Vengo del planeta azul, donde sus habitantes se matan entre sí.
―Autor descocido.
El caos empezaba hacerse notorio en Inglaterra, constantemente los soldados era enviados a confrontar a los rusos. Pero aquellos desastres no eran los más catastróficos, las personas se empezaban alarmar, temían por las cosechas, el incremento de impuesto, incluso había rumores sobre que el rey de Reino Unido empezaba a reclutar a nobles he obreros varones mayores de quince años.
El temor se resguarda, hasta en el más pequeño rincón de la humanidad del siglo XIX.
Constantin por desgracia partió a la batalla, el deber de su división fue resguardar el estrecho del Bósforo y Grecia. Si aquellos territorios eran liberados y a su vez arrebatados de las potencias, la guerra se consumaría y el golpe de Rusia seria certero.
Mientras tanto mi deber era pasar desapercibida, me escondo entre las faldas de mi viejo y roto vestido verde pálido, un desgastado mandil y un par de manos delgadas con unas cuantas ampollas.
Era casi una experta en tallar manchas de sangre, sudor y lodo, de la ropa. Incluso había encontrado la posición exacta para tallar la ropa, sin que doliera las rodillas y espalda.
Mi cabello había perdido su brillo y suavidad, me mantenía en una dieta estricta en pan y pastas. Debajo de mis ojos unas oscuras ojeras, adornaban mi rostro.
En ocasiones me daba pena salir de mi pequeña tienda. No reconocía mi aspecto, el espejo refleja una piltrafa de mujer, sucia y delgada. Sin embargo me obligaba a reaccionar, no era tiempo ni lugar, para preocupaciones y simples banalidades.
Me colocaba con calma las mangas del vestido, atándolas fuertemente con la parte superior del corpiño. Mis dedos pasan lentamente por las hebras de mis rojos cabellos, tratando de desenredar los nudos acumulados.
Mi pequeña rutina de aseo de todos los días. Estaba lista para otro día, de arduas tareas.
La naturalidad de la mañana, fluía calmada y tranquila, como siempre. Los mismos ruidos, las mismas voces, incluso el olor de aquel lugar que ahora llamaba casa.
Mi nube de sosiego y paz, se esfumo, en pareja de mi buen humor, cuando un par de gritos de ayuda, dolor y desesperación. Gente corriendo, el caos reinaba en nuestro campamento.
Los olores a lodo podrido, eran sustituidos por la sangre.
Mis pies me temblaban, mi cuerpo se tornaba pesado he inerte. Pues mi presentimiento salía a flote, sabía que el grupo de soldados que acompañaron a Cosntantin, habían fallado.
LA GUERRA HABÍA INICIADO.
La gente me aventaba, incluso me gritaban. Me encontraba atrapada por mis propios miedos he inseguridades.
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ESTO NO ES UN SUEÑO
Fiction HistoriqueJeannine ha vivido con cuatro normas en su vida. Todo vuelve, todo pasa por algo, el que se va no hace falta y lo que se hace se paga. Una chica pelirroja desea con ansias tener una vida de aventuras y emoción, llenar aquel hueco en su interior, p...