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Tibio, dulce y amargo a la vez, aquel roce de labios era mágico.

Un beso único.

Se sentía perfecto.

Marco sentía esa explosión de emociones y el inesperado deleite de su paladar inundar su boca con el saborizante que portaba Miguel a través de sus exquisitos labios.

Tal y como su madre le había descrito.

Era una nueva sensación, era maravilloso y sentía su piel enchinarse completamente con aquel beso.

Que con tan solo el toque tan suave y maravilloso haría un cosquilleo inimaginable y agradable.

Que su corazón explotaría y la frialdad en el se disolvería cuan iceberg desprotegido ante el abismal fuego.

Parecía el infierno, pero se sentía en el cielo. Probar de tal manera la exquisitez del sabor de unos labios como los que portaba el Rivera, era sin duda la mejor experiencia que hubiera tenido en tan corta vida.

Lamentablemente la mente del Rivera había dado clic en el peor de los momentos.

Él tenia novio y no merecía aquello.

Con tristeza, arrepentimiento, dolor y furia, Miguel había apartado de manera brutal el cuerpo que poco a poco comenzaba a acorralarlo al peor de sus actos y cometer infidelidad a la persona que menos lo merecía.

Exhalando y jadeando Miguel no podía ver a Marco, menos con la mirada borrosa a causa de las lágrimas amenazantes en salir y desmoronarse en mil pedazos por el ruin acto.

Lamentaba, lamentaba profundamente el haber besado a Marco, por mas que su corazón hubiera palpitado de tal manera que este necesitara mas de dichas sensaciones tan gratas y agradables. No podía hacerlo.

¿Por qué?

¿Por qué ahora que es feliz?

¿Por qué ahora que su corazón estaba por sanar de su amor no correspondido?

¿Por qué ahora que no quería saber de él?

Pero para Miguel lo más importante era...

¿Por qué seguir enamorado de alguien que no te correspondía de la misma forma, hasta que lo sientes perdido y rápidamente vuelve a incrustar dicho amor en el corazón, y vuelve a enfermarte de amor?

Marco si que era malo.

Marco si que era un desquiciado.

Marco si que era un imbécil.

Pero...

Marco era el imbécil de sus sueños.

Marco era el desquiciado que quería a su lado.

Marco era el malo que tanto amaba.

Y el corazón de Miguel lo sabía.

     ── Será mejor irme ── hablo el de la Cruz, después de un sepulcral silencio que se tragaba los minutos.

Miguel apenas podía mirarlo, podía percibir como este se levantaba, limpiaba la comisura de sus labios con ayuda de su manga, limpiaba las partes en donde suponía había tierra en su traje, y noto como este lo miraba y le lanzaba un semblante que no podía percibir así.

¿Por qué mirarlo así?

¿Por qué no decirle nada?

¿Por qué lanzarle miradas que no sabia que era lo que significaba?

     ── Adiós Miguel ── escuchó por parte del mariachi en vestimenta azul y dorado.

     ── Marco... ── susurró suficientemente audible para que este se detuviera, pero no lo mirará de frente.

MasoquismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora