25: Dementores. Otra vez.

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Al día siguiente la carta que me habían mandado mis abuelos ya estaba completamente seca, aunque estaba un poco borroso todavía la podía leer

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Al día siguiente la carta que me habían mandado mis abuelos ya estaba completamente seca, aunque estaba un poco borroso todavía la podía leer.

Querida Laila;

Feliz cumpleaños, nuestra niña. Estamos muy tristes de no poder verte en tu día, pero debes saber que te extrañamos y te queremos mucho, como sabes te daremos tu regalo de cumpleaños en tus vacaciones, cuando vengas a pasar la navidad, Gabe y los bowtruckles viven en tu cama, parece que te extrañan tanto como nosotros. Hablando de la navidad; Apollo y Angelique estarán aquí, están muy ansiosos por conocerte, sabemos que esto no te gusta pero trata de hacer un esfuerzo, te esperamos...

No quise seguir leyendo la carta si así iba, la arrugue y la hice una bolita antes de tirarla y acostarme de nuevo en la cama.
Esta vez deje a Cody III en la habitación, para que no pasara frío, ya que afuera hacía un horrible clima, el viento golpeaba contra la ventana y la lluvia torrencial lo empeoraba; para peor hoy era el gran partido de Quidditch de Gryffindor contra Hufflepuff, y por lo tanto todo el colegio salió a ver el partido, como de costumbre. Corríamos por el césped hasta el campo de quidditch, con la cabeza agachada contra el feroz viento que arrancaba los paraguas de las manos. Yo con mi varita había hecho un paraguas, tomando la varita como mango, que tenía que sostener con mucha fuerza ya que el encantamiento no me duraba mucho.
El viento era tan fuerte que se rompía mi encantamiento cada dos segundos y sostenía con tanta fuerza la varita que parecía a punto de romperla. Me senté entre Ron y Fay.
Apenas podía ver a los capitanes de ambos equipos que se acercaron y se estrecharon la mano. La lluvia hacia tanto estruendo que solo vi a Ron gesticular con su boca y apenas le entendí algo.

—¿QUE?—le grite—. ¿QUE TÚ ABUELA COME COLIFLOR?

Ron me hablo de nuevo por lo que trate de leerle los labios de nuevo.

—¿EL POLLO COMPRO UN JAMÓN?—al oír lo que dije mejor me calle sabiendo que leer los labios no era uno de mis talentos. Apenas podíamos ver a los jugadores, con los binoculares traté de ver a Harry pero en cuánto secaba las gotas de la lluvia de los lentes del binocular, se volvían a empañar y no podía verlo. Perdí la noción del tiempo Me enteraba de que casa había anotado puntos cinco minutos después del suceso, por lo menos estábamos ganando a cincuenta puntos a nuestro favor. La lluvia era tan densa, que apenas podía distinguir a Gryffindor de Hufflepuff.
Con el primer relámpago llegó el pitido del silbato de la señora Hooch, haciendo que todos los jugadores comenzaran a descender. Todo el equipo aterrizó en el barro, salpicando y apiñándose en el borde del campo, debajo de un enorme paraguas. No me di cuenta de que Hermione había salido de las gradas hasta que la vi junto al equipo mientras se tapaba la cabeza con la capa, apenas podía verla pero al parecer había hechizado algo. Al minuto siguiente los jugadores se elevaron en el aire, brilló otro rayo, seguido por el retumbar de un trueno. La cosa se ponía cada vez más peligrosa y hasta ahora no había escuchado nada sobre Harry atrapando la snitch, estornude, bien, al parecer el Quidditch lo valía todo incluso una posible neumonía. Sin embargo algo que me llamó la atención fue cuando un jugador descendiendo varios metros y entonces dos jugadores se lanzaron con tremenda velocidad hacia la dirección donde supongo era la snitch, por lo menos  ya pronto iba a acabar.
Pero algo extraño pasaba. Vi que a mi alrededor todos quedaron en silencio, Ron me tomó por el brazo con fuerza, y vi a Fay que se había quedado boquiabierta, ya nadie estaba celebrando, lo único que se escuchaba era el viento que soplaba. Un inquietante silencio caía sobre el estadio. Ya no se oía el viento, aunque soplaba tan fuerte como antes. Era como si alguien hubiera quitado el sonido, alce la vista y jadeé, frente a nosotros había al menos cien figuras negras encapuchadas, todos estaban juntos; los dementores. Sentí lo mismo que en el tren; un horrible frío que era asfixiante, comenzó a dolerme el pecho y ya no me sentía alegre, nada parecía tener sentido. Sin embargo me horrorice al ver como un jugador se desequilibraba y comenzaba a caer. Era una túnica escarlata y había algo, había una voz que me estaba quemando el cerebro, era una especie de pensamiento que aporreaba mi muro invisible que construía para evitar la mente de los demás, me sentía tan débil que la deje entrar.

Laila Scamander y El Prisionero De AzkabanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora