Su rostro se comprimía al placer de las embestidas que subían cada vez más de ritmo, allí arriba Carlos parecía un dios del Olimpo, mitad mortal mitad dios. Y quizás esa era la comparación más cercana a su extraña naturaleza. Tal vez, los personajes de la mitología no eran tan lejanos a los humanos de la vida cotidiana.
Tembló al sentirla llegar al orgasmo. Paralizada de placer, intentaba recobrar el aliento. Sus ojos no dejaban de mirarlo con deseo y cierta dulzura. Él era lo más cercano a una fantasía que parecía imposible, pero ahora lo tenía junto a ella, haciéndola suya y eligiéndola.
Carlos también se corrió seguido a ella, entrecerró los ojos y luego se desplomó a su lado. Sonrió ligeramente ante la travesura que acababa de hacer. Pendiente de que la chica estuviera bien, repasó los acontecimientos anteriores y volvió a sonreír ahora más ampliamente.
La jovencita de cabellos oscuros y piel canela, buscó sus labios y los besó con ternura. Carlitos se sintió tan liviano como una pluma luego de terminar su venganza. Y ya se encontraba sentado sobre la cama cuándo un chico que conocía bien ingresó por la puerta.
Los ojos del muchacho se abrieron dramáticamente, entre la confusión y el impacto no reaccionó y solo se limitó a ver al rubio pasar a su lado con su ropa entre las manos. Carlitos se cambió en el pasillo mientras oía crecer los gritos de las dos personas que habían quedado en la habitación.
Aquel muchacho no era nada más y nada menos que quién le había proporcionado una buena golpiza, que se las abría cobrado. Pero al parecer destrozar su casa no había bastado para el gordinflón –pensó Carlos-.
Nunca pasó por su cabeza matarlo, quizás era un buen entretenimiento mientras tanto, mientras se despejaba un poco del dramón con Ramón y sus viejos.
Y acostarse con la novia le había gustado, no podía negarlo.Ramón por su parte estaba con él. Lo sabía muy bien. Porque siempre solía ausentarse así y después volvía con un extraño perfume a lavanda, algo limpio. No es que fuera sucio, pero cuando volvía de su casa toda su figura se distorsionaba.
Entonces pensó en ir a ver a Marisol, pero descartó la idea ya que hacía tiempo no tenía contacto con ella y de seguro haría algo así como una escena que no tenía ganas de aguantar.Con la tranquilidad intacta llegó caminando sin prisa a la pensión. Ya no dormía tanto ahí, debido al sujeto ese Miguel. Él a veces se quedaba, dormía en el piso. Y Carlos no dormía con Ramón porque al morocho no le parecía mostrarse con tanta confianza en ese asunto. Entonces dormir en la misma cama con ese croto en la habitación no era opción.
Desgraciadamente para él y su paciencia, él estaba allí. Lo saludo apropiadamente e intentó mostrarse cortante, no le salió esa estrategia porque Miguel parecía con muchas ganas de hablarle, de cosas de quién sabe qué.
—¿Y vos principito como conociste a Ramón?—le preguntó. Carlitos pensó que fue un chusma. Pero igual respondió.
—Me cambié de escuela y el primer día lo quemé con un soplete.—dijo como si contara algo sin nada de extrañeza, una hazaña común y para nada descabellada.
Miguel asintió comprendiendo, que Carlos era un tipo raro. Pero no le sorprendió, en su corta vida había conocido loco tras loco, en el ámbito donde había crecido nada era raro. Tristemente lo hubiera ayudado si se hubiese andado con más cuidado de Carlitos.
—A mi ese Mariela me cae pésimo. Siempre lo llama y Ramón le habla con un tonito de nene bueno...—comenzó a contar el morocho. Carlitos identificó a "Mariela" como Federica. Y se le fue el poco humor al carajo al oír lo de las constantes llamadas.
—Déjalo que valla a chuparle el culo tranquilo—respondió Carlos con cierta molestia, con un fingido desinterés en el tema.
—Espero que vuelva rápido que tenemos que hacer un robo.—
Carlitos lo miró incrédulo. Ramón no le había informado de nada, pero también lo venía venir. Desde que volvieron a juntarse dejó de incluirlo en los planes, ya no le hablaba tanto y se mostraba reacio hasta cuando estaban solos.
Nunca le pidió perdón por no volver ese día a la comisaría, pero el morocho le hizo saber que no sentía rencor. Sin embargo a Carlos la situación lo mareaba, y lo estaba cansando.Era la noche cuando Miguel y él regresaron del robo, Carlitos estaba cansado por lo que se durmió en la cama. El olor al morocho lo mantenía suspendido en un sueño relajado, donde flotaba sobre un invisible arcoíris y dónde la luz del sol lo tocaba sin quemarlo.
Despertó ante el ruido de la puerta cerrarse, divisó a Miguel junto a Ramón, el de patillas se sentó en un sillón a observarlo divertido.
—Pero si a éste pibe no lo miras dos veces lo confundís con una pendeja.—le comunicó con gracia a Ramón, creando una conversación tras paredes inexistentes, como si el nombrado no estuviera allí.
Carlitos no se inmutó ante el comentario. Solo le interesaba saber si Ramón le diría al tipo que se valla y así el poder quedarse a pasar la noche.
—¿Está linda la rubia no?—le respondió con el mismo tono pícaro Ramón.—
Carlos volvió a tenderse de lleno sobre la almohada, totalmente desinteresado en la conversación que seguía sin haber empezado con él.
—Pero a vos te gustan más los ricos con trajes de colores y con gustos de mierda.—concluyó Miguel dándole una pitada al cigarro sobre su mano.
Se refería a Federica. Y ambos presentes lo comprendieron. Se miraron incómodos y Ramón apartó la vista de los ojos claros que lo miraban con cierta pena. Se vió incapaz de hacerle frente a la situación y así le pidió a Miguel que fuera a buscar unas cosas a su casa, con la intención de sacarlo del lugar. El de patillas se fue de mala gana.
Si no fuera por la débil luz del cuarto, hubiese visto la expresión fría en el rostro del Ángel, que se levantó de la cama sin mirarlo dispuesto a salir también. Ramón entendió la acción y se apresuró a ponerse frente suyo impidiéndole el paso.
—Decime rápido lo que tengas que decir.—le habló sonando borde, sin intención.
El de rizos lo miró y siquiera le dedicó una verdadera mirada. Sino, vio la expresión más vacía quizás alguna vez hecha en la vida. Se congeló en el acto. Y Carlitos le apoyó una mano alejándolo.
—Cuidado.—le susurró. Dejándolo completamente solo en esa noche que era fría y tan viva como dormida. Aún cuando intentó acostarse y conciliar el sueño, la voz grave de Carlitos pronunciar aquella única palabra, invadía su cabeza una y otra vez .
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| El Ángel | Corazón ¿contento?
AventuraBasada en la película "Él Ángel", una suposición de lo que no se vio y una vista más a fondo de los personajes.