26. Hasta ese día.

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Joder. Esto es acojonante. Una de las cosas que detesto es que me despierte un móvil o un teléfono sonando. Pero aquí estoy, a las seis de la mañana abriendo los ojos por culpa de un puto móvil.

Miro la pantalla negra de mi teléfono recordando la manía que tengo de apagarlo siempre que me voy a dormir.

Me giro bruscamente deseando que se acabe ese ruido infernal, y doy un manotazo a Guille en el costado para que descuelgue o lo tire por la ventana, si quiere.

Guille lo coje con los ojos cerrado, pero puedo observar como se le abren de par en par cuando ve quien es el remitente de esa llamada.

Descuelga rápidamente y se lleva el aparato a la oreja, pero sin permitir hablar a la otra persona, pues un 'vete a la mierda' sale de su boca para después volver a colgar y volver a taparse con el edredón.

- Los pesados de la compañía del movil - Me aclara después de ver mi cara de confusión.

No doy más importancia al momento y me giro para cerrar los ojos y dormirme de nuevo.

A las once me despierta un rico olor a cafe que proviene de la cocina, por lo que rapidamente me visto y me aseo y bajo para unirme a los que ya estaban desayunando, que eran todos.

Cuando vuelvo a mi habitación, enciendo el movil y la pantalla comienza a parpadear con el nombre esperado: Samira.

' ¿Te hace una peli en mi casa esta tarde?' Me pregunta.

'¡Buenos días y esas cosas!' La respondo dando un tono de humor a la conversación.

'-.-''

'No se, hoy tengo la agenda ocupada...' Seguí con la broma.

'No te hagas de rogar, lo estás deseando' Me pilló.

'A las cinco en punto estoy en tu puerta' Me rendí con una sonrisa en los labios.

Gracias a esa conversación que habíamos mantenido en tan solo diez minutos, yo me mantuve alegre durante todo el día. Bueno, todo lo alegre que se puede estar estudiando, pues decidí invertir mi tiempo en algo de provecho.

Aunque en realidad, no estudié mucho, pues cada una de las palabras que componían mi libro me recordaban a sus rizos negros, sus ojos verdes, su delicioso olor...

A las cuatro y media me despedí de Guille, quien llevaba un día un poco extraño y prefirió quedarse en mi casa en vez de salir con Héctor y los demás, y me dirigí a la parada de autobus.

Gracias a la puntualidad del conductor, a las cinco en punto mis nudillos rozaban delicadamente una puerta de madera oscura y con un picaporte dorado.
Samira me abrió la puerta rápidamente y con una cara un tanto sorprendida.

- Rápido, pasa y cierra la puerta - Me dijo para después dejarme solo ante una puerta abierta que mostraba un pasillo con una escalera que se difuminaba con la oscuridad.

Decidí hacer caso a Samira a pesar de no estar muy seguro, y justo cuando la puerta se cerraba podía llegar a mis oídos la melodiosa voz de Samira enfadada y gritando: ¡Vuelve aquí, mocoso!

De las escaleras bajó como un rayo el mismo niño que la otra noche se asomaba para llamar a su hermana, Gael. Hoy que lo veía a plena luz de el día, tenía un cierto parecido a Samira. Su pelo también era negro, y sus ojos, aunque un poco más oscuros que los de Samira, también eran verdes. Pequeñas pecas cubrían sus mofletes, dándole un toque vivo a su piel pálida.

Justo en el momento en el que el niño se dirigía a la cocina, Samira le enganchaba y le cogía en brazos como buenamente podía para después meterle en la boca un sándwich a presión, mientras el pobre niño se negaba con todas sus fuerzas.
A mi, toda esta situación me provocaba gracia, ya que hasta hace poco, mi hermana y yo eramos iguales y esto me recordaba a todas y cada una de las picias que nos hacíamos mutuamente, para después chivarnos del otro.

- Hasta que no te lo comas todo entero, no te suelto jovencito, que después dices a mamá que no te he querido dar de merendar - Le decía Samira a su hermano mientras este ponía pucheros.

Una vez que se lo comió todo entero, él subió a jugar a su habitación y nosotros nos quedamos en el salón dispuestos a ver una película.

Cada vez me pesaban más los párpados, que se me cerraban poco a poco para después abrirse repentinamente por algún sonido que provenía de Samira.
Justo cuando ya el sueño me vencía, noté un cálido aliento en mi mejilla, que después se convirtió en un delicado roce de los labios de Samira.

Abrí los ojos de par en par, pues no me lo esperaba. Ella me dedicó una dulce sonrisa y como seguía sin entender nada, decidió volver a posar sus labios, pero esta vez sobre los míos.

Mis manos acariciaron sus mejillas lentamente, hasta que mi cara se separó un par de centímetros de la suya para que mis ojos se posaran en los suyos.
¿Cómo podía ser tan guapa? Y lo mejor, es que estaba conmigo.

Tenía asumido que eso no duraría para siempre, en la vida real nadie como ella querría a alguien como yo por mucho tiempo. Simplemente llegaría un día en el que se cansaría y encontraría algo mejor. A alguien que le aportara más que yo, y a alguien a quien quisiera más. Pero hasta ese día, había decidido disfrutar de cada segundo con ella, de cada beso, y cada sonrisa.

Y yo la querría hasta que ella me lo permitiera.

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⏰ Última actualización: May 15, 2015 ⏰

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