Veintiséis

2K 240 28
                                    

ÚLTIMO CAPÍTULO

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

ÚLTIMO CAPÍTULO.

La luz se filtraba por todas las ventanas, haciendo que la pequeña sala luciera acogedora. Después de desempacar la última caja y organizar todo en el pequeño apartamento, el lugar lucía como un hogar para Melany.

Haber regresado a su antiguo pueblo era reconfortante, había visto personas que durante años estuvieron extraviadas en su mente y sus padres lucían casi tan jóvenes como cuando se fue, hacía cinco años. Sin embargo, ellos no estaban del todo felices de verla allí por algunas razones, pero la que más destacaba entre todas era su disgusto por el divorcio.

Melany no perdió mucho tiempo haciéndoles saber que no le interesaba mucho lo que ellos opinaran, después de todo era su vida, eran sus decisiones y nadie había pasado por lo de ella. Su hermana tampoco perdió la oportunidad de hacerle saber su desacuerdo y a diferencia de sus progenitores, las palabras de ella siempre lograban cavar dentro de sus pensamientos.

Era realmente extraño volver a vivir sola, le recordó a sus días en la universidad, cuando compartía una pequeña habitación en un tercer piso con otras tres amigas; los meses antes de conocer a Steven. Durante muchas noches repasó en su mente los momentos previos a conocerlo y lo que se hubiese ahorrado de no haber pasado.

Aunque odiaba admitirlo, estaba segura de que había muchísimas cosas que no querría volver a vivir y a pesar de que quería deshacerse de toda la culpa, lo que Steven le dijo, le hacía saber aun dentro de sí misma, que era cierto: Ella también tenía la culpa de lo que había sucedido.

Pasaba gran parte de su tiempo con un grupo de mujeres divorciadas que realizaban reuniones amistosas en un pequeño bar a pocas cuadras de su casa. Todas hablaban con burla de las cosas que habían vivido a excepción de ella. Sólo sabían que estaba divorciada y que había perdido un bebé, pero la apoyaban como si se conocieran de toda la vida. En ocasiones recordaba a Steven cuando ellas empezaban a contar sus fracasadas relaciones y se preguntaba si haberle dejado aquel detalle antes de irse, había sido lo correcto.

Por otro lado, Steven estaba realmente feliz de volver a trabajar. Su madre finalmente había sido dada de alta y había regresado a casa con Máximo. Él y Jackson se conformaban con saber que ella viviría y estaba bien, no importaba si no recordaba que era su madre. Cuando su padre se enteró del divorcio se disculpó muchas veces por haberlo hecho sentir mal y Steven sintió que quizá lo peor, ya estaba pasando.

Había sido recientemente contratado en una nueva firma de arquitectos, donde Adam lo había seguido como su buen amigo fiel; vivía junto a él y frecuentaba un pequeño club donde gastaba su energía y tiempo libre apostando al póquer. Fue preciso en ese lugar donde una noche, conoció a una joven viuda con una mente creativa y perspicaz. No había pasado nada más que el cruce de unas cuantas palabras, pero estaba más que seguro que ella sería quien le ayudaría a aliviar el ardor de la soledad.

Una noche al salir del trabajo, vio a Adam afuera de su apartamento con una caja blanca en las manos. Steven le sonrió confundido.

— ¿Todo bien? —Preguntó mientras introducía la llave en la cerradura. Adam titubeó.

— Esto te lo dejó Melany hace un mes, pero pensé que no estabas listo para recibirlo —Comentó el hombre, extendiendo su brazo y entregándole la caja. Steven empujó la puerta y evitó verse nervioso ante la mención de ese nombre. —Espero que no te moleste que lo haya ocultado de ti.

Él no dijo nada, sino que se limitó a recibir la caja y agradecer. Adam comprendió y se retiró sin pronunciar más palabras y Steven entró a su apartamento, encontrándose con el perturbador silencio. Sus manos sudaban y con temblor desató el moño. Dentro estaba el pequeño león de Patrick, cocido y una nota con una sola palabra: Gracias.

¿Me agradece por haberle dado siete años de mi vida o por haberla dejado ir a la fuerza? Se preguntó, queriendo ahogar la pequeña llama de molestia dentro de sí. Pensó que Adam había calculado mal el tiempo, aún no estaba listo. Respiró hondo y antes de desquitar su ira con el peluche de felpa, de un puñetazo lanzó contra la pared la caja.

Esa noche observó el techo mientras que el silencio cobijaba sus oscuros pensamientos. Él no tenía ningún derecho de culparla. Ella merecía ser feliz, con o sin él. Y él necesitaba continuar, entender, aprender. No quería darse cuenta un día que había tropezado cientos de veces con la misma piedra. Así era como funcionaban las cosas, así era como tenían que ser y nada de lo que hubiese hecho habría cambiado el desenlace.

Buscó el león en el pequeño sofá de la sala y se lo llevó a la cama, lo abrazó y le dedicó el último llanto a su fallido matrimonio y antes de quedarse dormido se convenció de que todas las cosas que pasaban, eran para bien.


UNA ROSA MARCHITA │COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora