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Purple.

Londres había sido mi hogar desde los quince años. Extrañaría a mis compañeros de clase, y a mis amigas de aquí. Pero ya era de volver a casa, echaba de menos a mis mejores amigas.

¿Qué por qué mis padres me mandaron a un colegio al otro lado de océano?

Bueno, tienen dinero y se aburrían. ¿Qué hacemos con la niña? Oh sí, la mandamos dos años a Inglaterra para qué estudié en uno de los mejores colegios y bla bla bla...

Así, cómo dato.

Amo a mis padres, son amables y atentos, pero muy ocupados con su trabajo.

Gracias al cielo, quieren que acabe el instituto en Estados Unidos.

Hace una hora qué llegué a Atlanta y ahora me dirigía a Tybee Island, mi hogar. Era de noche, la luz de la luna era lo único qué reflejaba las calles, lo qué me sorprendió al llegar aquí, es la llovizna en pleno mes de julio.
Bajé del taxi, y el conductor me ayudó con las maletas.
Ya qué mis amados padres no me quieren y no vinieron a buscar al aeropuerto.

Mi casa está en un buen barrio, pero no parece un castillo encantado a comparación de otras. Es una casa grande, yo lo llamo palacio de Ariel, cómo el de la sirenita. Hay florecillas plantadas en el jardín, automáticamente sé en que gastó el tiempo mamá estos últimos años. También hay algunos árboles qué antes no había, la pintura ya no es cómo solía ser, ahora es un tono salmón suave.

Recorro el camino empredado, escucho a las rueditas de las maletas golpetear en el suelo mojado; pero antes de poder acercarme, un gritito me hace alzar la cabeza.

Mi madre se acerca corriendo a toda velocidad y me taclea, ni siquiera tengo tiempo de corroborar que es ella, solo puedo reconocerla por esos cabellos de color de miel. La abrazo fuerte y escucho sus sollozos. Mi corazón se arruga al verla llorar y suelto una risita nerviosa también por su reacción.

-¡No me puedo creer lo increíble que se te ve! -Exclama, apretujando mis antebrazos y sacándome una sonrisa- ¡Cuánto has crecido! ¡Estás preciosa! Te echaba tanto de menos, mi niña.

La última vez qué la vi, fue en abril, en las vacaciones de primavera fueron a verme a Inglaterra. Mientras tanto, me llamaba todas las semanas y me mandaba cosas junto con mi padre, y nos veíamos también en navidad.

-Llamaré ahora a Duff para qué nos ayudé a llevar esto a tu cuarto.

Duff.

No le veía desde hace dos años.
Siempre ha sido un chico diferente, muy apuesto y atractivo, de eso no tengo duda. Su madre, la señora McKagan, trabaja en nuestra casa desde antes de qué naciera. Aunque ahora, ella está más mayor y no puede encargarse de todas las cosas, por lo qué Duff se encarga de algunas tareas, ya sea de limpieza o ayuda a la gente que trabaja en la casa.

Me dejo guiar por mi madre al interior de mi casa.

-Cómo ya sabrás, los señores McKagan se mudaron a Seattle.

-¿Desde cuándo? -Pregunto confusa.

-La prejubilación, cielo -Me sonríe mi madre- Han hecho mucho por nuestra familia durante estos años, les toca un descanso -Me explica y asiento.

Mientras me explica los últimos acontecimientos qué han pasado, observo mi casa.

No ha cambiado en nada, es elegante y decorativo. Familiar y moderno a la vez. Grandes escaleras en la entrada y distintas habitaciones. Y el gran salón de celebraciones. Todavía están colgados viejos cuadros familiares por las paredes.

Cloud «Duff McKagan» ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora