7 ¿Me extrañaron? Ahre, bueno ahora si ⬇
Viviendo de riesgo en riesgo, tomando malas decisiones y teniendo gente equivocada alrededor, la vida de Carlos sería más corta de lo que todos podían imaginar.
Es un largo camino hasta la sima, pero él venía en picada, descendiendo.
Sin saberlo, tenía cada vez menos tiempo. Viviendo apresuradamente en realidad, más tarde de viejo se daría cuenta de que llevaba la desgracia de no haber vivido nada. Esa era la vida de Robledo Puch.Marisol una chica que encontraba felicidad en los ojos indescifrables y cautivantes de su novio. Lo veía poco, y eso le traían discusiones, porque ella sentía que Carlos realmente no le prestaba mucha atención. Y se le ocurrió que haberse puesto de novio con él era lo mismo que la nada, porque lo veía de lejos, y no siempre, como antes de ponerse en una relación. Podía admirarlo a la distancia, engañandose de que esa sonrisa pícara no le alarmaba el corazón, ni que esa voz no la estremecía de arriba hacia abajo, pero que en sus más íntimas fantasías, se despertaba al lado de Carlitos.
Verlo llegar y caer en una moto distinta a la anterior, con algunos regalos, sus jeans de siempre, sus rulos siempre al viento y la mirada más linda de su mundo. Era su perdición. Pero pronto descubriría la mitad buena y la mitad mala.Desde que su padre le prohibió verlo, la última vez había sido en la plaza cuando él se fue misteriosamente. Y ya no aguantaba más, tu resistencia era nula, porque Carlos era extremadamente adictivo. Siempre sentías las ganas de escucharlo hablar y reír, de verlo contar una anécdota y su eterna e imborrable tranquilidad, y la seguridad que llegaba a transmitir. Porque siempre se sintió a salvo con él/ aunque nunca lo haya estado realmente.
Y esa tarde lo llamó a su departamento, pero atendió Ramón quien le hablo muy amablemente pero nunca le dijo con exactitud dónde estaba Carlos ni cuando volvía. Por lo que decidió volver a llamar más tarde aunque nunca contestó nadie.
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Lo que Marisol no sabía, es que Ramón y Carlitos habían partido esa tarde del pueblo, al gran centro de Buenos Aires.
Las cosas se complicaron como era esperado, y Ramón ofreció a Carlitos escapar por un tiempo hasta que las cosas se solucionasen, su padre enfurecido, no quiso hablar con él. Pero su madre lo despidió con la dulzura de siempre igual que a Carlitos, quién le sonrió consiente de su atrevimiento, porque cuando Ramón estaba distraído, la mujer guiñó el ojo muy seductoramente al chico.
Hora y media de viaje y habían llegado al hotel dónde su madre los mandó, quién su padre recomendó a través de su mujer para no tener el desagrado de hablarle a su hijo. Hacia tiempo que no podía decir con seguridad quién era su hijo, Ramón estaba pasando por una etapa que temia no fuera transitoria, porque desde que Carlitos había llegado a la vida de la familia, José vivía con miedo.
Carlos ingresó al edificio con la tranquilidad nata que la naturaleza le había proporcionado, como si no se tratase de un ladrón que estaba refugiandose en el corazón de una ciudad destacada por su furia y su reputación de nunca descansar, se dió el gusto de admirar la arquitectura y la decoración sofisticada que ofrecía el lugar.
En el otro extremo Ramón arreglaba la estadía en recepción, con una chica que había resultado demasiada atractiva.
—...33..21..52—dictó los números finales Ramón mientras observaba a la joven con una mirada pícara, de pronto llevó una mano y acomodó su pelo— pensaba, capaz después me podés recomendar algún bar acá para salir...—le habló con una voz seductora distinta a la de hacía rato.
La chica no levantó la vista, solo que con precipitación ojeó al muchacho sin mover la cabeza, sus mejillas se tornaron inmediatamente rojizas y Ramón sonrió complacido.
—Si, así salimos y no estamos en tanto encierro— Dijo un Carlitos desde lejos muy atento claramente en la conversación.
—aja...— Ramón rodeó los ojos a lo que entendió molestia en el tono de voz de su acompañante.
Luego del aburrido papeleo de protocolo ambos pudieron subir a su respectiva habitación.
Al entrar Ramón soltó la maleta y se tiró de palomita en la cama, Carlos solo lo observó con una sonrisa.—¿Pensabas llevarme al bar también no?—le pregunto mientras se deshacía de su campera marrón.
—¿Y perderme a esa rubia? No— respondió Ramón con total sinceridad, al ver la mueca de disgusto en el rostro de Carlos, se le aproximó y en un solo movimiento lo arrastró con él a la cama para luego voltearlo y quedar encima de éste.
—¿Te querés vengar?—le dijo Carlitos con la voz grave, parecía tenso, esperando una respuesta honesta, no pareciendo molestarle la posición comprometedora en la que estaban.
Ramón quiso decir que si. Pero no lo dijo, porque la mirada oscura de Carlitos no era algo que quieras ver nuevamente. Por eso se acercó a él y depósito un pequeño beso en su frente, casi rozandolo con superficialidad. Carlos agradeció el gesto, y entendió por primera vez lo que eran. Eran amigos, luego amantes quizás, colegas y después desconocidos.
El morocho siguió sus delicados besos por todo el rostro de aquel ángel oscuro, permitiéndose apreciarlo, porque es lo que elegía, la piel de Carlitos. Estaba atrapado, sin razón, sin desear otra cosa además de estar con él en esa ciudad que los devoraba si piedad.
Su mano se posó primero debajo de su remera, tocando con cierto miedo de recibir disgusto del otro, pero Carlos no lo paro. Entonces su mano inquieta siguió bajando por su ombligo, Carlos lo abrazó por el cuello sin soltar sus labios. Ramón era el chocolate que nunca querés terminar, el café que te reaviva en las mañanas, las poesías que escribís en un cuaderno viejo, el amanecer luego de un día agitado, y la paz de la noche.Carlitos se estremecía ante el contacto, Ramón no podía parar, sus manos eran inalcanzables.
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| El Ángel | Corazón ¿contento?
PertualanganBasada en la película "Él Ángel", una suposición de lo que no se vio y una vista más a fondo de los personajes.