Capítulo 16: En medio de la noche.

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Es el calor el que me despierta, y no las patadas de Atsushi contra las rodillas.

   Malhumorada, me siento sobre el colchón, con cuidado de no despertar a la fiera que tengo al lado. La habitación está a oscuras, pero la luz que entra por la rendija que dejé abierta ayer es lo suficientemente grande como para iluminar el rostro intranquilo de Murasakibara. Los ojos cerrados con fuerza y las manos apretadas contra la almohada son lo primero que arreglo para que no se levante mañana con heridas. Es la segunda vez que lo encuentro de esa manera. Paso las yemas de los dedos por el lado visible de su rostro, susurrándole palabras conocidas que lo calman al instante; casi podría tratarse de un niño pequeño. Aunque desconozco si los niños tienen pesadillas con cuervos persiguiéndoles por la calle, indefensos y sin que desaparezcan por mucho que grites, patalees y huyas de ellos.

   Uno de los mayores miedos de Atsushi con los cuervos, las aves tan famosamente conocidas por aparecer de repente en los cementerios cuando buscas la pieza clave de un puzzle mental que te llevará al tesoro. No sé la razón, ya que nunca me la ha dicho, pero también debe de ser por mi culpa; nunca he querido saber más del tema. Pero viéndolo ahí, indefenso y encogido en la cama sin que nadie pueda protegerlo, mi instinto maternal se activa de golpe para cuidar de él. La primera vez que lo hizo fue el tercer día que dormimos juntos, en mi casa y durante la tarde de verano. No recuerdo mucho de la situación, pero fue cuando me levanté y nada más abrir el libro de psicología de los pacientes cuando empezó a temblar pese al calor del dormitorio.

-Tranquilo -le susurro. Ni muy cerca ni muy lejos es la distancia perfecta para no recibir ningún golpe cuyo espasmo muscular le provoque.

   Observo como sus rasgos se relajan, y suspiro aliviada. El agarre que ejerce contra la almohada pasa a convertirse en un imán para mi cintura; lo hace de acto reflejo. Su brazo pasa con insistencia sobre mi cintura, y su cuerpo se convierte en el remitente de mi cuerpo nada más el espacio que nos separaba se convierte en nada. Por una vez, lo dejo hacerlo. Ambos estamos en ropa interior cómoda pero ligera, y ahí fuera hace un frío de mil demonios que sería mejor no agarrar.

   Cinco minutos más tarde, me vuelo a dormir entre sus brazos, con la cabeza de Atsushi en el pecho, notando su respiración relajada contra mi piel semidesnuda.

BEFORE the FALLEN -[Murasakibara Atsushi] [Kuroko No Basuke]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora