7: Conflictos

790 83 37
                                    

—¡Todo es culpa tuya! Cómo te vas a meter de la nada así a una casa, sin ningún plan, sin conocer el lugar de antemano...—Gritaba Ramón por todo el departamento, y digamos que Carlos lo escuchaba atento, digamos.—Lo que es peor es que yo te dejé, ¡¿En qué pensaba?!—gritó volteando hacía Carlitos—¡¿En qué pensabas vos?!

—Tampoco es para tanto, es un viejo, no nos persigamos...eso es lo que él quiere.—

La mueca que hizo Ramón al oírlo literalmente desfiguró su cara, allí plantado, con el cigarrillo consumido en ceniza y los ojos desorbitados, dejaba muy lejos a la figura de chico rebelde y sensual de siempre.

—¡Es un puto ex comisario! E-X C-O-M-I-S-A-R-I-O —sus gestos eran sumamente exagerados y se notaba al borde del colapso. —tiene contactos, tiene a la policía.

—No tiene pruebas.— dijo Carlitos ya harto.

Ramón se sentó en el sofá viejo e inmundo y se agarró la cabeza, se mantuvo largo rato en esa posición mientras el otro solo se podía limitar a observarlo. Pero luego de unos minutos Carlos se acercó tan lento que éste no lo escuchó.

Arrodillándose sobre una pierna, quedó frente a él a casi la misma altura. Tomó las manos de Ramón y las apretó entre las suyas, afuera la noche se adueñaba del lugar, y la leve brisa no podía afectarlos allí dentro. El morocho levantó su vista y vio a Carlos mirándolo atentamente, éste sonrió escondiendo los dientes.
Ramón hizo también una sonrisa pero muy vaga, todavía le costaba mucho adaptarse a la personalidad de Carlitos, aunque no quiera admitirlo.

El chico de pelo más largo acercó una mano a la mejilla agena y la acarició muy suavemente, Ramón cerró los ojos ante el contacto.

Carlos quería que supiera que no estaba solo, pasara lo que pasara, no lo dejaría en ninguna situación.

—Basta...—llegó a decir Ramón deteniendo la mano del otro y apartándola de su rostro.

Carlos frunció el ceño y miró hacia el suelo, o hacia la nada. Sabía que Ramón tenía razón, debían medirse siempre, porque estaban en un juego peligroso. Ahora toda su vida corría riesgo, desde la primera muerte, Carlos se asesinó a él mismo.

—Le voy a decir a mi viejo, quizás sepa con quién hablar.

—Se va a enojar con vos, va a decir que tenés que controlarme mejor.—Pronuncio Carlos con la sinceridad que lo caracterizaba y hasta llegaba a asustar.

Ramón se volteó inmediato y lo miró perplejo.

—¿Qué decís?—

Siempre se cuidó de que Carlos nunca oyera a su padre reprochándole sobre la actitud de Carlitos, ni siquiera dejaba que esté cuando su padre le daba una orden verdadera.
Casi nunca por decisión propia, pero sabía que a su padre no le agradaba tener socios que no sean de la familia. Ya se lo había dicho, Ramón los amigos no existen, son para kilombo.
Pero con Carlos él no podía contenerse. Sentía que era su único amigo real. Federica solo era el tipo rico que le proveía cosas, y claro, había un tema secreto además.

Carlos no retrocedió, y en sus facciones no se distinguía ninguna emoción.

—No soy boludo.— Dijo seco para hacer que sus ojos se encontraran con los de Ramón, y al morocho le atravesó un escalofrío por el alma al ver tanta oscuridad en aquellos ojos claros.
De un momento a otro la sonrisa más angelical de Carlos era la mueca más demoníaca del mundo, era aterrador a veces, estar a su lado.

—No, sos bastante pillo...—dijo con burla Ramón, pero no alivió para nada la seriedad de Carlos.

—Quiero que trabajemos solos, no más nada con tu viejo.— La declaración de Carlos le quitó el aliento si, pero demostró todo lo contrario y no aflojó su vista.

—¿Estás loco? ¿Y cómo va a vivir sin plata?—

—Tu viejo no es ningún lento, tiene recursos, pero quiere más...—contestó Carlos analizando cada palabra.—No me importa que le des plata, dale la que quieras, pero sólo eso.

Ramón no dijo nada, no se movió. Se quedó tieso en la misma postura de hace minutos, repaso las palabras de Carlos en su cabeza centenares de veces, y no las pudo digerir, no le agradaban, ni su voz al decirlas ni lo que exigían.

Pero Carlos estaba firme y decidido, hace rato no tenía las mismas ganas que en un principio de seguir con todo él tema, no le importaba que el padre de Ramón se llevara más plata, nunca le importó el dinero de esa forma, pero no aguantaba que el viejo quisiera corta su libertad. Las acciones de Carlos eran indescifrables y carecían de un contexto lógico. Pero había algo que no podías ignorar, eran propias de él, y a él no podías manejarlo de ninguna manera.

Ramón ojeo al de rulos disimuladamente. Y fue la primera vez que le tuvo miedo.
La idea de que Carlos matara a su padre se hizo presente, dos segundos. Pero bastó.
Carlos sonrió en la oscuridad, y a Ramón se le heló la sangre.

| El Ángel | Corazón ¿contento?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora