Era preciosa. Pelo largo, negro y rizado. Cuando se dió la vuelta pude apreciar sus grandes ojos verdes, ojos con los que hipnotizaba. Era esbelta, alta y delgada; y bailaba de forma muy elegante y gracil, como una muñeca de porcelana, al compás de mi canción.
Llevaba un vestido verde despampanante, que la dejaba al descubierto una espalda perfecta, con un tatuaje en el medio de un sol brillante.
¿Era la chica de mi sueño?
Estuve largo rato mirándola hasta que aprecié que estaba hablando con Camil... ¿estaba hablando con Camille? ¡Entonces ellas se conocían!
Dios mío, me empezó a temblar todo el cuerpo y a sudar descontroladamente. En mi interior había como pequeñas descargas eléctricas que me incitaban a cortar las distancias entre los dos.
¿Habeís experimentado alguna vez el clásico amor a primera vista?
No me refiero a un simple 'me gusta', me refiero a que cuando la ves, todas las alarmas de tu cuerpo se disparan haciéndote más torpe y ridículo, y dejandote bloqueado. Se te hace dificil respirar, y tienes que pegar grandes bocanadas de aire, que no te alimentan.
Me quedé tan embobado que Grinder me tuvo que dar un codazo.
- ¡Despierta, empanado! - Me dio un pellizco en el brazo.
- Es demasiado guapa.
- Ya lo se, por eso es mi novia.
- ¿Que? ¡Camille no!¡La chica de su lado!
- Ahhh - Comprendió Grinder - ¿Te refieres a Samira? Es su prima.
Me giré hacia la barra y pedí otro cubata, que el camarero me entregó junto con una sonrisa.
- ¿Quieres que te la presente? - Me preguntó Grinder.
No sabía que decir, estaba claro que lo estaba deseando, pero iba a hacer el rídiculo.
Mientras yo estaba sumergido en mis pensamientos apareció Héctor con uno de los globos blancos del techo en la mano.
- ¿Qué has hecho, bestia? - Le miré con los ojos como platos.
- Coger un globo para tu hermana, que se que la gustan.
- ¿Qué clase de trastorno tienes en la cabeza? - Le pregunté mientras Grinder se moría de la risa - ¡Son globos decorativos, no estan para que la gente se los lleve!
Entre todo ese follón no me había dado cuenta que Camille y Samira se acercaban hacia nosotros. ¡Dios mío!
- ¡Chicos! Esta es mi prima Samira - Nos presentó mientras la cogía del brazo - Y Samira, estos son Nathan y Héctor.
Se aproximó hacia mi y me dió dos besos suaves, uno en cada mejilla. Su cálido olor a mandarina impregnó mi cuerpo haciendo que se congelara el tiempo, mientras que uno de sus rizos juguetones me hacía cosquillas en el brazo. No quería que se apartara.
Pero se apartó para dar dos besos a Héctor y sonreirnos.
Puso cara extraña al ver a Héctor con uno de los globos blancos, con letras moradas en las que ponía Kubik, pero no le dio importancia.
Comenzó a sonar otra canción más movida, y toda la gente que estaba apelotonada en la barra se movió hacia la pista de baile, dejando bastantes espacios libres.
Camille tiró de Grinder hacía el gentío para bailar, mientras Héctor intentaba esconder el gigante globo por todos lados. Antes de que me diera cuenta, ella y yo nos habíamos quedado solos observando la escena.
- ¿No te aburres? - Me preguntó ella rompiendo el silencio.
- No se me da muy bien bailar, por lo tanto, prefiero aburrirme a hacer el ridículo.
Soltó alguna carcaja y me tomó de la mano mientras me tiraba hacia el centro de la pista.
Su mano era pequeña comparada con la mía, pero con unos dedos largos que acaban en unas uñas perfectas y cuidadosamente pintadas de un tono rosa. Era suave y confortante.
- ¡Venga! ¡Enséñame tus dotes de bailarín!¡Prometo no reirme! - Me dijo mientras alzaba las cejas con interés.
Comencé a moverme con lentitud y vergüenza, mientras ella me miraba un tanto divertida. Poco a poco me fui soltando y acabé haciendo el robot en medio de todo el mundo, mientras la gente me hacía la ola y ella no podía parar de reirse a carcajada limpia.
¿De verdad estaba haciendo eso? ¿De verdad YO estaba haciendo eso?
Al cabo de cierto tiempo ella se me unió haciendo el tonto a mi lado. Nos lo pasamos genial, debo reconocerlo. Alguna vez echaba un ojo a Héctor quién me miraba y asentía.
Pero de repente, pusieron una canción lenta. De esas canciones que siempre bailan los protagonistas de las pelis románticas para finalizar con un beso. ¡Se me acabó el momento!
Estaba dispuesto a retirarme hacia la barra y poder pedir otro cubata cuando ella me agarró del brazo y me giró, poniéndome completamente cara a cara con ella. Lentamente se acercó a mi mientras me enseñaba esos perfectos dientes perlas en una media sonrisa, y se enganchó a mi cuello, quemando la distancia que nos separaba.
¿Y yo ahora que tenía que hacer? ¿Qué parte no le había quedado claro cuando le dijo que no sabía bailar?
- Yo..... - Comencé.
- Solo déjate llevar - Me cortó mientras hundía su cara en mi pecho.
Yo coloqué mis manos sobre su cintura, una cintura delgadita y bien definida. Y me dispuse a disfrutar de cada movimiento que dabamos juntos, de cada pizca de olor suyo que se me pegaba en la camisa, cada cosquilla de sus pestañas contra mi pecho.
Ella me guiaba por la pista haciendo de mi un gran bailarín, girando y girando sobre nuestros pasos.
Poco a poco se despegó de mi haciéndome entender que la canción había acabado, y me quedé saboreando el último momento de contacto.
Camille y Grinder vinieron de la mano hacia nosotros.
- Chicos va siendo hora de despedirse - Anunció Grinder.
¡No! ¡Me negaba en rotundo a tener que irme de allí, a tener que dejar de mirar esos ojos verdes!
- Nosotros vamos a buscar a Héctor para avisarle - Dijo Camille tirando de Grinder y dejándonos solos de nuevo.
- Bueno, pues adiós - Me despedí con tristeza.
- Encantada de conocerte, Nathan. Me lo he pasado muy bien esta noche, espero repetir pronto - Dijo mientras se alejaba y decía adiós con la mano.
¿Cómo que esperaba repetir? ¿Conmigo? Eso era buena señal, ¿no?
Me empecé a derretir mientras pensaba en todo lo que había ocurrido esa noche, mientras pensaba en ella y en su dulce olor a mandarina, y en sus revoltosos cabellos negros.
Héctor me dio un toque en el hombre y salimos de allí. Se acababa una de las mejores noches de mi vida.
- ¿Sabes que todo esto es gracias a mi perfume infalible, verdad? - Me dijo Héctor mientras me guiñaba un ojo y se subía al coche.
Podría ser, pero lo único que tenía claro es que me había enamorado.
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Capítulo dedicado a mi pequeño gigante: Iván.