2: Dificultades

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Tres veces, fueron tres veces las que contó. La primera sólo siguió durmiendo y realmente había encontrado el sueño de no ser por la segunda vez, que tocaron la puerta, esa vez decidió ignorar el llamado, y la tercera ya había empezado a fastidiarlo. Sus rizos desparramados por su frente y húmedos caían con bastante sensualidad, estiró uno de sus brazos palpando la cama bajo suyo buscando el arma. Al no encontrarla gruñó levemente y se levantó con fatiga hacia la puerta, hacía bastante calor y parecía temprano, por lo que intuía que Ramón no era, ya que además de tener llame de la habitación que ambos alquilaban, no volvería tan temprano ¿O sí?

-¿Quién?- preguntó todavía adormilado.

-La guardallaves, tenés un mensaje de Ramón... Dice que vallas a la casa de su papá.- dijo la mujer con desánimo.

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Estar en la casa de Ramón para Carlitos era estar en un hábitat más propio al suyo, en su casa solo había silencio y la diversión se filtraba menos que el polvo que su madre nunca dejaba en los muebles.
Las paredes pintadas de un color celeste viejo y la humedad de las mismas no quitaban, ni de lejos, lo atrapante de esa casa. Para el, era su casa propia más que la casa en donde se crió.
El y Ramón ya casi ni se quedaban a dormir allí, alquilar para Carlitos fue su principio a la independencia, claro, siempre fue alguien libre que hacía lo que quería y como quería. Sin embargo le había tomado cierto gusto a compartir habitación con su amigo, pero esas cosas no se decían.

-Carlitos...- lo recibió Nora con cariño dándole un beso en la mejilla.

-Hola...

-veni pasa, Ramón está en el fondo con su papá- le invito a pasar ella.

Carlitos entró y camino hacia el fondo con tranquilidad, al abrir la puerta se encontró con Ramón y su padre sentados en una mesa muy familiar para el, la misma mesa en donde habían planeado todos los robos que llevaron a cabo como un equipo de tres.
Carlos se sentó en la última silla, instintivamente busco la mirada de Ramón y se le escapó una leve sonrisa. 
El morocho lucia sereno, y le devolvió el gesto. Pero no vio la misma espresion en los ojos del hombre a su lado.

-Carlitos hay problemas...-dijo este sacando un cigarrillo del bolsillo de su camisa.-parece que alguien los vio ayer salir de la joyería de Pepe.

-Danos la orden.-pronuncio Carlitos haciendo un gesto con los hombros de total despreocupación.

-que sea lejos del pueblo, y que no los vea nadie.

Dicho esto los dos amigos se levantaron de la mesa y salieron de la casa, encaminándose hacia la tarea ordenada. Era la primera vez que harían algo así, pero Ramón parecía tranquilo, y Carlos bueno, Carlos era Carlos.
Ambos subieron al auto y se miraron.

-¿Otra vez con Federica?- preguntó Carlitos de una forma un tanto graciosa.

-No, estaba con la gemela.- le dijo serio Ramón- ¿Qué insinuas con el marica de Federica?

Carlitos sonrió y volteo hacia la ventanilla, el auto arranco y en la radio sonó la canción más reciente de pappo, instintivamente empezó a mover suavemente la cabeza al ritmo de la batería.

-¿Nunca vas a dejar de ser tan atrapante vos?-

Giró y se encontró con la sonrisa zorruna de Ramón, este tipo de comentarios a veces eran comunes entre ellos, nunca analizando más allá de querer entenderlos o porque salían de quién se supone su mejor amigo. Pero a Carlitos siempre le hacían sentir algo cálido en su estómago.
No dijo nada, nunca los respondía...o casi nunca.

Al llegar al lugar bajaron lento, con cautela para no llamar la atención, pero que va, el de rizos siempre llamaba la atención pensó Ramón.
Entraron en el departamento sin golpear, con un forcejeo rápido. Rápidamente Carlos saco una de sus armas y apunto al hombre que yacía parado de espaldas frente a él.

-date vuelta despacio, y copera.- dio la orden Ramón.

Este ya sabiendo quienes eran, los mismos que vio anoche entrar en la joyería que estaba en la vuelta de la esquina, obedeció, sabía que tenían armas entonces al girarse no le sorprendió ver al muchacho más bajo apuntándole.
Ramón lo tomo del brazo y lo hizo entrar al auto, Carlitos en todo momento le apuntaba con el arma escondida debajo de su chaqueta.
Conduciendo hasta el atardecer y llegaron a uno de los campos más lejos, sería suficiente pensaron.
Ejecutaron al hombre y partieron nuevamente al departamento que alquilaban.

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| El Ángel | Corazón ¿contento?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora