Capítulo 2: Miedo

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Los días pasan y pasan a una velocidad completamente anormal. De haber sabido que solo quedaban unos pocos de ellos para que el otoño llegase a nuestro país me hubiera asegurado de hacer la compra sin que mi madre me lo recordase cada día de la semana.

Los supermercados son aburridos, y más hacer la compra para una semana más.

   Cojo el carro de la compra nada más entro por la puerta. Tengo suerte de no estar mal acompañada, pero a la vez una mala sensación me recorre la médula espinal. Murasakibara tiene que doblarse para pasar por la diminuta puerta y volver a enderezarse para caminar igual que siempre. ¿Cómo lo convencí? He tenido que utilizar la maravillosa táctica del «te compraré lo que quieras si me acompañas» durante el transcurso de la conversación. Aprovechando que estaba solo en casa lo he cogido de la oreja y arrastrado conmigo a la calle a pesar de llevar él un pijama y estar aún medio dormido. Después de un rato terminó por vestirse, desayunar y bajar conmigo a la calle para acompañarme a hacer la compra. Todo eso bajo mi vigilancia más absoluta para que no se durmiese.

-Qué pereza -dijo poniéndose el abrigo por encima de la fina camiseta holgada.

   Saco la lista de la compra a medio pasillo mientras sigo empujando el carro por los pasillos del supermercado. Mi madre no se ha cortado escribiendo lo que necesitaba: leche, galletas, café, vegetales, frutas,... ¿Pero cuánto quiere comprar, el supermercado entero? ¿Todo esto es lo que comemos en nuestra casa sin mi hermano? No me quejo imaginar lo que comemos cuando está él en el país. Eso me deprimiría más de lo que estoy. Hay otra lista por a parte de atrás.

-¿Vamos a tardar mucho? Tengo sueño

-Tu siempre tienes sueño -respondo cogiendo una botella de detergente líquido y la meto en el carro-. ¿Alguna vez te has sentido despierto?

-Sí -responde él con su tono habitual-, pero ya no soy un niño pequeño.

El comentario me divierte.

-Kagami no decía lo mismo ayer -indico. Cojo varios paquetes de café sin leer el tipo del cual es cada una. Daba igual de que marca o tipo fuera, nos lo íbamos a beber igualmente-. ¿Cómo pudiste caer en una trampa tan sencilla como esa? No eres un niño pequeño, Atsushi. Debes de reaccionar como un adulto.

-¿Ah? Fue él quien empezó diciendo que no tenía agallas y que estaba huyendo porque era un cobarde. ¿Desde cuándo soy yo un cobarde? Lo aplastaré.

-Siempre dices lo mismo, ¿no?

Giro el carro y por lo tanto tenemos doblar la esquina del pasillo.

   Cojo algunas cosas y las meto prestando atención a las caras que hace cuando baja la cabeza para leer el contenido que llevan aquellas cosas. La mayoría de ellas son saludables para el cuerpo humano, mientras que las otras son capricho de mi padre para cuando hay reuniones de familia con su jefe en nuestra casa. Su cara cuando lee los ingredientes de una ensalada compuesta con todo tipo de alimentos es la que más me divierte. Junta las cejas frunciendo el ceño, mientras que sus labios forman una perfecta línea recta en su rostro.

   Soy el primero de los dos en sonreír. La escena sería cómica si no supiera que los vegetales son el alimento que más odia, en especial las zanahorias. Bajo la mirada hacia la enseñada envuelta en plástico; lleva zanahoria rayada. Y un tenedor de plástico si la quieres para llevar.

-Aplastar, aplaste y aplastar... Siempre le dices eso a una persona a la cual le has cogido manía porque te ha molestado algo que dijo -comienzo-. Yo no soy exactamente la persona más lista para darse cuenta de lo que dice, y menos tímida para callarme... ¿No me quiere aplastar?

BEFORE the FALLEN -[Murasakibara Atsushi] [Kuroko No Basuke]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora