, le dificultaba respirar. Extrañaba eso.
Maldición, lo extrañaba.
Alguien golpeó a la puerta y Steven fue quien la apartó, quizá alarmado de sus propios impulsos. Jessica corrió a la puerta y sostuvo una pequeña y afanada conversación con alguien. Él se desplomó en el sofá de nuevo y cerró los ojos, ignorando el caos que se desataba en su pecho. Y el nudo que se apretaba con más fuerza en su mente.
Lastimosamente, el beso no significó para él, lo mismo que para ella. Y Jessica lo notó, cuando al regresar, lo encontró dormido.