- Epílogo -

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Despertó, con intensiones de verlo a él. Pero al ver que lo primero que sintió fue la comodidad de su cuerpo en el colchón, lo pudo suponer todo en su totalidad.

No quería moverse, no deseaba moverse y tener que voltear a ver su cruel y triste final con él. Y se negaba profundamente a seguir llorando.

Pero era inevitable, se encogió en su lugar, a pesar de dolor físico en su cuerpo, no pudo contener su dolor emocional y volver a llorar en posición fetal en ese colchón que tanto tenia esa esencia y frescura que solo él desprendía.

Lloró, lloró como nunca en la vida había llorado. Desgarrado, con el solo recuerdo cual sueño de un joven enamorado, pero que finalmente se volvía pesadilla al perderlo.

Era cruel, lo mas cruel que pudo vivir en ese momento.

Horas después de lo ocurrido, y no podía calmarse, seguramente Simón lo estaría buscando, seguramente Dante olfatearía su olor y lo encontraría. Cosa que no deseaba en ese momento.

Quería estar solo, no deseaba ver a nadie ya. Su corazón estaba destrozado, y lo peor… es poder seguir con él. Marco era aquel que lo dañaba y curaba, ese pedazo tan terrible pero tan fascinante en sentir.

Solo quería tenerlo un poco más, solo un rato; “eterno”, más.

Un poco mas calmado y tragando ese amargo sabor en la boca, trato de levantarse, sintiendo el dolor de su cuerpo al instante, aún, sintiendo sus piernas temblar y el cansancio apoderarse de cada centímetro de su debilitado cuerpo.

Se quito su prenda rota, colocándose únicamente su chamarra roja y vestirse con dolor, un dolor de cuerpo, pero era mas su dolor emocional.

Ese dolor de abandono lo superaba todo.

Se cerró su chamarra roja y se coloco la gorra, guardo sus manos en los bolsillos de la misma y comenzó a caminar; a pesar del dolor, poco a poco fue adaptándose y regresando a esa cruda y triste realidad, del cual no soportaba completamente.

Días, meses e incluso los años pasaron. El destrozado y abandonado corazón de Miguel, tuvo que sanar por completo, forzándose a seguir con su vida, seguir con el amor que u a vez le brindaron y donde la familia Guerra lo acogió entre sus brazos, brindándole aquello que carecía en su hogar y ocultando aquel día tan doloroso que vivió.

Paseaba, con su prometido en la remota ciudad, donde ambos tuvieron que mudarse gracias a los estudios de ambos, en donde concluyeron y siguieron su vida. Teniendo a un Rivera, a pocos pasos de ir al mundo de la fama con preciosas canciones compuestas por el mismo, y al Guerra siendo un brillante abogado, quien mantenía al marguen la imagen de su amado prometido.

Pero a pesar de los años, a pesar que el tiempo seguía su rumbo.

Para Miguel, el hueco que siempre faltaba para que su vida estuviera de nuevo en una maldita felicidad. Era él.

El mismo que lo tomo, amo, jodió y marco su cuerpo hace mas de dieciséis años.

Por fuera seguiría siendo el mismo joven alegre, que cantaba para su publico, que amaba las letras y el componer de la música.

Pero en su interior, aquella alma no paraba de llorar, de gritar el mismo nombre una y otra vez.

¿Por qué abandonarlo?

¿Por qué finalizar su historia cuando finalmente su amor había sido correspondido?

¿Por qué solo tomarlo y abandonarlo en un instante?

── ¿Qué pasa mi vida? ── el de ojos esmeralda, abrazaba por detrás al Rivera.

Su tono preocupante hizo que Miguel instantáneamente modificará completamente su actitudes. Pues a pesar de los años, el dolor seguía latente al recuerdo de esos días pasados.

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