18: No reniego de mi naturaleza

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[[[Dedicado a Liz_asdfgj una de las bebas que banca la historia, te quiero un montonazo por eso o]]]

Voten plis...


La pereza podía estar en su rutina, pero muy poco añadida, le gustaba desprenderse de lo cotidiano y lo que encajaba en lo normal. Quería más, su vida era más, él era uno de esos casos que no se repiten luego de muchos años. Pero claro, el mundo aún lo ignoraba. Tampoco le interesaba que esto no fuera así, el anonimato y la suerte de novato eran sus mejores armas, además de claro ya sabemos, su rostro angelical.

Entonces estar atado a todos le resultaba un problema, las relaciones interpersonales no le iban bien, si necesitaba conocer a alguien o le urgía iba al grano. Si debía ignorarla, iba al grano.
Su gran impulsividad y poca atención en lo normal y atrayente para todos, le daba un carácter fuerte hacia la vida.

Carlitos pensaba en la vida como algo bello, pero pensaba en las personas conformistas en como gente horrible.
Y no entendía, como todos estaban locos y nunca lo habían notado. Si, para él el resto de la gente estaba loca.

Caminando sin ningún pesar en su conciencia, a un paso tranquilo, llegó a la mansión de Marisol. La examinó un poco tiempo notando las flores del jardín secas y el pasto crecido.

Echando un leve vistazo ya parado en la puerta, ojeó a través del ventanal. La casa dentro estaba ordenada, pero la sintió fría, un frío del que él era causante.

Tocó timbre varias veces y nada, fue cuando se rindió dispuesto a irse que la vio llegar, con la mirada perdida y los ojos medios hinchados. Su ropa no estaba planchada y su cabello parecía no estar peinado desde hacía tiempo.

Se paró frente a ella y la poca diferencia de altura no se notó al estar él parado sobre un escalón, la mirada de la joven quedó a la altura de su pecho mientras él la miraba desde arriba. De a poco fue subiendo la cabeza logrando encontrar los ojos ahora grisáceos de Carlitos, él vio sus ojos empañados y posó una mano sobre su mejilla. Ella reaccionó al contacto dejándose tocar, cerró los ojos y disfruto de aquella calidez. Una lágrima se le escapó y él la rescató a punto de caer desde su mejilla.

Sin darse cuenta, tendida en la tristeza, ella se agarró de sus mangas con firmeza sintiendo sus piernas flaquear. Estaba indefensa ante el y esto lo animó a besarla. Plantó un beso en su mejilla y ella dio un respiro prolongado, busco sus labios con desesperación transmitiéndole cuanto lo había necesitado.

-Aunque me dijeras que estás acá, no lo creería...-le susurró ella con cierta tristeza.

-Te extrañé.-y era cierto lo que él decía.-ahora estoy con vos.-

-¿Ramón va a venir a ver a Ana también?...-le preguntó ella casi suplicante.

-No se, pero si querés voy a buscarlo.-

-No...-lo miró con las palabras atoradas.-no quiero que te vallas más Carlitos...cuando desapareces así me lastimas mucho.-

Carlos acarició su cabello como si la estuviera peinando con delicadeza, aunque su cabello sin estar enmarañado, parecía reflejar todo su estado, pero a él le pareció lindo igual.

-Perdoname-

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Tenia que estar en hora puntual, y aunque tenía una moto haciendo claro que no tendría excusa por llegar tarde, no sintió prisa alguna. E hizo una parada a casa de su madre, la cual no había visto hace mucho.

Cuando estacionó la moto miró la casa y sintió cierta nostalgia, y perdió ganas de entrar, así que volvió a arrancar y emprendió viaje a la casa de Ramón.

Al llegar tampoco sintió emoción, pero tenía en claro que si no iba los trapos los ligaría el morocho.
Últimamente sentía fastidió de José, aunque lo admirara y lo tuviera a modelo a seguir -quizás-.
Sentía rabia de su control sobre su hijo, no entendía porqué no podía dejarlo en paz. Su padre por lo menos se había hecho a la idea de que Carlos no seguiría ninguna tradición familiar ni sería lo mínimo que esperaba de un hijo. Y bufó por no comprender porqué el papá de Ramón no podía ser como el suyo. Si, nunca creyó poder tener ese pensamiento.
Pero Ramón no sé quejaba, y el -por desgracia- sintió la obligación de apoyarlo.

Cuando la mamá de Ramón lo recibió, le tiró un par de comentarios comprometedores, y su escote mostrando gran parte de sus senos estaba más pronunciado que de costumbre. Carlitos fue amable como siempre, porque lo divertía esa atención. Luego cambió su humor al tener dicha reunión con su jefe y su cómplice.

-Carlitos, lo único que digo, es que hace días teníamos este tal problema con este viejo y ahora, está muerto.-dedujo José.

-Si, pero bueno. Será un regalo del cielo, Dios nos despeja el camino sin que le recemos por ayuda.-Intentó bromear Carlitos.

Pero no obtuvo aprobación de ninguno de los dos hombres sentados frente a él.

También le molestaba el jueguito de Ramón frente a su papá, de lame botas e hijo distinguido. Hoy no estaba de humor por X razón y no sabía cuánto sería capaz de aguantar el interrogatorio.

-Carlitos, o esto acaba, o tomo medidas.-sentenció el viejo.

-¿Cuáles?-preguntó sin inmutarse.

-Te entrego a vos, y nosotros desaparecemos del mapa. No ves más a Ramón en tu vida.-Aplicó fríamente.

Carlitos lo miró fijo pero el viejo no parecía retractarse, Ramón sintió que perdía el aire por unos incontables segundos.

| El Ángel | Corazón ¿contento?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora