4: Autobus Noctambulo

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Daba gracias a que no había vomitado todavía, el estómago lo tenía revuelto, y también agradecí no haber comido algo, ya que o si no estaría botando todo en el suelo.
Stan había abierto un ejemplar de El Profeta y lo leía con la lengua entre
los dientes. En la primera página, una gran fotografía de un hombre con rostro triste y pelo largo y enmarañado me guiñaba un ojo, lentamente. Incline la cabeza al verlo, ese hombre me resultaba familiar, muy familiar, lo había visto en algún lugar pero no sabía donde...
—¡Ese hombre! —dijo Harry—. ¡Salió en el telediario de los muggles!
Stan volvió a la primera página y rió entre dientes.
—Es Sirius Black —asintió—. Por supuesto que ha salido en el telediario muggle, Neville. ¿Dónde has estado este tiempo?
Ah, con razón se veía muy familiar, debí haberlo visto en el diario de El Profeta y se me había olvidado su foto, se veía aunque triste también era raro ver a un ex-convicto de Azkaban que guiñara un ojo, aunque bueno, eso sonaba a algo que yo haría; siempre hay que dar una impresión.
Stan volvió a sonreír con aire de superioridad al ver la perplejidad de Harry. Desprendió la primera página del diario y se la entregó a Harry.
—Deberías leer más el periódico, Neville. Me acerqué a Harry y me senté a su lado de un salto, él acercó la página a la vela y leí:

BLACK SIGUE SUELTO
El Ministerio de Magia confirmó ayer que Sirius Black, tal vez el más malvado recluso que haya albergado la fortaleza de Azkaban, aún no ha sido capturado.
«Estamos haciendo todo lo que está en nuestra mano para volver a apresarlo, y rogamos a la comunidad mágica que mantenga la calma», ha declarado esta misma mañana el ministro de Magia Cornelius Fudge. Fudge ha sido criticado por miembros de la Federación Internacional de Brujos por haber informado del problema al Primer Ministro muggle. «No he tenido más remedio que hacerlo», ha replicado Fudge, visiblemente enojado. «Black está loco, y supone un serio peligro para cualquiera que se tropiece con él, ya sea mago o muggle. He obtenido del Primer Ministro la promesa de que no revelará a nadie la verdadera identidad de Black. Y seamos realistas, ¿quién lo creería si lo hiciera?»
Mientras que a los muggles se les ha dicho que Black va armado con un revólver (una especie de varita de metal que los muggles utilizan para matarse entre ellos), la comunidad mágica vive con miedo de que se repita la matanza que se produjo hace doce años, cuando Black mató a trece personas con un solo hechizo.

No había leído el artículo en mi casa, solo había leído el titular de Black Sigue suelto", me fije en su cara demacrada, su piel era tan pálida como la cera de una vela, y sus ojos eran grises contrastando con lo negro de su pelo, tan demacrado y sin vida, me recordaba a un vampiro, todo eso me hacía pensar ¿cual había sido la vida anterior de un asesino como Black?
—Da miedo mirarlo, ¿verdad? —dijo Stan, que mientras leía el artículo se había estado fijando en nosotros
—¿Mató a trece personas —preguntó Harry, devolviéndole a Stan la página— con un hechizo?
—Sí —respondió Stan—. Delante de testigos y a plena luz del día. Causó conmoción, ¿no es verdad, Ernie?
—Sí —confirmó Ernie sombríamente.
Para ver mejor a Harry, Stan se volvió en el asiento, con las manos en el respaldo.
—Black era un gran partidario de Quien Tú Sabes—dijo.
—¿Quién? ¿Voldemort? —dijo Harry sin pensar.
Stan palideció hasta los granos. Ernie dio un giro tan brusco con el volante que tuvo que quitarse del camino una granja entera para esquivar el autobús, inmediatamente le di un golpe con mi palma de la mano en la nuca a Harry, nunca me dio mucho miedo el nombre Voldemort, honestamente me daba mas miedo el nombre Grindelwald, y eso que ese ya estaba muerto, pero mis abuelos nunca me hablaban sobre las atrocidades y los tiempos oscuros cuando Voldemort tenia un reinado del terror.
—¿Te has vuelto loco? —gritó Stan—. ¿Por qué has mencionado su nombre?
—Lo siento —dijo Harry con prontitud y sobandose la nuca donde lo había golpeado—. Lo siento, se... se me olvidó.
—¡Que se te olvidó! —exclamó Stan con voz exánime—. ¡Caramba, el corazón me late a cien por hora!
—Entonces... entonces, ¿Black era seguidor de Quien Tú Sabes? —dije tratando de disculpar a Harry, y cambiando el tema de conversación.
—Sí —confirmó Stan, frotándose todavía el pecho—. Sí, exactamente. Muy próximo a Quien Tú Sabes, según dicen... De cualquier manera, cuando el pequeño Harry Potter acabó con Quien Tú Sabes (Harry volvió a aplastarse el pelo contra la cicatriz), todos los seguidores de Quien Tú Sabes fueron descubiertos, ¿verdad, Ernie? Casi todos sabían que la historia había terminado una vez vencido Quien Tú Sabes, y se volvieron muy prudentes. Pero no Sirius Black. Según he oído, pensaba ser el lugarteniente de Quien Tú Sabes cuando llegara al poder. Dicen que mato a su propia esposa, sin pensarlo dos veces. El caso es que arrinconaron a Black en una calle llena de muggles, Black sacó la varita y de esa manera hizo saltar por los aires la mitad de la calle. Pilló a un mago y a doce muggles que pasaban por allí. Horrible, ¿no? ¿Y sabes lo que hizo Black entonces? —prosiguió Stan con un susurro teatral.
—¿Qué? —preguntó Harry
—Reírse —explicó Stan—. Se quedó allí riéndose. Y cuando llegaron los refuerzos del Ministerio de Magia, dejó que se lo llevaran como si tal cosa, sin parar de reír a mandíbula batiente. Porque está loco, ¿verdad, Ernie? ¿Verdad que está loco?
—Si no lo estaba cuando lo llevaron a Azkaban, lo estará ahora —dijo Ernie con voz pausada—. Yo me maldeciría a mí mismo si tuviera que pisar ese lugar, pero después de lo que hizo le estuvo bien empleado.
—Les dio mucho trabajo encubrirlo todo, ¿verdad, Ernie? —dijo Stan—. Toda la calle destruida y todos aquellos muggles muertos. ¿Cuál fue la versión oficial, Ernie?
—Una explosión de gas —gruñó Ernie.
—Y ahora está libre —dijo Stan volviendo a examinar la cara demacrada de Black, en la fotografía del periódico—. Es la primera vez que alguien se fuga de Azkaban, ¿verdad, Ernie? No entiendo cómo lo ha hecho. Da miedo, ¿no? No creo que los guardias de Azkaban se lo pusieran fácil, ¿verdad, Ernie?
Ernie se estremeció de repente.
—Sé buen chico y cambia de conversación. Los guardias de Azkaban me ponen los pelos de punta.
Stan retiró el periódico a regañadientes, y Harry se reclinó contra la ventana del autobús noctámbulo. Un asesino así escapó de prision? Ya entiendo un poco por que mis abuelos me habían prohibido ir a Hogwarts, pensar que un hombre mató a su esposa sin dudarlo y a tantos muggles...podía revolver el estómago a cualquiera, en especial si se había fugado. Vi a Harry que se veía preocupado, juré nunca leerle la mente pero me estaba angustiando.
«¿Has oído lo de ese Harry Potter? Hinchó a su tía como si fuera un globo. Lo tuvimos aquí, en el autobús noctámbulo, ¿verdad, Ernie? Trataba de huir con una linda chica...»
Harry había infringido las leyes mágicas, exactamente igual que Sirius Black. ¿Inflar a tía Marge sería considerado lo bastante grave para ir a Azkaban?
—Basta—le susurre a Harry tomando su mano, si, yo era vanidosa y una completa narcisista, pero jamas dejaba de preocuparme por Harry—. Harry, no te van a mandar a Azkaban por eso, fue Magia accidental, y eres menor...
—Laila no me leas la...
—No lo hago por querer, lo hago por que me preocupas—al ver que Stan se nos quedó mirando, añadí—...Neville.
El autobús noctámbulo circulaba en la oscuridad echando a un lado los arbustos, las balizas, las cabinas de teléfono, los árboles, mientras Harry permanecía acostado en el colchón de plumas, deprimido. Después de un rato, Stan recordó que Harry había pagado una taza de chocolate caliente, pero lo derramó todo sobre la almohada de Harry con el brusco movimiento del autobús entre Anglesea y Aberdeen. Tome la mía, y la puse en la cama de Harry para luego yo ir a la mía y lanzarme en mi colchón y agarrarme con uñas y fuerza.
Brujos y brujas en camisón y zapatillas descendieron uno por uno del piso superior; para abandonar el autobús. Todos parecían encantados de bajarse.
Al final sólo quedamos Harry y yo.
—Bien, Neville y Fay—dijo Stan, dando palmadas—, ¿a que parte de Londres?
—Al callejón Diagon —respondió Harry.
—De acuerdo —dijo Stan—, agárrense fuerte...
PRUMMMMBBB.
Circulamos como un rayo. Me incorpore en la cama, y vi edificios y bancos apretujándose para evitar al autobús. Vi en mi Bolsillo a Cas que al igual que yo parecía a punto de vomitar, lo saqué de mi bolsillo para que pudiera respirar, vi a Harry y en el colchón en el cual James estaba de lo más divertido. El cielo aclaraba. Reposaría un par de horas, llegaría a Gringotts, tomaría lo que pudiera y volvería a Hogwarts como debía, aunque sabía que mis abuelos no tardarían en llegar.
Ernie pisó el freno, y el autobús noctámbulo derrapó hasta detenerse delante de una taberna vieja y algo sucia, el Caldero Chorreante, tras la cual estaba la entrada mágica al callejón Diagon.
—Gracias —le dijo Harry a Ernie. Iba a agradecer pero sentía que si abría la boca saldría mucho más que solo un Gracias, por lo que asentí y baje de un salto después de Harry: mala idea se me revolvió todo el estómago. Con la ayuda de Stan, Harry dejó en la acera el baúl y la jaula de Hedwig
—Bueno —dijo Harry—, entonces, ¡adiós!
Pero Stan no le prestaba atención. Todavía en la puerta del autobús, miraba con los ojos abiertos de par en par la entrada enigmática del Caldero Chorreante.
—Conque estás aquí, Harry —dijo una voz.
Antes de que Harry se pudiera dar la vuelta, una mano se le puso en el hombro. Al mismo tiempo, Stan gritó:
—¡Caray! ¡Ernie, ven aquí! ¡Ven aquí!
Me di la vuelta, tratando de respirar el aire puro y no vomitar, para ver quién le había puesto la mano en el hombro y de verdad que sentí el vomito en mi garganta o si me hubieran golpeado el estómago. Estabamos delante del mismísimo Cornelius Fudge, el ministro de Magia.
Stan saltó a la acera, tras ellos.
—¿Cómo ha llamado a Neville, señor ministro? —dijo nervioso.
Fudge, un hombre pequeño y corpulento vestido con una capa larga de rayas, parecía distante y cansado.
—¿Neville? —repitió frunciendo el entrecejo—. Es Harry Potter.
—¡Lo sabía! —gritó Stan con alegría—. ¡Ernie! ¡Ernie! ¡Adivina quién es Neville! ¡Es Harry Potter! ¡Veo su cicatriz!
—Sí —dijo Fudge irritado—. Bien, estoy muy orgulloso de que el autobús noctámbulo haya transportado a Harry Potter; pero ahora él y yo tenemos que entrar en el Caldero Chorreante...
Fudge apretó más fuerte el hombro de Harry, ambos nos miramos sin saber que hacer, Harry estaba en problemas no lo podía dejar, sin embargo cuando el ministró me vio pareció cono si le dieran un regalo de navidad—. Y por supuesto usted también señorita Scamander. Me han informado que sus abuelos están extremadamente preocupados, acompáñeme.
Y nos vimos conducido al interior de la taberna. Una figura encorvada, que portaba un farol, apareció por la puerta de detrás de la barra. Era Tom, el dueño desdentado y lleno de arrugas.
—¡Los ha atrapado, señor ministro! —dijo Tom—. ¿Querrá tomar algo? ¿Cerveza? ¿Brandy?
—Tal vez un té —contestó Fudge, que aún no había soltado a Harry.
Detrás de mi se oyó un ruido de arrastre y un jadeo, y aparecieron Stan y Ernie acarreando el baúl de Harry y la jaula de Hedwig, y mirando emocionados a su alrededor.
—¿Por qué no nos has dicho quién eras, Neville? —le preguntó Stan sonriendo, mientras Ernie, con su cara de búho, miraba por encima del hombro de Stan con mucho interés.
—Y un salón privado, Tom, por favor —pidió Fudge lanzándoles una clara indirecta.
—Adiós —dijo Harry con tristeza a Stan y Ernie, mientras Tom indicaba a Fudge un pasadizo que salía del bar.
—¡Adiós, Neville! —dijo Stan.—. Y chica con el pelo raro!
—¡Era Fay!—grite sobre mi hombro.
Fudge nos llevó por el estrecho pasadizo, tras el farol de Tom, hasta que llegamos a una pequeña estancia. Tom chascó los dedos, y se encendió un fuego en la chimenea. Tras hacer una reverencia, se fue.

Laila Scamander y El Prisionero De AzkabanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora