10. Los 18 en solitario.

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Es viernes. Y mañana sábado.

Es 11. Y mañana 12.

Mañana es mi cumpleaños. Mañana cumplo 18 años.

¿Debería estar contento? Sí.

¿Lo estoy? No.

He terminado otro año consecutivo y nada ha cambiado. ¡Nada!

La misma clase, los mismos profesores, los mismo vecinos, los mismos amigos, el mismo pringado...

Decido alegrarme un rato y llamo a Grinder y a Héctor. Quedamos en media hora en casa de Grinder para jugar a los dardos.

Me quito la camiseta vieja de andar por casa y me abrigo mucho. Estamos en diciembre y no me extrañaría que nevara.

Llego al jardín de Grinder. Observo el intento fallido de planta de marihuana que plantó entre todos los rosales y lilos de su madre. Llamo al timbre y me abre Camille.

¡Oh, venga! ¿Qué coño hacía ella allí? Se suponía que era tarde de tios.

La disparé una sonrisa falsa y me dirigí hacia el salón donde se oía a Grinder gritar.

Según me miró le fusilé con una mirada, y él solo levantó los hombros.

A los segundos llegó Héctor con tres litronas de cerveza.

- Oh, lo siento. Si llego a saber que estaba Camille traigo otra cerveza más - Dijo en tono sarcástico y mirando mal a Grinder.

La noche transcurrió tranquila, más tranquila de lo que esperaba. Ni Héctor ni yo podíamos soltarnos del todo con Camille delante, y Grinder no la dejaba ni cuando le tocaba jugar.

Cuando estabamos sentados en los sillones de piel verde que componían el salón de Grinder y pensando cada uno en nuestras cosas, solté:

- Mañana es mi cumple, ¿ qué teneis pensado hacer?

Camille le lanzó una mirada extraña a Grinder.

- Joder Nathan, no me acordé y quedamos con los padres de Camille para pasar el día mañana...

No me lo podía creer. Me sentó como una patada en el estómago. Este año no tenía ni partida de dardos para mi cumpleaños...

- Yo tengo que acompañar a mi hermano a su partido, que mañana juega al fútbol... - Dijo Héctor con cara de culpabilidad.

¿Qué? ¡Héctor tampoco estaría! Valla mierda de cumpleaños me esperaba. Era peor de lo que me imaginaba.

- Esta bien, no pasa nada - Dije intentando ocultar mi enfado.

No me podía creer que mis dos amigos tuvieran planes para el día de mi cumpleaños y fueran sin mi.

A las 10 llegué a mi casa, me hice una tortilla francesa con queso y me fui a ver la tele. Puse Eurosport, y no había nada. Estaban televisando partidas de golf, el peor deporte del mundo para mí. Lo odiaba. Me parecía una gilipollez para entretener a ricos y pijos.

Yo era de los que pensaba que se tenía que llamar deporte si se sudaba considerablemente; si no, no.

Apague la tele. Las 11. Quedaba una hora exacta para mis dieciocho, y no sabía ni donde estaban mis padres y mi hermana.

Me subí a mi habitación y me puse el pijama. Decidí escuchar el disco de ABBA que tanto le gustaba a mi padre, hasta que me quede dormido.

El sueño de esa noche fue raro, muy raro. Aparecían todas las personas a las que quiero cruzando un puente. Poco a poco iban desapareciendo, uno a uno. El primero fue Grinder, después fue Héctor con mi hermana. Mis padres fueron después. Me quedé solo y no sabía que hacer ni a dónde dirigirme, hasta que al final del puente pude divisar una figura. Me fui acercando poco a poco y distinguí que aquella figura era un chica. Cuando por fín la iba a tocar, me desperté.

¡Oh, venga! ¡Justo ahora! ¡ Duérmete otra vez!

Miré el reloj. Las 10:30 de la mañana, demasiado pronto para ser un sábad... ¡sábado! ¡Hoy era mi cumple! ¡Oficialmente ya tenía 18 años!

Me abalancé como un tigre a su presa a mi móvil y... no tenía ni un puto whatssap de nadie felicitándome, ni una mísera llamada.

Me levanté de la cama con un mal genio impresionante, me cambié y bajé a desayunar.

En la cocina estaba mi madre con su delantar rojo de mariposas y mi padre, como siempre, haciéndola de rabiar. Me miraron, me sonrieron y me gritaron: 'Feliiiiiiiciiiidadeeees cariñooooooo'

Vinieron corriendo a abrazarme entre los dos y me tiraron de las orejas.

- Ya puedes hacer cosas de hombre - Me dijo mi padre al oido levantando las cejas y guiñándome un ojo.
'Como si eso fuera tan fácil', dije para mí.

Mi madre, en cambio, me agarró de un moflete mientras decía: mi niño pequeño, mi bebe, que rápido has crecido.... y soltando alguna lágrima de cocodrilo.

Por último entró mi hermana desperezándose, con su pijama de lacitos rosas.

- ¿Qué pasa? ¿Por qué tanto grito? - Preguntó con asombro cuando nos vió a todos reunidos allí.

Mi padre la hizo un gesto con las cejas para recordarla mi cumple, aunque ella no caía y yo le pille la señal.

De lujo, ni mi hermana pequeña se acordaba.

Mi padre siguió haciendo el gesto cada vez más exagerado, y Ryde como respuesta cada vez ponía caras más raras.

- Nathan, ¿has pensado en algún coche? Ya con dieciocho años puedes conducir - Cortó la patética escena mi madre haciendo enfásis en las últimas palabras para que mi hermana se diera cuenta.

Ryde se enganchó a mi cuello cantándome la ridícula canción del cumpleaños feliz y dándome besos.

- Que conste que me acordaba Nathan, solo me estaba haciendo la remolona - Me dijo con una sonrisa pícara en los labios.

- Claro - La contesté poco seguro.

Por fín pude desayunar tranquilo y volví a mi habitació.

Me pase todo el día allí encerrado pendiente del móvil y de alguna red social, pero nada.

Si no llega a ser por alguna tía lejana que me llamó para felicitarme, hubiera estado menos solicitado el día de mi cumpleaños que un día normal.

A las 10 de la noche bajé a cenar.

Pescado. Asco. Puaj. No.

Pues al final me obligaron a comermelo. Manda cojones, mi cumpleaños y cenando pescado, y encima no pude donar mi trozo a Ryde a escondidas porque se había ido con Héctor a ese partiducho.

Tardé más de lo normal, pero me lo comí como un campeón.

A las 11 volví a echar otro vistazo al movil y.... ¡nada!

Me despedí de mis padres deseándoles buenas noches y me dispuse a subir a mi habitación.

Un escalón, dos, tres...

'DIIIIIIIN DOOOOON', el timbre sonó.

- ¿Quién será a estas horas? - Se oyó gritar a mi padre desde el salón.

CADA DOS MINUTOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora