Capítulo 12

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Su cuerpo estaba encendido en fuego, sintiendo cada sensación como nueva, electrificando todos los puntos nerviosos de su piel. Sus bocas chocaban juntas con pasión, deslizándose entre ellas, húmedas, demandantes... exigiendo más del otro, deseándose locamente. Los gemidos resonaban por la habitación en penumbra, volviendo el ambiente erótico y excitante, mientras que los dos chicos sobre la cama, recorrían cada centímetro del otro, ocultos bajo las sabanas, como dos amantes ocasionales que se juntan sólo para unir sus cuerpos, desesperados por sentirse piel a piel. Kurt se retorcía bajo el cuerpo duro y masculino de Blaine, susurrando cosas sin ton ni son, disfrutando las embestidas potentes y sin pausa. Gimió fuerte, siendo incapaz de ocultar el placer en el cual estaba envuelto. Sus manos arrugaron las sabanas, en tanto el castaño se deshacía bajo las caricias del mayor. Estaba tan excitado, que podía ver como rápidamente se acercaba al clímax. Sin embargo, no quería que aquella maravilla acabara aún, por el contrario, deseaba seguir sintiendo el impacto de las caderas del moreno, sus respiraciones irregulares sobre el cuello y sus dulces labios lamiendo el hueso de su clavícula. Podría pasar horas sumido en esa intensa nebulosa de placer. Las manos grandes y varoniles de Blaine envolvieron su miembro, bombeando su venida, dejándolo sin aliento, rendido y profundamente satisfecho, como si hubiera tocado el cielo y regresado.

- ¡Blaine! – gimió, abriendo los ojos, con la respiración agitada. Miró a su alrededor, encontrándose sólo. Estaba en su cuarto, el reloj indicaba que apenas eran las seis de la mañana – Oh, santo cielo... - siseó al sentir la caliente humedad en sus pantalones. Había tenido un potente, y muy real, sueño húmedo con Blaine, y ahora tendría que cambiarse la ropa interior.

Se levantó con desgana, sintiendo aun las manos del moreno sobre su cuerpo y sus labios en su boca. Hacía muchísimo tiempo que no experimentaba algo así. Tal vez cuando su noviazgo con Sebastian comenzó a subir de tono y se masturbaba antes de irse a dormir, hablando por teléfono con su ex... Pero esto... esto era diferente, porque se había corrido gloriosamente, sin siquiera llegar a tocarse, sólo con la imagen de Blaine en un sueño. Era una locura.

- Maldición – masculló, al notar que, a pesar de su pequeño accidente, volvía a estar duro, con los vestigios del sueño vívido que no podía dejar de ver en su cabeza. Sin poder detenerse a pensar mucho en ello, decidió continuar el juego con su mano, dándose placer para luego dormirse una hora más.

No tuvo que esforzarse mucho en ello, pues su cuerpo recordaba las caricias de su ensoñación, lo que le facilitó la tarea en gran manera. No sabía que le ocurría con Blaine, ni qué clase de hechizo había puesto sobre él el moreno, para que no pudiera quitárselo de la cabeza. Su corrida fue tan abundante como la primera, lo cual sorprendió al menor. Llevaba demasiado tiempo sin hacer el amor con nadie, por lo que le atribuyó su percance a ese hecho.

- ¡Kurt! ¡Ya levántate! – Finn apareció por su puerta, una hora después, vociferando y descorriendo las cortinas – Llegarás tarde al instituto.

- ¡Argh! – el aludido se volteó en su cama, quedando boca abajo, tratando forzosamente de mantener sus ojos cerrados.

- ¡Arriba! – insistió el más alto, meciéndolo con energía, pero no demasiada.

- Te odio, Finn... - graznó, con voz adormilada.

- Ya me lo agradecerás – se rió el mayor.

Cuando llegaron al instituto, Blaine estaba esperando por él. Finn le susurró que no se fiara de ese tipo, pero Kurt le aseguró que era una buena persona, al menos con él.

Blaine se acercó al castaño, con su sonrisa arrogante.

- ¿Has convertido a Hudson en tu escolta, o algo por el estilo? – bromeó, una vez que el mencionado chico se alejara.

¿Quién Es El Padre? [Klaine]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora