51: Peligros de viajar en el tiempo por Laila Elizabeth Scamander

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Harry me miró en la oscuridad.
—Quizás ocurriera algo que podemos cambiar ahora —dijo pensativo—. ¿Qué puede ser? Hace tres horas nos dirigíamos a la cabaña de Hagrid...
—Ya estamos tres horas antes, nos dirigimos a la cabaña —explique suspirando—. Acabamos de oírnos salir. Espabílate, Potter.
Harry frunció el entrecejo.
—Dumbledore dijo simplemente... dijo simplemente que podíamos salvar más de una vida inocente...¡Laila, vamos a salvar a Buckbeak!
—Por supuesto que haremos eso...¿pero qué ayudará eso a Sirius?
—Dumbledore nos dijo dónde está la ventana del despacho de Flitwick, donde tienen encerrado a Sirius con llave. Tenemos que volar con Buckbeak hasta la ventana y rescatar a Sirius. Sirius puede escapar montado en Buckbeak. ¡Pueden escapar juntos!
Me quede pensando un rato, eso era casi imposible, en especial que alguien no nos viera, sería más fácil darle mi alfombra mágica pero entonces no salvaríamos a Buckbeak, sonreí y le revolví el pelo.
—Así me gustas, cuatro ojos.
—Gracias Fleuphemia—el rio, mi sonrió despareció de mi rostro.
—Te estás ganando un buen golpe, James.
Se levantó y pegó el oído a la puerta
—No parece que haya nadie. Vamos...
Harry empujó y abrió la puerta del armario. El vestíbulo estaba desierto. Tan en silencio y tan rápido como pudimos, salimos del armario y bajamos corriendo los escalones. Las sombras se alargaban. Las copas de los árboles del bosque prohibido volvían a brillar con un fulgor dorado.
—De acuerdo, si alguien se asoma por la ventana...
—Huiremos —dijo Harry con determinación
—Yo iba a decir que lo embrujáramos, pero eso suena mucho más sencillo—respondí.
—Nos internaremos en el bosque. Tendremos que ocultarnos detrás de un árbol o algo así, y estar atentos.
—¡De acuerdo, pero iremos por detrás de los invernaderos! —susurre—. ¡Tenemos que apartarnos de la puerta principal de la cabaña de Hagrid o de lo contrario nos veremos a nosotros mismos! Ya debemos de estar llegando a la cabaña. Atravesamos los huertos hasta los invernaderos, me detuve un momento detrás de éstos y reanudamos el camino a toda velocidad, rodeando el sauce boxeador y yendo a ocultarnos en el bosque...
—Bueno —dije  con voz entrecortada—, tenemos que ir a la cabaña sin que se note. Que no nos vean, Harry.

Anduvimos en silencio entre los árboles, por la orilla del bosque. Al vislumbrar la fachada de la cabaña de Hagrid, oí que alguien llamaba a la puerta. Me escondí tras un grueso roble y miré por ambos lados. Hagrid apareció en la puerta tembloroso y pálido, mirando a todas partes para ver quién había llamado. Y oí la voz de Harry:
—Somos nosotros. Llevamos la capa invisible. Si nos dejas pasar; nos la quitaremos.
—No deberían haber venido —susurró Hagrid. Se hizo a un lado y cerró rápidamente la puerta.
—Esto es lo más raro en que me he metido en mi vida —dijo Harry con entusiasmo.
—Concuerdo, y siento una rara sensación de emoción—susurre luego señale con mi cabeza—. Tenemos que adelantarnos, hay que acercarnos a Buckbeak!
Avanzamos sigilosamente hasta que vimos al nervioso hipogrifo atado a la valla que circundaba la plantación de calabazas de Hagrid.
—¿Ahora? —susurró Harry
—¡No! —dije, pensando en todas las posibilidades que le había dicho a mi abuelo Newt de liberar a Buckbeack y él me había dicho lo peligrosas que eran para Hagrid—. Si nos lo llevamos ahora, los hombres de la comisión creerán que Hagrid lo ha liberado. ¡Tenemos que esperar hasta que lo vean atado!
—Eso supone unos sesenta segundos —dijo Harry.
—Bueno...Los sesenta segundos más emocionantes de tu vida, claro, después de conocerme a mi—respondí,
En ese momento oí romperse una pieza de porcelana.
—Ya se le ha caído a Hagrid la jarra de leche —dije—. Dentro
de un momento estará la rata.
Efectivamente, minutos después oímos el chillido de sorpresa de
Hermione.
—Laila —dijo Harry de repente—, ¿y si entráramos en la cabaña y nos apoderásemos de Pettigrew?
—¡No!. ¿No lo entiendes? ¡Estamos rompiendo una de las leyes más importantes de la brujería! ¡Nadie puede cambiar lo ocurrido, nadie! Ya has oído a Dumbledore... Si nos ven...
—Sólo nos verían Hagrid y nosotros mismos.
—Harry, ¿qué crees que pasaría si te vieras a ti mismo entrando en la cabaña de Hagrid? —pregunte con cansancio.
—Creería... creería que me había vuelto loco —dijo Harry—. O que había magia oscura por medio.
—Exactamente. No lo comprenderías. No dudo que yo me tiraría encima mío y trataría de noquearme. Pasan cosas muy malas si te ves a ti mismo
¿Cuantas personas crees que han asesinado a su yo pasado o futuro?
—Vale —dijo Harry—, sólo era una idea. Yo pensaba nada más que...
Pero en cuanto vi a Dumbledore, Fudge, el anciano de la comisión y Macnair, el verdugo, que bajaban los escalones, le di un codazo a Harry
—¡Estamos a punto de salir! —exclame.
Efectivamente, un momento después se abrió la puerta trasera de la cabaña de Hagrid y nos vi a Los cuatro saliendo de ella con Hagrid.
—Dios santo...¿así se me ve el cabello por detrás?—exclamé sorprendida—. ¿Por que nunca me lo habías dicho?
—¡Shh Laila!—Harry me regañó.
—No temas, Buckbeak —dijo Hagrid—. No temas. —Se volvió hacia los cuatro amigos—. Venga, márchense.
—Hagrid, no podemos... Les diremos lo que de verdad sucedió.
—No pueden matarlo...
—¡Márchense! Ya es bastante horrible y sólo faltaría que además se metieran en un lío.
Hermione nos puso la capa invisible y los cuatro nos fuimos en el huerto de calabazas.
—Marchaense, rápido. No escuchén.
Llamaron a la puerta principal de la cabaña de Hagrid. El grupo de la ejecución había llegado. Hagrid dio media vuelta y se metió en la cabaña, dejando entreabierta la puerta de atrás, vi como la hierba se aplastaba y supe que Los cuatro nos habíamos puesto en movimiento. Pero como yo y Harry nos ocultábamos entre los árboles podíamos ahora escuchar por la puerta trasera lo que sucedía dentro de la cabaña.
—¿Dónde está la bestia? —preguntó la voz fría de Macnair.
—Fu... fuera—contestó Hagrid.
Harry escondió la cabeza cuando Macnair apareció en la ventana de Hagrid para mirar a Buckbeak. Luego Fudge.
—Tenemos que leer la sentencia, Hagrid. Lo haré rápido. Y luego tú y Macnair tendrán que firmar. Macnair, tú también debes escuchar. Es el procedimiento.
El rostro de Macnair desapareció de la ventana. Tendría que ser en ese momento o nunca.
—Espera aquí —susurró Harry—. Yo lo haré.
—Si, claro—dije con sarcasmo—. Como si tu fueras el encantador de hipogrifos aquí.
Mientras Fudge volvía a hablar; Harry me tomó la mano y dimos la carrera más rápida que alguna vez había dado, saltamos la valla del huerto de calabazas y nos acercamos a Buckbeak .
—«La Comisión para las Criaturas Peligrosas ha decidido que el hipogrifo Buckbeak, en adelante el condenado, sea ejecutado el día seis de junio a la puesta del sol...»
Harry volvió a mirar fijamente los feroces ojos naranja de Buckbeak e inclinó la cabeza. Buckbeak dobló las escamosas rodillas y volvió a enderezarse. Harry soltó la cuerda que ataba a Buckbeak a la valla.
—Hey, hola amigo—susurré.
—«... sentenciado a muerte por decapitación, que será llevada a cabo por el verdugo nombrado por la Comisión, Walden Macnair...»
—Vamos, Buckbeak —murmuró Harry—, ven, vamos a salvarte. Sin hacer ruido, sin hacer ruido...
—«... por los abajo firmantes.» Firma aquí, Hagrid.
Harry tiró de la cuerda con todas sus fuerzas, pero Buckbeak había clavado en el suelo las patas delanteras.
—Bueno, acabemos ya —dijo la voz atiplada del anciano de la Comisión en el interior de la cabaña de Hagrid—. Hagrid, tal vez fuera mejor que te quedaras aquí dentro.
—No, quiero estar con él... No quiero que esté solo. Se oyeron pasos dentro de la cabaña.
—Hazte un lado— empuje a Harry y tome la cuerda.

Laila Scamander y El Prisionero De AzkabanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora