"Chicos, ¿cómo va con esos chupasangre?".
La vigilancia esos días había sido más exigente. Los visitantes, a menudo atraídos por la presencia de la menor de los Cullen, habían estado más presentes que antes por sus bosques. Y eso nos daba más trabajo.
"Bien, ya hemos acabado" dijo Embry.
"¡Hey! Venid he encontrado un rastro extraño." gritó Quil.
"Está bien, no te muevas, voy para allá" dije yo.
Al principio creí que sería el rastro de un animal o de una sanguijuela que se había escapado, pero cuando llegué me di cuenta de que no era ninguna de esas cosas. Era un olor que recordaba a la brisa marina pero que estaba mezclado con algo muy dulce. No quemaba como el de los vampiros, de hecho era muy agradable, pero se notaba que no era humano. Decidí que lo mejor sería seguirlo a ver hasta dónde nos llevaba. Estuvimos corriendo varios minutos hasta que dimos con la razón de ese olor. En medio de un pequeño claro encontramos a una chica que tendría unos diecisiete o dieciocho años aproximadamente. Era bastante alta, mediría aproximadamente un metro setenta y poco, tenía una cabellera rubia recogido en una larga trenza, su piel era muy pálida y blanquecina. Me sorprendieron sus grandes ojos de un azul intenso, que hacía que pensases que lo que estabas viendo era el mismísimo mar. Vestía un abrigo rojo con capucha, unos pantalones blancos totalmente ceñidos y unas botas militares. Al hombro llevaba colgada una pequeña maleta negra.
Di un paso en su dirección para asegurarme que el extraño efluvio provenía de ella. Efectivamente.
"Increíble jamás había visto nada igual. Parece una diosa. Creo que me he enamorado" bromeó Embry.
"Céntrate, podría ser peligrosa" dije. Estaba confuso, no era un vampiro. Sus ojos no eran rojos ni dorados, tampoco era humana eso seguro. Pero entonces, ¿qué era?
Parecía sorprendida, seguramente no se esperaba ver a unos lobos tan enormes. Mientras meditaba si debíamos atacarla o no, salió disparada. Por inercia fui tras ella. Me sorprendió lo rápida que era, igual o incluso más que los vampiros. Se percató que la seguíamos y empezó a correr más deprisa provocando que nosotros también aumentáramos la velocidad del paso. Pero de nada sirvió, en cuestión de segundos la perdimos. Sin embargo, la carrera me había ayudado a deducir a dónde se dirigía. Si seguía por ese camino, llegaría al territorio de los Cullen. Es más, iría a parar justo a la casa.
Decidí que, de momento, era mejor volver a casa. No podíamos pasar las fronteras. Si era peligrosa, ellos se encargarían de ella. Dejé a algunos patrullando por si acaso aparecían más sanguijuelas y me dirigí a casa para ver a Emily.
Dios, tengo unas ganas enormes de verla.
Entré por la puerta y allí estaba mi Sol, como siempre a esta hora, cocinando para cuando llegaran los demás. Me acerqué a ella y la abracé por detrás, me encantaba tenerla entre mis brazos. Me separé y la cogí por la cintura para atraerla de nuevo a mí y poder darle un merecido beso en sus dulces labios.
--- Vaya hoy llegás temprano, ¿y eso? -me dijo sonriendo.
--- Es que me moría de ganas de verte -le dije arrimándola más a mí.
Entonces escuché un carraspeo detrás de mí. Me giré para ver quién era el idiota que estaba estropeando mi momento con ella. Noté como mis ojos se abrían como platos. Mi boca también cayó un poco, pero fui capaz de cerrarla antes de que pareciera un completo bobo. No podía creer lo que estaba viendo. Llevaba un año sin saber nada de él. Desde la visita de los estúpidos vampiros italianos no había aparecido en ningún momento. Cuando le pedí a Seth que intentara localizarlo, para que pudiera venir a nuestra boda, pensé que sería misión imposible. Pero no, ahí lo tenía. Mi mejor amigo y el padrino de mi boda, Jacob, había vuelto.
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Mareas Misteriosas {#Libro 1} [EDITANDO]
Roman pour AdolescentsTras el encuentro con los Vulturis la paz parece llegar a la vida de los Cullen. Pero una visita inesperada hará que esa paz sea amenazada. Jacob, después de estar un año viajando por el mundo en su forma lobuna, decide volver para la boda de Emily...