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── ¿Que te preocupó? ── hablo unos minutos después, con un deje de gracia en su tono de voz ── Por favor Rivera, hazte un maldito favor y deja de ser tan hipócrita ── hablo ahora con firmeza ── ¿Qué te preocupas? ¡No me hagas reír, Rivera! ── arrebató el brazo que tenía Rivera sujeto ── ¡Todo mundo sabe que pasa! No puede ser que tú no ¡Y no me ventas con tus estupideces, por favor! Tenerme esa ridiculez de lastima no te queda en absoluto ── habló bruscamente hacia el moreno, su voz era afilada, aquellos ojos estaban mas que muertos y Miguel lo había notado.

── Estas equivocado Marco ── volvió Miguel, antes de que el contrario saliera de ahí.

Marco chasqueo la lengua, su mueca mostraba tanto enojó que por simple impulsó tomo al hijo de zapateros por el cuello de su atuendo, fulminándolo así con su mirada ambarina.

Miguel se dejo ser, sabia que Marco tenía que desquitarse de quien sea en cualquier forma, por lo que únicamente cerro sus ojos, esperando algún golpe o algo que fuera que lastimará su cuerpo, pero esto jamás llegó, abrió sus ojos, sintiendo como el agarre de Marco era más flojo y lo primero que noto era que de sus ojos escapaban cruelmente lágrimas.

Y finalmente Miguel sintió como su corazón se oprimía, su corazón no soportaba ver de ese modo al de la Cruz, por muy maldito que se haya portado con él, su corazón seguía agitado por Marco, muy a pesar de lo que sucediera, muy a pesar de lo que fue, muy a pesar de lo llegase a ser.

── No vales ni mi tiempo ── fue lo único que Marco dijo en murmullo y salio de aquel lugar, directamente hacia la dirección donde estaba su escuela.

Miguel quedo congelado unos segundos, mirando a la lejanía la silueta del joven de la Cruz, notando poco a poco se desvanecía de su visión y así desaparecer a la lejanía.

Y así días y días pasaban, torturando al pobre de Marco, dejando a la deriva de todo un caos dentro de su hogar y los constantes gritos eran los que rondaban por chismes del pueblo mágico de Santa Cecilia.

Rumores, chismes y una que otra sacada de la manga, dejaban estupefactos a los oyentes y temiendo por el propio padre de la Cruz, y de igual forma por Marco, haciéndolo caer el los prejuicios de la gente y que todo lo que llega a ser el padre, algún día lo será el hijo.

Así paso y para Miguel los días se volvían un poco más alegres con Carlos a su lado, dándole el amor que el de una pareja merecía, y siendo la propia familia de este tener la calidez de una misma familia. Por que sí, la familia Guerra era quien más adoraba el hecho de que el Rivera fuera el novio del más joven de su apellido.

Rivera tenía en sus manos la grata felicidad de una calidez sin igual, pero la otra parte de aquella felicidad plena, recaía en las miradas filosas de su propia familia, dejando que los comentarios y chistes hirientes borrarán su bella sonrisa. Dejando que fuera el Rivera mayor, el mismo consuelo de su hermano menor.

Simón no perdonaba a su familia de que fuera esta misma, quienes no aceptaban tal cual a su misma familia. No, ya que era la misma sociedad quienes los manipulaba y se preocupaban del que dirían. Algo que le valía tres hectáreas de verga al mismo Simón.

Era tranquilo; o por lo menos así lo veían unos pocos, hasta que Marco dejó de ir a la escuela. Según la dirección y las propias palabras de la maestra de clase.

── Marco de la Cruz no va a seguir en la escuela, por motivos familiares ── esas fueron las exactas palabras de la maestra.

Ahora era la escuela quien dejaba esparcir rumores y chismes con Marco, siendo el protagonista; junto a su familia, de las miles de palabras; algunas con sentidos y otras siendo una vil farsa, de lo que llegó a pasar con de la Cruz para ir a aquellos extremos.

Algo que a Miguel le preocupaba de cierto modo. Recordando como Marco era el primero que le preguntaba al Rivera del por qué faltaba a la escuela; claro en el pasado, y este le contestaba con la verdad.

Valiente y a la vez temeroso, Miguel decidió dejar que los días pasarán. Y si tuviera suerte topar con de la Cruz y preguntarle directamente a este mismo del por qué faltar de ese modo a la escuela hasta ser dado de baja por la propia institución.

Al principio de esto, Miguel se mostraba tranquilo por ver una que otra vez a Marco con la señora Minerva, comprando en su misma farmacia. O bueno, eso era al principio hasta que Miguel perdió el rastro de Marco. Y cierto día ya con decisión preguntar directamente a Marco, o tan siquiera a la madre de este mismo, por lo que ir a la morada de la Cruz fue un acto de debilidad y terror.

Tocó, hasta que en su visión se topo con el padre del mismo Marco con aspecto tan deplorable y tan asqueroso, oliendo a alcohol y demás sustancias toxicas.

── ¿Qué quieres mocoso? ── pregunto de mala gana mirando al joven castaño.

── Sí, eh. ¿Se encuentra Marco? ── pregunto nervioso y algo asustado por el aspecto y la manera en la que el de la Cruz mayor decía y mostraba cosas.

── No, ellos ya no viven aquí ── y azotó la puerta, cerrando esta en la propia cara de Miguel.

Aguarden. ¿Ellos?

Entonces ¿Marco y su mamá ya se fueron de la casa?

Pero ¿A dónde?

¿Por qué?

Preguntas sin respuestas, y recordando ciertos rumores que 

MasoquismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora