14: Cuidado de Criaturas Mágicas

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Ron miró a Hermione como si se hubiera vuelto loca.
—Hermione, si Harry ha visto un Grim , eso es... eso es terrible — aseguró —. Mi tío Bilius vio uno y.. ¡murió veinticuatro horas más tarde!
—Casualidad —arguyó Hermione sin darle importancia, sirviéndose zumo de calabaza.
—¡No sabes lo que dices! —dijo Ron empezando a enfadarse—. Los Grims ponen los pelos de punta a la mayoría de los brujos ¿cierto Laila?
—Eh....no lo sé, mi abuela también cree que la adivinación es muy imprecisa, no...no creo mucho en ella...
—Ahí tienes la prueba —dijo Hermione en tono de superioridad—. Ven al Grim y se mueren de miedo. El Grim no es un augurio, ¡es la causa de la muerte! Y Harry todavía está con nosotros porque no es lo bastante tonto para ver uno y pensar: «¡Me marcho al otro barrio!»
Ron movió los labios sin pronunciar nada, para que Hermione comprendiera sin que Harry se enterase. Hermione abrió la mochila, sacó su libro de Aritmancia y lo apoyó abierto en la jarra de zumo.
—Creo que la adivinación es algo muy impreciso —dijo buscando una página—; si quieres saber mi opinión, creo que hay que hacer muchas conjeturas.
—No había nada de impreciso en el Grim que se dibujó en la taza —dijo Ron acalorado.
—No estabas tan seguro de eso cuando le decías a Harry que se trataba de una oveja —repuso Hermione con serenidad.
—¿Y que hay de Laila eh? Una marca oscura y una lucha interior...
—Eso no significa que me vuelva loca y trate de matarlos a todos, Ron. Cuando dices lucha interior, lo unico que me imagino son a mis últimas dos neuronas tratando de tocar la trompeta.
—¿Ves?—le restregó Hermione en la cara, sin embargo yo mire hacia mi plato y pude sentir la mirada de Harry en mi.
—¡La profesora Trelawney dijo que no tenías un aura adecuada para la adivinación! Lo que pasa es que no te gusta no ser la primera de la clase.

Acababa de poner el dedo en la llaga. Di un grito de horror, cubriéndome la boca; Hermione golpeó la mesa con el libro con tanta fuerza que salpicó carne y zanahoria por todos lados.
—Si ser buena en Adivinación significa que tengo que hacer como que veo augurios de muerte en los posos del té, no estoy segura de que vaya a seguir estudiando mucho tiempo esa asignatura. Esa clase fue una porquería comparada con la de Aritmancia.
Tomó la mochila y se fue sin despedirse.
Ron la siguió con la vista, frunciendo el entrecejo.
—Pero ¿de qué habla? ¡Todavía no ha asistido a ninguna clase de Aritmancia!

🌙

Salir del castillo fue liberador, la lluvia del día anterior había terminado; el cielo era de un gris pálido, y la hierba estaba mullida y húmeda bajo los pies, además de que olía muy bien, cuando nos pusimos en camino hacia la primera clase de Cuidado de Criaturas Mágicas.
—Laila para de dar saltitos—me regañó Ron.
—¿Y como no hacerlo? ¡ Por fin vamos a tener una clase de Cuidado de Criaturas Magicas!
Ron y Hermione no se dirigían la palabra. Harry caminaba a mi lado, en silencio, mientras descendíamos por el césped hacia la cabaña de Hagrid, en el límite del bosque prohibido. Solo cuando vi delante tres espaldas que me resultaban muy familiares, casi di un gemido de fastidio, dándome cuenta de que debíamos de compartir aquellas clases con los de Slytherin. Malfoy decía algo animadamente a Crabbe y Goyle, que se reían a carcajadas, por lo que no pude evitar ver a Harry.
Hagrid aguardaba a los alumnos en la puerta de la cabaña. Estaba impaciente por empezar; cubierto con su abrigo de ratina, y con Fang, el perro jabalinero, a sus pies.
—¡Vamos, dense prisa! —gritó a medida que se aproximaban sus alumnos—. ¡Hoy tengo algo especial para vosotros! ¡Una gran lección! ¿Ya está todo el mundo? ¡Bien, síganme!
—¡Fang!—grite yendo hacia el perro que se puso en dos patas y se tiró casi encima mío, de no ser por Ron, me hubiera caído en mi trasero. Me lamió toda la cara a lo cual le rasque detrás de las orejas.
—Vamos Fang, déjala tranquila—le gritó Hagrid.
Durante un desagradable instante, Harry temió que Hagrid nos condujera al bosque.
—Oh vamos, es el bosque prohibido, no creo que un profesor haga eso—al ver la mirada de Harry me arrepentí—. Lo siento, no quise hacerlo.
Sin embargo, Hagrid anduvo por el límite de los árboles y cinco minutos después nos hallamos ante un prado donde no había nada.
—¡Acerquense todos a la cerca! —gritó—. Asegúrense  de que tenéis buena visión. Lo primero que tienen que hacer es abrir los libros...
—¿De qué modo? —dijo la voz fría y arrastrada de Draco Malfoy.
—¿Qué? —dijo Hagrid.
—¿De qué modo abrimos los libros? —repitió Malfoy. Sacó su ejemplar de El monstruoso libro de los monstruos, que había atado con una cuerda. Otros lo imitaron. Unos, como Harry, habían atado el libro con un cinturón; otros lo habían metido muy apretado en la mochila o lo habían sujetado con pinzas.
—¿Nadie ha sido capaz de abrir el libro? —preguntó Hagrid decepcionado.
La clase entera negó con la cabeza, sin embargo yo levante la mano.
—Tenéis que acariciarlo —dijo Hagrid, como si fuera lo más obvio del mundo—. Mirad...
Cogió el ejemplar de Hermione y desprendió el celo mágico que lo sujetaba. El libro intentó morderle, pero Hagrid le pasó por el lomo su enorme dedo índice, y el libro se estremeció, se abrió y quedó tranquilo en su mano.
—¡Qué tontos hemos sido todos! —dijo Malfoy despec tivamente—. ¡Teníamos que acariciarlo! ¿Cómo no se nos ocurrió?
—Yo... yo pensé que os haría gracia —le dijo Hagrid a Hermione, dubitativo.
—¡Ah, qué gracia nos hace...! —dijo Malfoy—. ¡Realmente ingenioso, hacernos comprar libros que quieren comernos las manos!
—Oh Cállate—le cerré la boca, luego vi a todos con una mirada y pose de diva—. ¡Ay señor, que incultos!
—Bien, pues —dijo Hagrid, que parecía haber perdido el hilo—. Así que... ya tenéis los libros y... y... ahora les hacen falta las criaturas mágicas. Sí, así que iré a por ellas. Esperen un momento...
Se alejó de nososreos, penetró en el bosque y se perdió de vista.
—Dios mío, este lugar está en decadencia —dijo Malfoy en voz alta—. Estas clases idiotas... A mi padre le dará un patatús cuando se lo cuente.
—Cierra la boca, Malfoy —dijo Harry.
—Cuidado, Potter; hay un dementor detrás de ti.
—¡Uuuuuh! —gritó Lavender Brown, señalando hacia la otra parte del prado.
Trotando en dirección a nosotros se acercaba una docena de criaturas, agarre a Harry del brazo demasiado emocionada que apenas podía decir algo.Tenían el cuerpo, las patas traseras y la cola de caballo, pero las patas delanteras, las alas y la cabeza de águila gigante. El pico era del color del acero y los ojos de un naranja brillante. Las garras de las patas delanteras eran de quince centímetros cada una y parecían armas mortales. Cada uno llevaba un collar de cuero grueso alrededor del cuello, atado a una larga cadena. Hagrid sostenía en sus grandes manos el extremo de todas las cadenas. Se acercaba corriendo por el prado, detrás de las criaturas.
—¡Id para allá! —gritaba, sacudiendo las cadenas y forzandolos a ir hacia la cerca, donde estaban los alumnos. Todos se echaron un poco hacia atrás cuando Hagrid llegó donde estaban ellos y ató los animales a la cerca, yo fui la que quedó adelante.
—¡Hipogrifos! —gritó Hagrid alegremente, haciendo a sus alumnos una señal con la mano—. ¿A que son hermosos?
—Son bellísimos, Hagrid—asentí con una sonrisa.
Todos tenían colores diferentes: gris fuerte, bronce, ruano rosáceo, castaño brillante y negro tinta.
—Vengan —dijo Hagrid frotándose las manos y sonriéndoles—, si quieren acercarse un poco...
Nadie parecía querer acercarse. Harry, Ron y Hermione, sin embargo, se aproximaron con cautela a la cerca, a mi lado.
—Lo primero que tienen que saber de los hipogrifos es que son orgullosos —dijo Hagrid—. Se molestan con mucha facilidad. Nunca ofendan a ninguno, porque podría ser lo último que hagan.
Malfoy, Crabbe y Goyle no escuchaban; hablaban en voz baja y aunque no leía sus mentes sabía que estaban tramando la mejor manera de incordiar.
—Tienen que esperar siempre a que el hipogrifo haga el primer movimiento —continuó Hagrid—. Es educado, ¿se dan cuenta? Van hacia él, se inclinan y esperán. Si él responde con una inclinación, querrá decir que les permite tocarlo. Si no hace la inclinación, entonces es mejor que os alejéis de él enseguida, porque puede hacer mucho daño con sus garras. Bien, ¿quién quiere ser el primero?
Como respuesta, la mayoría de la clase se alejó aún más, excepto yo que apenas me di cuenta. Los hipogrifos sacudían sus feroces cabezas y desplegaban sus poderosas alas; parecía que no les gustaba estar atados.
—¡Así me gusta Laila y Harry!—cuando Harry oyó su nombre se dio la vuelta para ver a la clase que habían retrocedido dos metros de nosotros.
Detrás se oyó un jadeo, y Lavender y Parvati susurraron:
—¡No, Harry, acuérdate de las hojas de té!
Harry no hizo caso y saltó la cerca, yo inmediatamente salté a su lado y me ayudó.
—Veamos cómo se llevan con Buckbeak .
Soltó la cadena, separó al hipogrifo gris de sus compañeros y le desprendió el collar de cuero. Los alumnos, al otro lado de la cerca, contenían la respiración. Malfoy entornaba los ojos con malicia sin embargo también se veía un poco...¿interesado?
—Tranquilo ahora, Harry —dijo Hagrid en voz baja—. Primero mírale a los ojos. Procura no parpadear. Los hipogrifos no confían en ti si parpadeas demasiado...
Sin embargo el hipogrifo no pareció hacerle caso, si no que fue directo a mi, demasiado rápido, me hubiera asustado pero tengo un hipogrifo en casa se como controlar esto, todos dieron jadeos y gritos incluso Harry se puso automáticamente pegado a mi lado, sin embargo el hipogrifo se quedó a unos centímetros de mi cara, viéndome detenidamente, no parpadeé, viéndolo igualmente, pasaron unos segundos antes de que sintiera algo tibio pasar por mi mejilla; era su lengua; me estaba lamiendo la cara.
Lentamente alce mi mano y le di unas palmaditas en el pico, él cerró los ojos y pude sentir que le gustaba, rebusque en su mente pero lo único que encontré era un sentimiento de familiaridad como si ya me hubiera visto en otra parte, sentí una conexión una especie de lazo pero no era conmigo.
—¿Que miran todos?—dije viendo ahora a la clase—. Soy Laila Scamander ¿creen que tengo que inclinarme frente a los hipogrifos y esperar a que les guste? ¡Les gustó a todos!
—Erhh...vamos Buckbeack—le dijo Hagrid, aunque lo hacía con una enorme sonrisa.
A Harry empezaron a irritársele los ojos, pero no los cerró. Buckbeak había vuelto la cabeza grande y afilada, y miraba a Harry fijamente.
—Eso es —dijo Hagrid—. Eso es, Harry. Ahora inclina la cabeza...
A Harry no le hacía gracia presentarle la nuca a Buckbeak, pero hizo lo que Hagrid le decía. Se inclinó brevemente y levantó la mirada.
El hipogrifo seguía mirándolo fijamente y con altivez. No se movió.
—Ah —dijo Hagrid, preocupado—. Bien, vete hacia atrás, tranquilo, despacio...
—Espera—dije.
Pero entonces, el hipogrifo dobló las arrugadas rodillas delanteras y se inclinó profundamente.
—¡Bien hecho, Harry! —dijo Hagrid, eufórico—. ¡Bien, puedes tocarlo! Dale unas palmadas en el pico, vamos.
Harry se acercó al hipogrifo lentamente y alargó el brazo. Le dio unas palmadas en el pico y el hipogrifo cerró los ojos para dar a entender que le gustaba.
La clase rompió en aplausos. Todos excepto Malfoy, Crabbe y Goyle, que parecían muy decepcionados.
—Bien, Harry —dijo Hagrid—. ¡Creo que el hipogrifo dejaría que lo montarán!
—¿Qué?
—Súbanse ahí, detrás del nacimiento del ala —dijo Hagrid—. Y procuren no arrancarle ninguna pluma, porque no le gustaría...
—¡Yo adelante!—grite mientras ponía un pie sobre el ala de Buckbeack y me subí a su lomo, Harry hizo lo mismo. Buckbeak se levantó.
—¡Vamos! —gritó Hagrid, dándole una palmada al hipogrifo en los cuartos traseros.
A cada lado, sin previo aviso, se abrieron unas alas de más de tres metros de longitud. Harry sin saber dónde agarrarse, se tuvo que agarrar a mi cintura. Luego vi mis opciones; ninguna, no tenía donde agarrarme, pero eso era lo divertido; por lo que me tuve que agarrar a su cuello antes de remontar el vuelo. Sobrevolamos Hogwarts, podía ver todo; la torre de astronomía, el campo de Quidditch, por la ventana pude ver a unos chicos que parecían de primero que en cuanto nos vieron se asomaron todos a la ventana, reí, se veía todo; el paisaje era lo más hermoso que había visto. Sin embargo sentí una gran presión en mi estómago; eran los brazos de Harry, no le dije nada; por que era lo único que lo hacía no caerse. Buckbeack se desvió y comenzó a descender hacia el lago, Harry poco a poco dejó de soltarme, ahora disfrutando un poco más.
—¡Grita!—le dije
—¿Que?—preguntó
—¡Grita!—repetí—. Así— y comencé a gritar de alegría y emoción, vi el reflejo en el agua; Harry se había soltado y estaba con los brazos en el aire, gritando al igual que yo.
Buckbeak sobrevoló el prado: llegando a el grupo y descendió. Sin embargo tuve que echarme hacia atrás conforme el hipogrifo se inclinaba hacia abajo. Pensé que me iba a resbalar por el pico. Luego sentí el fuerte golpe al aterrizar el animal con sus cuatro patas revueltas.

Una de mis escenas favoritas 💖
Aquí lo hice más como la película; por que en el libro a Harry no le había gustado montar en Buckbeack pero prefiero la escena de la película.

Laila Scamander y El Prisionero De AzkabanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora