17: Boggart

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AAAAA YA QUERÍA LLEGAR A ESTE CAPÍTULO.

Me estaba sirviendo jugo de calabaza cuando sentía la mirada de Harry quemarme la cara por otro minuto más.
—Muy bien, suficiente—dije—. Si me sigues mirando me harás un hoyo en la cabeza, Harry, se que soy demasiado hermosa para esta mundo pero disimula, amigo.
—Todavía no logró entenderlo...
—¿Que cosa?—preguntó Hermione.
—Malfoy fue amable con ella...Laila se cortó el dedo y Malfoy le cortó los ingredientes.
Ron escupió su comida.
—¿Lo hechizaste?
—¿Crees que si lo hubiera hechizado él les habría ordenado que cortaran sus ingredientes?—pregunté llenándome de tomates la boca.
—Creo que lo hechizaste solo para tu beneficio.
Me di la vuelta para ver a Malfoy que estaba viendo en dirección a nuestra mesa, me di la vuelta rápidamente justamente para encontrarme con una carta que había caído en mi plato.
—¡Es una carta!—exclame abriéndola—. ¡De mi abuela Tina!
La abrí y pude ver su caligrafía.

Mi querida Laila:
Espero que estes bien y obedezcas a tus profesores, tu abuelo Newt y yo te extrañamos cada día. Gabe ya comenzó a volar, tu abuelo estaba muy triste de que no estuvieras en este momento importante. Y ahora espero que no te enoje el ánimo esta noticia; Apollo y Angelique ya llegaron a Inglaterra y están muy emocionados sobre conocerte...
Ni siquiera la seguí leyendo; arrugue la carta rápidamente, atrayendo la atención de todos; con la mano derecha aleje mi plato y con mi izquierda saque la varita. Puse el papel en el aire y le apunté.
Incendio!—murmuré, haciendo que el papel se incendiara en llamas y al siguiente segundo las cenizas cayeran en mi regazo. Todos me estaban mirando, sonreí falsamente y atraje mi plato hacia mi.
—¿Delicioso no?

🌙

Mi tío Lupin no estaba en el aula cuando llegamos a la primera clase de Defensa Contra las Artes Oscuras. Todos nos sentamos, sacamos los libros, las plumas y los pergaminos, y estábamos hablando cuando por fin llegó el profesor. Él sonrió vagamente y puso su desvencijado maletín en la mesa. Estaba tan desaliñado como siempre, pero parecía más sano que en el tren,eso me relajo.
—Buenas tardes —dijo—. ¿Podrían, por favor; meter los libros en la mochila? La lección de hoy será práctica. Sólo necesitarán las varitas mágicas.
La clase cambió miradas de curiosidad mientras recogíamos los libros. Lo vi con curiosidad pero el se puso los dedos en los labios como si guardara un secreto. Nunca habíamos tenido una clase práctica de Defensa Contra las Artes Oscuras, a menos que se contara la memorable clase del año anterior, en que el antiguo profesor había llevado una jaula con duendecillos y los había soltado en clase.
Recuerdos, hermosos recuerdos
—Bien —dijo él cuando todo el mundo estuvo listo—. Si tienen la amabilidad de seguirme...
Desconcertados pero con interés los alumnos se pusieron en pie y salimos del aula con el profesor Lupin. Nos condujo a lo largo del desierto corredor. Doblamos una esquina. Al primero que vimos fue a Peeves el poltergeist, que flotaba boca abajo en medio del aire y tapaba con chicle el ojo de una cerradura. Peeves no levantó la mirada hasta que el profesor Lupin estuvo a medio metro. Entonces sacudió los pies de dedos retorcidos y se puso a cantar una monótona canción:
—Locatis lunático Lupin, locatis lunático Lupin, locatis lunático Lupin...
Aunque casi siempre era desobediente y maleducado, Peeves solía tener algún respeto por los profesores. Todos miraron de inmediato a mi tío Lupin para ver cómo se lo tomaría. Ante su sorpresa, el mencionado seguía sonriendo.
—Yo en tu lugar quitaría ese chicle de la cerradura, Peeves —dijo amablemente—. El señor Filch no podrá entrar a por sus escobas. Pero Peeves no prestó atención al profesor Lupin, salvo para soltarle una sonora pedorreta.
Mi tío Lupin suspiró y sacó la varita mágica.
—Es un hechizo útil y sencillo —dijo a la clase, volviendo la cabeza—. Por favor; estén atentos.
Alzó la varita a la altura del hombro, dijo ¡Waddiwasi! y apuntó a Peeves.
Con la fuerza de una bala, el chicle salió disparado del agujero de la cerradura y fue a taponar la fosa nasal izquierda de Peeves; éste ascendió dando vueltas como en un remolino y se alejó como un bólido, zumbando y echando maldiciones.
—¿Continuamos?
Nos pusimos otra vez en marcha, nos condujo por otro corredor y se detuvo en la puerta de la sala de profesores.
—Entren, por favor —dijo abriendo la puerta y cediendo el paso.
En la sala de profesores, una estancia larga, con paneles de madera en las paredes y llena de sillas viejas y dispares, no había nadie salvo un profesor. Snape estaba sentado en un sillón bajo y observó a la clase mientras ésta penetraba en la sala. Los ojos le brillaban y en la boca tenía una sonrisa desagradable. Cuando mi tío Lupin entró y cerró la puerta tras él, dijo Snape:
—Déjela abierta, Lupin. Prefiero no ser testigo de esto. —Se puso de pie y pasó entre los alumnos. Su toga negra ondeaba a su espalda. Ya en la puerta, giró sobre sus talones y dijo—: Posiblemente no le haya avisado nadie, Lupin, pero Neville Longbottom está aquí. Yo le aconsejaría no confiarle nada difícil. A menos que la señorita Granger le esté susurrando las instrucciones al oído.
Neville se puso colorado. Apreté el puño; ya era desagradable que se metiera con Neville en clase, y no digamos delante de otros profesores.
El profesor Lupin había alzado las cejas.
—Tenía la intención de que Neville me ayudara en la primera fase de la operación, y estoy seguro de que lo hará muy bien.
El rostro de Neville se puso aún más colorado. Snape torció el gesto, pero salió de la sala dando un portazo.
—Ahora —dijo el profesor Lupin llamando la atención del fondo de la clase, donde no había más que un viejo armario en el que los profesores guardaban las togas y túnicas de repuesto. Cuando el profesor Lupin se acercó, el armario tembló de repente, golpeando la pared.
»No hay por qué preocuparse —dijo con tranquilidad el profesor Lupin cuando algunos de los alumnos se echaron hacia atrás, alarmados—. Hay un boggart ahí dentro.
¿Un boggart? Si...¿que había de malo en que todos mis compañeros supieran lo que más temía? Neville dirigió al profesor Lupin una mirada de terror y Seamus Finnigan vio con aprensión moverse el pomo de la puerta.
—A los boggarts les gustan los lugares oscuros y cerrados —prosiguió el profesor Lupin—: los roperos, los huecos debajo de las camas, el armario de debajo del fregadero... En una ocasión vi a uno que se había metido en un reloj de pared. Se vino aquí ayer por la tarde, y le pregunté al director si se le podía dejar donde estaba, para utilizarlo hoy en una clase de prácticas. La primera pregunta que debemos contestar es: ¿qué es un boggart?
Hermione levantó la mano.
—Es un ser que cambia de forma —dijo—. Puede tomar la forma de aquello que más miedo nos da.
—Yo no lo podría haber explicado mejor —admitió él, y Hermione se puso radiante de felicidad—. El boggart que está ahí dentro, sumido en la oscuridad, aún no ha adoptado una forma. Todavía no sabe qué es lo que más miedo le da a la persona del otro lado. Nadie sabe qué forma tiene un boggart cuando está solo, pero cuando lo dejemos salir; se convertirá de inmediato en lo que más temamos. Esto significa —prosiguió el profesor Lupin, optando por no hacer caso de los balbuceos de terror de Neville— que ya antes de empezar tenemos una enorme ventaja sobre el boggart. ¿Sabes por qué, Harry?
Era difícil responder a una pregunta con Hermione al lado, que no dejaba de ponerse de puntillas, con la mano levantada. Pero Harry hizo un intento:
—¿Porque somos muchos y no sabe por qué forma decidirse?
—Exacto —dijo el profesor Lupin. Y Hermione bajó la mano algo decepcionada—. Siempre es mejor estar acompañado cuando uno se enfrenta a un boggart, porque se despista. ¿En qué se debería convertir; en un cadáver decapitado o en una babosa carnívora? En cierta ocasión vi que un boggart cometía el error de querer asustar a dos personas a la vez y el muy imbécil se convirtió en media babosa. No daba ni gota de miedo. El hechizo para vencer a un boggart es sencillo, pero requiere fuerza mental. Lo que sirve para vencer a un boggart es la risa. Lo que tenéis que hacer es obligarle a que adopte una forma que vosotros encontréis cómica. Practicaremos el hechizo primero sin la varita. Repetid conmigo: ¡Riddíkulo!
—¡Riddíkulo! —dijimos todos a la vez.
—Bien —dijo el profesor Lupin—. Muy bien. Pero me temo que esto es lo más fácil. Como ven, la palabra sola no basta. Y aquí es donde entras tú, Neville.
El armario volvió a temblar. Aunque no tanto como Neville, que avanzaba como si se dirigiera a la horca.
—Bien, Neville —prosiguió el profesor Lupin—. Empecemos por el principio: ¿qué es lo que más te asusta en el mundo? —Neville movió los labios, pero no dijo nada—. Perdona, Neville, pero no he entendido lo que has dicho —dijo el profesor Lupin, sin enfadarse.
Neville miró a su alrededor; con ojos despavoridos, como implorando ayuda. Luego dijo en un susurro:
—El profesor Snape.
Casi todos se rieron. Incluso Neville se sonrió a modo de disculpa. El profesor Lupin, sin embargo, parecía pensativo.
—El profesor Snape... mm... Neville, creo que vives con tu abuela, ¿es verdad?
—Sí —respondió Neville, nervioso—. Pero no quisiera tampoco que el boggart se convirtiera en ella.
—No, no. No me has comprendido —dijo el profesor Lupin, sonriendo—. Lo que quiero saber es si podrías explicarnos cómo va vestida tu abuela normalmente.
Neville estaba asustado, pero dijo:
—Bueno, lleva siempre el mismo sombrero: alto, con un buitre disecado encima; y un vestido largo... normalmente verde; y a veces, una bufanda de piel de zorro.
—¿Y bolso? —le ayudó el profesor Lupin.
—Sí, un bolso grande y rojo —confirmó Neville.
—Bueno, entonces —dijo el profesor Lupin—, ¿puedes recordar claramente ese atuendo, Neville? ¿Eres capaz de verlo mentalmente?
—Sí —dijo Neville, con inseguridad, preguntándose qué pasaría a continuación.
—Cuando el boggart salga de repente de este armario y te vea, Neville, adoptará la forma del profesor Snape —dijo Lupin—. Entonces alzarás la varita, así, y dirás en voz alta: ¡Riddíkulo!, concentrándote en el atuendo de tu abuela. Si todo va bien, el boggart-profesor Snape tendrá que ponerse el sombrero, el vestido verde y el bolso grande y rojo.
Hubo una carcajada general. El armario tembló más violentamente.
—Si a Neville le sale bien —añadió el profesor Lupin—, es probable que el boggart vuelva su atención hacia cada uno de nosotros, por turno. Quiero que ahora todos dediquen un momento a pensar en lo que más miedo les da y en cómo podrían convertirlo en algo cómico...
La sala se quedó en silencio. ¿Qué era lo que más me aterrorizaba en el mundo?
Pensé; ¿una betarraga con un cuchillo asesina? ¿Que me expulsarán de Hogwarts? ¿Hacerle dañó a mis criaturas? Luego en mi mente se formó la imagen de los padres de mi madre; Angelique y Apollo y como yo nunca fui y nunca seré lo suficiente para ellos. Me estremecí y vi a la mayoría de mis compañeros que tenían los ojos fuertemente cerrados. Ron murmuraba para sí:
—Arrancarle las patas.
Sonreí al prensar el mayor miedo de Ron; las arañas.
—¿Todos preparados? —preguntó el profesor Lupin. Todos los demás asentían con la cabeza y se arremangaban.
—Nos vamos a echar todos hacia atrás, Neville —dijo el profesor Lupin—, para dejarte el campo despejado. ¿De acuerdo? Después de ti llamaré al siguiente, para que pase hacia delante... Ahora todos hacia atrás, así Neville podrá tener sitio para enfrentarse a él.
Todos se retiraron, arrimándose a las paredes, y dejamos a Neville solo, frente al armario. Estaba pálido y asustado, pero se había arremangado la túnica y tenía la varita preparada.
—A la de tres, Neville —dijo el profesor Lupin, que apuntaba con la varita al pomo de la puerta del armario—. A la una... a las dos... a las tres... ¡ya!
Un haz de chispas salió de la varita del profesor Lupin y dio en el pomo de la puerta. El armario se abrió de golpe y el profesor Snape salió de él, con su nariz ganchuda y gesto amenazador. Fulminó a Neville con la mirada.
Neville se echó hacia atrás, con la varita en alto, moviendo la boca sin pronunciar palabra. Snape se le acercaba, ya estaba a punto de cogerlo por la túnica...
—¡Ri... Riddíkulo! —dijo Neville.
Se oyó un chasquido como de látigo. Snape tropezó: llevaba un vestido largo ribeteado de encaje y un sombrero alto rematado por un buitre apolillado. De su mano pendía un enorme bolso rojo.
Me cubrí la boca para ahogar mi risa pero no era suficiente; me partí de risa, sintiendo que me faltaba el aire; esto perdurará en mi memoria en los más oscuros momentos. El boggart se detuvo, confuso, y el profesor Lupin gritó:
—¡Parvati! ¡Adelante!
Parvati avanzó, con el rostro tenso. Snape se volvió hacia ella. Se oyó otro chasquido y en el lugar en que había estado Snape apareció una momia cubierta de vendas y con manchas de sangre; había vuelto hacia Parvati su rostro sin ojos, y comenzó a caminar hacia ella, muy despacio, arrastrando los pies y alzando sus brazos rígidos...
—¡Riddíkulo! —gritó Parvati.
Se soltó una de las vendas y la momia se enredó en ella, cayó de bruces y
la cabeza salió rodando.
—¡Seamus! —gritó el profesor Lupin. Seamus pasó junto a Parvati como una flecha. ¡Crac! Donde había estado la momia se encontraba ahora una mujer de pelo negro tan largo que le llegaba al suelo, con un rostro huesudo de color verde: una banshee. Abrió la boca completamente y un sonido sobrenatural llenó la sala: un prolongado aullido que me hizo taparme los oídos.
—¡Riddíkulo! —gritó Seamus.
La banshee emitió un sonido ronco y se llevó la mano al cuello. Se había
quedado afónica.
¡Crac! La banshee se convirtió en una rata que intentaba morderse la cola, dando vueltas en círculo; a continuación... ¡crac!, se convirtió en una serpiente de cascabel que se deslizaba retorciéndose, y luego... ¡crac!, en un ojo inyectado en sangre.
—¡Está despistado! —gritó Lupin—. ¡Lo estamos logrando! ¡Dean!
Dean se adelantó.
¡Crac! El ojo se convirtió en una mano amputada que se dio la vuelta y comenzó a arrastrarse por el suelo como un cangrejo.
—¡Riddíkulo! —gritó Dean.
Se oyó un chasquido y la mano quedó atrapada en una ratonera. —¡Excelente! ¡Laila, te toca!
Imagine que sería tal vez el basilisco pero mi sorpresa fue más que evidente cuando frente a mi se encontraban innumerables cuerpos; mis abuelos, mi abuelo Newt y mi abuela Tina ambos tomados de la mano, con los ojos abiertos sin vida, a su lado estaban Harry, Ron y Hermione, incluso estaba Fay; pálidos y sin vida, Harry tenía completamente el pecho ensangrentado, Ron tenía un corte en el cuello y a Hermione le salía un hilo de sangre por la boca, también habían cuerpos apilados; mi tío Remus,  McGonnagal e incluso estaba Mamá, como la había visto en fotos; cuando era joven pero sin embargo tenía los ojos abiertos muerta y lloraba sangre, pude ver también a Castiel y a James en un rincón, incluso Cody III. Luego apareció alguien en frente mío; era yo, estaba cubierta en sangre , en especial la boca, me estaba chupando los dedos; ella me vio horrorizada.
—¿Pero que has hecho, Laila? ¿Pero que has hecho?
Me quede paralizada ante el tétrico escenario; pude sentir los pensamientos de todos ahora; fue como si mi muro que había construido para no oírlos a todos se rompiera y todos sus pensamientos me invadieran
"¿Ese no es el profesor Lupin?"
"¿Y esa McGonnagal?
"¡Son Harry, Hermione y Ron!"
"Son sus abuelos..."
"¡Lo que dijo la profesora Trewlaney!"
"Bruja oscura"
"Laila..."
Pude identificar el último pensamiento como Harry, me di la vuelta para verlo con los labios apretados sin saber que hacer, ya no recordaba como hacer Magia.
"Lizzy..."
Vi a mi tío Remus que vio por un par de segundos sin aliento a el cuerpo de mi madre muerta, antes de verme a mi.
—Laila...
Di unos pasos hacia atrás antes de tocar el hombro de Ron, y empujarlo hacia adelante con la mayor fuerza que pude.
—¡Ron sigues tú!—exclame luego vi a mi tío Remus—. ¿Permiso para ir al baño?
—Concedido pero...
Ni siquiera termino la frase y yo ya había salido de la clase.

Weee
Escribir el boggart de Laila lo cambie a ultimo momento y quedó muy tétrico.

Laila Scamander y El Prisionero De AzkabanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora