42: Un muy mortal árbol

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—¡Ron! —gritó Hermione.
—¡Presidente Besos!—grite histérica, siendo la primera en correr hacia ellos.
—¡Laila!—escuche la voz de Harry y supe que comenzó a seguirme con Hermione, ambos me alcanzaron, siendo los tres corriendo hacia Ron y los gatos.
—¡Presidente Besos! ¡Ron si le haces algo a mi gatito TE ASESINARE!—grité, sintiendo a Harry y a Hermione jadear a mi lado, sin embargo también escuchaba los gritos de Ron que dirigía a Crookshanks, mis piernas me ardían pero aún así seguía corriendo.
—Aléjate de él..., aléjate... Scabbers, ven aquí...
Oí un golpe seco.
—¡MI GATITO!—grite preocupada
—¡Te he atrapado! Vete, gato asqueroso. ¡Vete!
Harry, Hermione y yo casi chocamos contra Ron. Estaba tendido en el suelo. Scabbers había vuelto a su bolsillo y Ron sujetaba con ambas manos el tembloroso bulto.
—Vamos, Ron, volvamos a cubrirnos —dijo Hermione jadeando—. Dumbledore y el ministro saldrán dentro de un minuto.
Harry me tomó de la mano para ponerme adentro de la capa pero antes de que pudiéramos volver a taparnos, antes incluso de que pudiera recuperar el aliento, oímos los pasos de unas patas gigantes. Algo se acercaba a nosotros en la oscuridad: un enorme perro negro de ojos claros. Me dio un sentimiento de familiaridad, había visto este perro en algún lado...pero no recordaba donde.
Agrande los ojos y tome mi varita, sin saber qué hechizo hacer, no pensaba en herir al perro pero tal vez solo hacerlo dormir, sin embargo este se lanzó contra Harry.
—¡No!—grite, Harry se apartó rodando, aturdido, trató de ponerse en pie; fui hacia él y lo ayude a pararse con cuidado pero nos dimos la vuelta al oír rugir al animal, preparándose para un nuevo ataque.
Ron se levantó. Cuando el perro volvió a saltar contra nosotros, Ron empujó a Harry hacia un lado conmigo y el perro mordió el brazo estirado de Ron. Harry embistió y agarró al animal por el pelo, pero éste arrastraba a Ron con tanta facilidad como si fuera un muñeco de trapo, traté de ayudarlo pero era inútil.
Entonces, algo surgido de no se dónde golpeó a Harry tan fuerte en la cara que volvió a derribarlo, lo primero que hice fue palpar mi bolsillo por mi varita pero algo me golpeó tan fuerte el estómago que me dejó sin aire y me hizo rodar un par de metros, chillando de dolor. Me agarre el estómago con fuerza, y me arrastre en busca de mi varita, viendo un poco borroso, vi una luz a unos metros; era Harry, y di un quejido cuando supe donde estábamos; habíamos llegado hasta el sauce boxeador; y sus ramas crujían como azotadas por un fortísimo viento y oscilaban de atrás adelante para impedir que nos aproximáramos. Habíamos llegado donde un árbol asesino, genial.
Al pie del árbol estaba el perro, arrastrando a Ron y metiéndolo por un hueco que había en las raíces. Ron luchaba denodadamente, pero su cabeza y su torso se estaban perdiendo de vista.
—¡Ron! —gritó Harry, intentando seguirlo, pero una gruesa rama le propinó un restallante y terrible trallazo que lo obligó a retroceder. Me paré como pude pero lo único que podía ver ya de Ron era la pierna con la que el muchacho se había enganchado en una rama para impedir que el perro lo arrastrase. ¿Donde diablos se había metido Presidente Besos? Un horrible crujido cortó el aire como un pistoletazo. La pierna de Ron se había roto y el pie desapareció en aquel momento.
—Harry, tenemos que pedir ayuda —gritó Hermione. Ella también sangraba. El sauce le había hecho un corte en el hombro.
—¡No! ¡Este ser es lo bastante grande para comérselo! ¡No tenemos tiempo!
—No conseguiremos pasar sin ayuda.
Otra rama lanzó otro latigazo, con las ramitas enroscadas como puños.
—¡SI ALGUIEN TIENE UNA MEJOR IDEA, ESTE ES EL MOMENTO!—grite, esquivando una rama, dando una mueca de dolor al moverme tan rápido.
—Si ese perro ha podido entrar, nosotros también —jadeó Harry, corriendo y zigzagueando, tratando de encontrar un camino a través de las ramas que daban trallazos al aire, suspire antes de comenzar a seguirlo pero era imposible acercarse un centímetro más sin ser golpeados por el árbol.
—¡Socorro, socorro! —gritó Hermione, como una histérica, dando brincos sin moverse del sitio—. ¡Por favor...!
Crookshanks dio un salto al frente. Se deslizó como una serpiente por entre las ramas que azotaban el aire y se agarró con las zarpas a un nudo del tronco.
—¡Oye tú!—le grite al gato—. ¿DONDE ESTÁ PRESIDENTE BESOS?
De repente, como si el árbol se hubiera vuelto de piedra, dejó de moverse.
—¡Crookshanks! —gritó Hermione, dubitativa. Me tomó por el brazo tan fuerte que di un quejido—. ¿Cómo sabía...?
—Es amigo del perro —dijo Harry detrás de nosotras con tristeza—. Los he visto juntos... Vamos. Tengan la varita a punto.
En unos segundos recorrimos la distancia que nos separaba del tronco, pero antes de que llegáramos al hueco que había entre las raíces, Crookshanks se metió por él agitando la cola de brocha. Lo seguí, entrando a gatas, poniendo mi varita en mi boca, metiendo primero la cabeza, y me deslicé por una rampa de tierra hasta la boca de un túnel de techo muy bajo, caí detrás de Harry. Un segundo después, entró Hermione.
—¿Dónde está Ron? —preguntó con voz aterrorizada.
—Por aquí —indicó Harry, poniéndose en camino con la espalda arqueada,
siguiendo a Crookshanks, vi al gato.
—Pequeño traidor—murmure.
—¿Adónde irá este túnel? —preguntó Hermione, sin aliento.
—No sé... Está señalado en el mapa del merodeador; pero Fred y George creían que nadie lo había utilizado nunca. Se sale del límite del mapa, pero daba la impresión de que iba a Hogsmeade...
Avanzábamos tan aprisa como podía, casi doblados por la cintura. Por momentos podía ver la cola de Crookshanks. El pasadizo no se acababa, y aunque también estaba preocupada por Ron, mi pequeño gatito ocupaba mi mente. Parecía tan largo como el que iba a Honeydukes.
Y entonces el túnel empezó a elevarse, y luego a serpentear; y Crookshanks había desaparecido.
Nos detuvimos jadeando, para tomar aire. Avanzamos con cautela hasta la abertura. Levantamos las varitas para ver lo que había al otro lado.
Había una habitación, muy desordenada y llena de polvo. El papel se despegaba de las paredes. El suelo estaba lleno de manchas. Todos los
muebles estaban rotos, como si alguien los hubiera destrozado. Las ventanas estaban todas cegadas con maderas.
Le di una mirada a Harry y a Hermione, los tres estábamos asustados, pero asentí con la cabeza, íbamos a recuperar a Ron y a mi gatito. Harry salió por la abertura mirando a su alrededor. La habitación estaba desierta, pero a la derecha había una puerta abierta que daba a un vestíbulo en sombras.
—Chicos —susurró Hermione—. Creo que estamos en la Casa de los Gritos.
Mire por todos lados, fije la mirada en una silla de madera que estaba cerca de ellos. Le habían arrancado varios trozos y una pata.
—Eso no lo han hecho los fantasmas —negué con la cabeza.
En ese momento oí un crujido en lo alto. Algo se había movido en la parte de arriba. Miré al techo.
Tan en silencio como pudimos, entramos en el vestíbulo y subimos por la escalera, que se estaba desmoronando. Todo estaba cubierto por una gruesa capa de polvo, salvo el suelo, donde algo arrastrado escaleras arriba había dejado una estela ancha y brillante.
Llegamos hasta el oscuro descansillo.
—Nox —susurramos a un tiempo, y se apagaron las luces de las varitas.
Solamente había una puerta abierta. Al dirigirse despacio hacia ella, oímos un movimiento al otro lado. Un suave gemido, y luego un ronroneo profundo y sonoro. Cambiamos una última mirada y un último asentimiento con la cabeza.
Sosteniendo la varita ante sí, Harry abrió la puerta de una patada.
Crookshanks estaba acostado en una magnífica cama con dosel y colgaduras polvorientas. Ronroneó al vernos y abrí la boca sin poder creer como se veía tan normal, en el suelo, a su lado, sujetándose la pierna que sobresalía en un ángulo anormal, estaba Ron. Nos acercamos rápidamente.
—¡Ron!, ¿te encuentras bien?
—¿Dónde está el perro?
—¿Dónde está mi gato?—pregunté.
—No hay perro —gimió Ron. El dolor le hacía apretar los dientes—. Harry, esto es una trampa...
—¿Qué...?
—Él es el perro. Es un animago...
Ron miraba por encima del hombro de Harry. Nos dimos la vuelta. El hombre oculto en las sombras cerró la puerta tras nosotros.

Laila Scamander y El Prisionero De AzkabanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora