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Golpe tras golpe, y gran humillación en todos lados.

Su vida ya no tenía los mismos colores que cuando los años en donde solo era un niño de cinco años. A los trece el mundo y su familia le arrebatarían cruelmente la venda de los ojos y le dejarían ver el mundo lúgubre y cruel que le esperaba.

¡Solo es un niño! ¿Por qué tratarlo de esa manera?

Oh espera, ya lo recordaba...

¡Porque es un PUTO MARICA!

Esa era la única respuesta a su cruel realidad.

Sentía ardor en su cuerpo y en su alma, pero dolía más el hecho de que siempre se repetía que no debía haber nacido, que era un error inhumano para la sociedad, que era un engendró y que no tenia el derecho a tener una vida o tan siquiera el apellido Rivera.

Otro día, igual que el de todos los días. Su patética vida y las palabras vulgares que recibía, toda la gente lo repudiaba, le daba asco, le daba terror y simplemente eso hacia que su familia lo odiara por ser él, el único caso de que el apellido Rivera fuera humillante.

Cada día era lo mismo, su monótona vida ya no tenía gran sentido, pero por alguna razón siempre cambiaba cuando lo veía a él, Marco de la Cruz.

A pesar de que él era la principal causa del dolor en su vida, aún sentía el mismo sentimiento que la primera vez que lo vio.

Tan apuesto, tan coqueto, cada parte de él lo enamoraba más. Su rostro, su cabello, sus labios... ¡Todo! Era perfecto.

Y ¿Quién no se enamora de alguien perfecto?

Miguel cayo ante sus encantos, pero también cayo ante sus burlas y despreció.

Sabia que jamas tendría una oportunidad con él, sabia que todos estarían en su contra y no podía hacer nada...

Absolutamente NADA.

MasoquismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora