–¿Está más cómoda? –Me pregunta la enfermera por tercera vez.
Asiento con la cabeza.
Los padres de Murasakibara nos recogieron en la entrada del bloque de apartamentos de mi abuela después de que la ambulancia se llevase el cuerpo de mi madre y a mi padre como acompañante. Durante el camino, sus padres no dejaban de preguntar como había sucedido eso y yo, sin palabras en la boca, solo he podido ocultarme en el torso de Murasakibara. Sin embargo, y a pesar del cariño que tengo hacia esa familia desde que los conocí hace unos meses, el mejor momento que pasé con ellos dentro de ese diminuto espacio es cuando no tienen más temas que sacar para distraernos durante el camino y se callan. Es por fin un momento en el que me pongo a pensar en lo que hubiera pasado si yo no hubiese pisado el pavimento de la calle. Definitivamente, todo esto no hubiera pasado.
Pienso en mamá sentada en una de las sillas de la cocina buscando la receta de algún postre en uno de sus muchos libros de cocina mientras mi hermano cuidaba de mi en el salón. En las miles de veces que tenía que ponerme tiritas en las rodillas porque me tropezaba con cualquier cosa que estuviera por los suelos. En los besos en la mejilla y sus cuentos antes de irnos a dormir... Todas esas cosas aparecen ahora por mi cabeza, en vez de en los momentos en los que más los necesité. Y luego está ese horrible olor a analgésicos de hospital que tanto me revuelve el estómago. Dios, podrían haberle puesto otro olor en vez de esa mezclilla de muerte y desesperación que acaba con tus fosas nasales. Aunque igual hubiera sido mejor esto a uno parecido a la lavanda. De otra forma hubiese odiado al que es mi olor favorito por encima de todos.
Cuando la enfermera que me atiende se da cuenta de que estoy llorando no duda ni un segundo en alejar las pinzas con las que me trataba los arañazos y dejarlas encima de una bandeja de metal. Su característico olor a desinfectante la detecta antes de que una de sus manos puedan tomar contacto con mi hombro.
–Cielo, no es que yo sea experta en accidentes automovilísticos, pero sí que sé como acaban –señala, tranquila–. Y la mujer por la que tu y ese chico tan alto estáis esperando no está en las peores.
El corazón se me encoje cuando nombra a mi madre. Nunca pensaba encontrarme en una de estas situaciones. ¿Por qué hacerlo? Después de todo, no es como si mi padre pudiera salir siempre que quisiera de casa para vivir su vida; siempre se ha preocupado por nosotros, pero nunca por ella. Si el apocalipsis estuviera cerca, ella sería el Mesías de nuestra civilización. Tenso la mandíbula apretando la falda del vestido hasta que los dedos se me ponen blancos.
La enfermera se marcha cuando una de sus compañeras se marcha, dejándome sola y con el corazón en un puño. La boca se me llena de sangre al darme cuenta de que me estoy mordiendo la lengua con demasiada fuerza; intento relajarme. Lo único que faltaba sería que alguien más se lesionase, por muy estúpido que fuera el daño.
–Ed-chin. –Una mano me toca el hombro con cuidado.
Levanto la cabeza, encontrando a Murasakibara enfrente de mi.
Aún lleva la misma ropa que en la cena, y en sus manos lleva una bolsa de la que supongo que son dulces de la cafetería aierta las veinticuatro horas de la primera planta. Una oleada de rabia me sube desde el estómago, pidiendo a gritos salir, pero no lo consigue. Cuando veo que me tiende la bolsa esa sensación incómoda desaparece casi al instante. No puedo verle los ojos porque ese absurdo mechón que siempre le corta el rostro se los oculta, pero sí una leve sonrisa; esa pequeña línea que se eleva en su rostro por encima de la barbilla, por encima de una diminuta cicatriz de la infancia. Mi corazón se acelera, y las lágrimas comienzan a manar de mis ojos; todo lo que no quería hacer se va al garete...
-Oh, Ed-chin...
Se sienta a mi lado, dejando las bolsas en el suelo, a nuestro lado e ignorándolas. Me cubro el rostro con las manos, apoyando los codos sobre las rodillas para llorar a rienda suelta.
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BEFORE the FALLEN -[Murasakibara Atsushi] [Kuroko No Basuke]
FanfictionDesde hace meses, Eden Fujimoto y Atsushi Murasakibara son pareja. Las dudas sobre su relación se cierne sobre ella cuando uno de sus compañeros le cuenta los cambios de humor de su pareja en el campo; por si fuera poco, los miembros de la Generació...