1: El comienzo

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Rezar. Rezar era la única esperanza que tenía, cuando los médicos le habían dicho que a partir del comienzo del tratamiento de fertilidad, lo único que daría un hijo a ella y su marido, era un milagro.
Desde que se había casado con Héctor, su mayor deseo era tener hijos, pero él indeciso, a veces dudando pero al final siempre firme, respondía, "más adelante, ahora no es el momento."
Años después, cuando ella al final sentía que su vientre secaría pronto, desesperada tomó iniciativa y sin esperar que su marido respondiera siquiera, decidió que era momento de procrear. Sin resultados, ambos entre líneas y con dolor, iban aceptando el hecho de que quizás, nunca serían padres.
Poco tiempo después cuando ya estaban lo suficientemente fatigados para rendirse, una luz iluminó sus caminos, y el corazón de ella, pálpito con nuevo regocijo al enterarse de que un médico podría ayudarlos a tener un heredero de sus apellidos, Robledo Puch.

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El 19 de febrero de 1952, nació un bebé igual a su madre, piel pálida, ojos claros y cabello rubio entre cobre. La felicidad de su padre fue tal, que enseguida de conocer la noticia fue y busco en su cómoda el diario donde escribía todos los días. Y anotó
"Mi hijo nació hoy, es hermoso, igual a su madre."
Ambos dichosos presumían a su bebé a sus vecinos, amigos, familiares y amigos. El niño creció obediente, sin dar motivos de alerta a sus padres, siempre callado y pícaro, atento y con dotes para tocar el piano y hablar el Alemán, lengua de su madre.
Nunca en sus sonrisas y en sus abrazos, en sus travesuras de niño y en sus primeros pasos escolares, pensaron en su hijo como un posible criminal, ni siquiera como el más conocido por la Argentina, para ellos en ese entonces su hijo era un Ángel, y más tarde lo sería para el resto del mundo.

| El Ángel | Corazón ¿contento?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora