20: Madre de toda maldad I

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El ambiente palpitaba tensión. El silencio tosco y cargado de ruidos inquietos escapados de la rabia llenaba el lugar de incomodidad.

Tomó el teléfono entre sus manos con delicadeza y tranquilidad, pero no estaba tranquilo. Siendo observado por el resto, siguiendo cada uno de sus movimientos, sintió el tubo pesado y le costó marcar los números, no por nerviosismo, esa palabra no existía para él. Sino, porque sentía que estaba siendo obligado a hacer algo contra lo que no podía correr, entonces recálculo sus opciones y todas conducían al mismo camino.
Pero sufría literalmente, por tener que caer ante todo lo que creía y su filosofía quedó descartada cuando la mamá de Ramón , esa mañana, lo obligó a llamar a su madre.

Cuándo la mujer oyó sonar el teléfono, se acercó inmediatamente a levantar el tubo. Era una costumbre su reacción tan rápida, porque siempre tenía la ilusión de que pudiera ser su hijo. Y esta vez fue así.

No pudo esperar para hablar y saber si era Carlitos, pero aún así algo dentro suyo la instó a aguardar hasta que alguien hablara del otro lado.

—¿Hola?—habló él.

La mujer se sostuvo de la mesa apoyando parte de su peso en ella, en un gesto divino sonrió medianamente para respirar con alegría.

—Hijo, amor ¿Dónde estás?—

Carlos pensó en decirle que estaba con Ramón, pero recordó que la compañía del morocho era lo que había ocasionado todo al fin y al cabo.

—Estoy bien, me alquilo un departamento.—no mintió, dijo parte de la verdad.

—¿Por qué no llamaste? Tu papá y yo no pudimos dormir bien en todos estos días... Carlitos no entiendo lo que haces...—y la mujer siguió con sus quejas. Carlitos rodó los ojos con cierta ternura. Porque al final eso era lo que le transmitía esa mujer.

Pero había un motivo de la llamada. Y debía concretarlo.

—Tenes que quitar la denuncia que hiciste. Yo estoy bien, créeme.—le habló fingiendo un poco la voz para sonar alegre.—y voy a ir a casa seguido no te preocupes.—

Su madre no respondió sino después de unos cuantos segundos.

—No, es que hijo. Yo no denuncie a nadie...—

Carlitos colgó inmediatamente. Sin despedirse, volteó hacia Ramón. Quién lo observaba intrigado desde el sillón, luego volteó hacia la mamá de éste. Su ira estaba disfrazada de una sonrisa cínica, no parecía alterado, sino inalterable. Como si el calor que hacía en ese momento no le llegara, porque lucia fresco. Como si la poca luz tampoco pudiera tocarlo, a pesar de la oscuridad del cuarto. Nada lo tocaba, excepto esa sonrisa plantada en su cara reluciente. Parado allí se veía aún más alto, siguió su mirada hacia ambos acompañantes y estos se miraron entre ellos no entendiendo motivo de la sonrisa. Creyeron que la mujer iba a quitar la denuncia, pero luego Carlitos habló.

—Mi mamá no denunció nada...—repasó palabra por palabra mentalmente y todas las fichas le cayeron acomodadas una tras otra. La mentira venía de José, para aislar a su hijo de Carlos provocando una pelea que no los afectara de tal modo que lograra separarlos, porque al tipo le convenía el talento para robar de Carlitos, sino, todo había sido para provocar una pelea entre Ramón y él y crear cierta distancia.

Pero claro, no había tenido en cuenta dos cosas, porque para el hombre era imposible saberlas. Primero, su madre como fue el caso, intentaría  ayudar sobre dicho acto para remediar las cosas, siendo también como ellos, agena a conocer que nunca existió tal denuncia. Y segundo, había otros vínculos entre Carlitos y Ramón además de solo secuaces.

| El Ángel | Corazón ¿contento?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora