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Para Marco la visa comenzaba a convertirse en una excelente basura mal oliente.

Miraba con repulsión y desagrado aquella chamarra roja con dos franjas blancas en sus brazos, el portador era consciente de la mirada ámbar que Marco le daba, le hacia que un escalofrío le recorriera la espina dorsal.

¡Marco por favor!

Bufando y deshaciendo cualquier calumnia que tuviera que ver con dañar a Rivera, se fue al mismísimo inodoro al notar como Guerra se acercaba a Miguel, lo saludaba de una manera que hacia que la mal comida de su madre desease volver en una forma no muy agradable.

Chanqueando la lengua siguió ignorando aquella pareja de homosexuales y prefirió seguir su camino.

Sentía tanta repulsión, tanta cólera, su odio sobrepasaba el mismo cielo negro que pintaba aquel día llena de tormentas y relámpagos.

Las clases pasaron normales, pero era la lluvia que no dejo a de la Cruz jugar y despejar su mente de aquella repulsiva pareja de Miguel y Carlos.

Al salir de la jornada académica, varios de los alumnos se protegían de la tormenta, pues una feroz lluvia comenzó a arrasar por Santa Cecilia. Varios chicos preferirían quedarse dentro resguardados de la lluvia, secos, hasta que su tutor llegará por ellos.

Pero tal perecía que la suerte no estaba del lado de Marco… Ni de Miguel.

— ¡Wow, Miguel! ¿Cuánto has crecido? — la madre de Marco miraba con asombro al recién mencionado — Y estas tan guapo — halago, dejando a un sonrojado y apenado Miguel sonreír nervioso — Tu mami y tu hermano me dieron la tarea de que te llevará a casa, creó que Simón te aviso, ¿Verdad? — informó la mujer, dejando que Miguel solo afirmará con la cabeza.

Marco por su lado miraba con odio y repulsión al invasor que iría con él en la misma camioneta.

— ¡Bien!, entonces andando — la mujer, a pesar de vivir el infierno en su propia casa, fuera de ella hacia como si su vida fuera como la de cualquier familia “feliz”.

Marco iba a reclamar, estaba a punto de gritarlo pero no paso…

Decidió callar, pues mas que nadie sabia que su madre ya no podía aguantar más gritos.

Su furia se la trago, transmitiéndolo mejor en el agarre de su mochila y el fuerte puño de su mano contraria.

— Tengan — la mujer les entregó un paraguas — Así no se mojaran tanto al llegar a la camioneta — dijo, haciendo notar que era lo único que traía para cubrirlos, sonrió con pena y solo Marco sabía del porque solo su madre traía un paraguas.

Por otro lado, Miguel sintió una corriente eléctrica atravesar todo su cuerpo. ¡Iba a compartir paraguas con Marco! A pesar de que ya habían pasado varios años desde la ultima vez, para Miguel era como si fuese la primera vez, y lo ponía nervioso, pero no por que Marco fuera su antiguo “crush”, sino que sabía el odio y el repudio que este le daba cada día con la mirada.

Viró, notando como Marco callaba u retenía sus impulsos para gritar que no deseaba aquello, lo reflejaba, cada parte de su cuerpo gritaba que no quería compartir paraguas e ir junto a él en la misma camioneta, pero lo callaba y Miguel lo notó, pero no sabia del por qué retenerlo.

— Mas vale que te apures, Rivera o sino te dejare atrás — hablo Marco, haciendo que Miguel rompiera cualquier pensamiento y se fuera al lado de Marco.

Esto era incómodo, pero agradecía que vinieran por Carlos antes de que su novio hiciera una escena.

Miguel tuvo como prioridad no rozar las ropas de Marco con las suyas, pero esto causaba que se mojara levemente. Esto claro a Marco le molesto, y por defecto lo hacia desesperar más por la prioridad de Miguel en no rozar ni su espacio vital.

— Vas a tener un resfriado si no te tapas bien — la voz de Marco era fría, miraba al frente sin tener contacto visual con su acompañante.

— Pe-Pero — el nerviosismo y temor calaron por completo su cuerpo, esto era mas fuerte que sentir las frías gotas de la intemperie.

Marco bufo por los tartamudeos que el contrario daba, dando las excusas que no deseaba escuchar, por lo menos hoy no. Por lo que tomo a Miguel de la cintura, apegandolo a él para que ya no se mojara el enclenque.

Rivera se estremeció, sonrojándose al instante por aquel simple contacto, Marco tenia la suficiente fuerza para que se acercará. Miró a Marco, su semblante era serio, sin representar ninguna emoción al respecto.

Una vez que llegaron a la camioneta, la madre de Marco les pidió dejar sus cosas en la cajuela, a lo que ambos acataron la orden.

— Ma-Marco — habló primeramente Rivera, obteniendo un silencio — gra-gracias por… — y fue interrumpido por el propio.

— Ni te hagas estúpidas ilusiones de que estoy cambiando Rivera, te sigo odiando ¿Entendido? — Marco intimido a Miguel con su sola mirada ámbar, dejando acorralado a Rivera — Además — se acercó, tomando el mentón del menor y con una mirada altanera sonrió — Te gusta que te traten como niña — y aquella sonrisa y mirada se ensombrecieron — Eso refleja lo marica que eres — bruscamente lo soltó, dejando a Miguel estático y; a pesar de todo, con un roto corazón y con ilusiones desmoronarse.

MasoquismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora