7. Cosas de críos.

139 1 0
                                    

Sin dejarle contestar me abalancé sobre él y le aparté de mi hermana. La ira se apoderó de mi y le empecé a pegar puñetazos en la cara. Él no se defendía, solo me decía que me lo podía explicar. Pero yo no podía parar, puñetazo tras puñetazo, los nudillos me empezaron a sangrar y los brazos me dolían. A él le sangraba el labio y una ceja.

Ryde me gritaba que parara, que lo dejara, pero yo no la oía por culpa del enfado.

Mi hermana comenzó a darme enpujones para apartarme de él, y al final se tuvo que subir a mi espalda.

Consiguió alejarme, y entoces vi la escena: yo, el chico pacífico y pringado con los nudillos en carne viva y él, tirado en el suelo con la cara morada y sangre por todos los lados.

- ¡Mira lo que has hecho Nathan! - Gritó Ryde con lágrimas en los ojos.

- ¡Cállate zorra! Todo esto es por tu culpa - Logré contestar a mi hermana.

- Nathan, ella no tiene nada que ver. Es culpa mía - Dijo él mientras escupía sangre de la boca.

- ¡Y tú cállate también! - Le di una patada en las costillas - No entiendo cómo me habeis podido hacer esto. ¡A partir de ahora no existis ninguno de los dos para mí!

Dicho esto subí las escaleras de dos en dos y me encerré en mi cuarto.

Comencé a llorar de la impotencia y cuando pensé en lo que acababa de ocurrir, lloré aún más.

¿Porqué les tenía que pillar yo? ¿Porqué tenía que ver precisamente yo eso?

¿Porqué todo yo? Era injusto...

Recordé como les había visto besarse cuando abrí la puerta. Él la sujetaba la cintura con suavidad mientras enrredaba sus dedos en el cabello perfecto de mi hermana. Ella simplemente se dejaba llevar, y disfrutaba. Recordé como me miraron cuando me vieron allí de pie. Ella se sobresaltó y se apartó de él, y él caminó hacia mí con pausa, pensando en lo que decir. Y justo en ese momento empezó todo.

Unos golpecitos suaves en mi puerta me despegaron de mis pensamientos.

- Nathan, por favor, déjame explicarme. No seas así....

¿Que no sea así? Me lo está diciendo el más indicado. Lo ignoré y no contesté.

- Nathan, se que estás ahí. Yo la quiero, de verdad.

Esto sí que me remató. Que manía tenía la gente últimamente en disculparse con esa frasecita. Además, el querer a alguien no justifica nada. Él nunca había querido de verdad, y todas las chicas con las que había estado acababan sufriendo. Mi hermana no iba a ser diferente. Todos lo sabíamos.

- Vete de mi casa Héctor, y espero no volver a verte por aqui. A partir de hoy, tú y yo no nos conocemos.

No insistió más, bajó las escaleras y se fue.

Mi amigo de la infancia, mi compañero, el que nos defendía a Grinder y a mi...

Me puse los cascos y entre lágrimas, me quedé dormido.

A la media hora mi madre me despertó.

- Ya está lista la cena cariño. Te estamos esperando.

Me quedé pensando en no bajar, no quería ver a mi hermana, pero si no bajaba lo mismo sospechaban algo.

Una vez cenando, el silencio reinaba entre la familia.

- Que calladitos estais todos, ¿no? ¿Ya habeis discutido? - Dijo mi padre leyéndonos la mente.

Nadie contestó esta vez. Mi hermana no levantaba la vista de su plato. Tenía los ojos plagados de tristeza y culpabilidad. Yo, en cambio, los tenía plagados de traición e ira.

- Esta bien, ¿que os ha pasado ahora, chicos? - Volvió a insistir mi padre.

- Cosas de críos - Contesté tajante.

Me levanté de la mesa de malas formas, dejando la cena a la mitad, a mis padres con la cara descompuesta y a una Ryde que me miraba con esos ojos negros profundos.

Esto no lo olvidaría jamás.

Volví a mi habitación, abrí la ventana para que el aire frío me despejara de mis pensamientos y me dormí.

Sin más me dormí.

CADA DOS MINUTOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora