8. El beso.

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Cuando me desperté no podía abrir los ojos, me escocían de llorar.

Miré el movil. Tenía seis llamadas perdidas de Héctor y unos cuantos whatsapp de él diciendome que quería hablar conmigo. No quería, ni podía contestarle.

¿Qué parte no entendió de que me dejara en paz? Era increíble. Mi perdón no lo iba a tener.

Me cambié. Unos vaqueros largos, una camiseta de manga larga, y mi bufanda. Cogí el gorro a juego.

Llegué a la cocina, me hice un sandwich para el descanso y me piré de ese infierno.

- Que raro está este chico - La oí decir a mi madre mientras cerraba la puerta.

Una vez fuera, tuve que coger el autobús para llegar al instituto pues Grinder ya no pasaba a buscarme con su chatarra de coche.

El autobús tardó unos diez minutos, en los cuales me dió tiempo a congelarme entero; a mí y a mis ideas.

Me quedaban tres paradas para llegar a mi destino, pero iría rápido pues no se solía subir mucha gente.

En la siguiente las puertas del autobús se abrieron, y el aire trajo un aroma muy conocido para mí. Era 'one million', el perfume que utilizaba Héctor.

- Es un imán de chochetes - Solía decirme - Te lo recomiendo, Nathan.

- Tú ignoras a todos los 'chochetes' que se te cruzan, Héctor - solía contestarle.

Y entonces subió al autobús buscando a alguien con la mirada. ¡Joder! Cogí mi movil entre las manos y me lo acerqué a la oreja por si me veía. Pero dió la casualidad que me estaba buscando a mí.

Me vió y se sentó a mi lado.

- Nathan, deja de hacer que hablas con el movil. Te enseñé yo esa táctica - Me dijo mientras miraba la carretera.

-Oh, perdón Don Perfecto. Se me había olvidado que tú lo sabes todo - Le contesté con desdén.

Hice amago de levantarme para cambiarme de sitio, pero al ver mi gesto, Héctor me dió un suave empujón y me hizo sentarme de nuevo.

Le miré a la cara y pude observar cada moratón, cada herida, el ojo hinchado, el labio y la ceja rota... Iba destrozado.

Por un momento me sentí culpable, culpable porque encima me dejó que le pegara, pero después me vino el beso a la cabeza y se esfumó la culpabilidad.

- Te perdono Nathan, yo habría hecho lo mismo - Me dijo cuando vió que no le quitaba la mirada de la cara.

- No quiero tu perdón, te merecías más - Le escupí esas palabras mientras desviaba la mirada hacia la ventanilla.

- Te entiendo Nathan, más de lo que crees. Pero ponte en mi lugar.

- ¿Que me ponga en tu lugar? ¡Ponte tú en el mio! Siempre has sido un egoista y lo sigues siendo. Solo piensas en tí.

- Nathan por favor, déjame explicarme.

No quería escuchar ni una palabra de la boca de Héctor, ni quería tenerlo al lado un segundo más. Pero aún quedaban otras dos paradas, y no podía hacer otra cosa, solo escuchar.

- Empieza.

- Desde siempre tu hermana me parece guapa, y sabes que te lo decía.

- Eres un puto asalta-cunas, tío. ¡¿Cómo eres capaz de fijarte en la hermana pequeña de tu amigo?! - No había empezado y ya me estaba dando grima la historia.

- Déjame seguir. A mí tu hermana me gustaba de verdad desde el principio, no desde que nació, claro. Pero la he visto crecer, la he visto cambiar, la he visto madurar. Por eso mismo, nunca llegaba a querer a nadie, mi corazón estaba ocupado, aunque al principio no me lo reconocía ni a mí mismo. Era un sentimiento que siempre estaba ahí, y me acostumbré a ocultarlo tanto, que no lo notaba nadie. No te imaginas lo que me jodía verla con sus novios. Bueno el caso es que un día fui a buscarte a tu casa por si te querías venir a correr conmigo. Me abrió la puerta tu hermana, y aunque intentó disimular, la conocía y supe que estaba llorando. Me dijo que te habías ido con Grinder a un sitio y cuando me fue a cerrar la puerta, oí la voz de su ex-novio exigiéndola que entrara ya y dejara de zorrear.

- Espera...¿Qué? ¿Eso le dijo Rubén?

-Si... Al oir eso, me enervé y le dije a tu hermana que me dejara entrar para hablar con él. Ella me dijo que no con miedo, y volvió a llorar. Más nervioso todavía, le di un empujón a la puerta y tu hermana se apartó de ella. Pude ver cada moratón que la hizo ese cabrón, cada quemadura. Ella, avergonzada, me intentó cerrar la puerta de nuevo, pero yo pasé a tu casa y le vi sentado en tu sofá viendo la tele con una cerveza. Él no me vió llegar, por lo que el factor sorpresa jugó a mi favor. Le agarré del cuello con todas mis fuerzas y le empujé hacia la estantería de libros de tu madre. Allí le comencé a dar puñetazos en la cara y en el abdomen, hasta que pude notar como se quedaba sin energía, como su cuerpo perdía la vida, como dejaba de respirar. Me aparté de él temblando y asustado. Me arrodillé en una esquina, y en el suelo me puse a llorar mientras me mecía agarrandome las rodillas. A los segundos noté una mano en mi barbilla que me alzaba la cabeza, era tu hermana. Me miró a los ojos, y pude ver reflejado todo su miedo y sufrimiento, todas las lágrimas que había derramado por ese hijo de puta. Me acarició suavemente la cara y sin decir nada, me besó. Y con ese beso me sentí más vivo que nunca, con ese beso lo tenía todo. Era nuestro beso. Y te juro Nathan, que por ese beso soy el chico más feliz del mundo, no necesito nada más.

Me estaba contando eso tan entusiasmado, viviendo y sintiendo cada una de sus palabras que tenía los pelos de punta.

- Cuando sus labios se separaron de los mios - Continuó - se acurrucó a mi lado llorando también y no me soltó, y yo a ella tampoco. Y ya nunca la voy a poder soltar Nathan. Aceptaré que te enfades conmigo, que no me vuelvas a hablar nunca, que me mires con asco, pero nunca la voy a soltar a menos que me lo pida ella.

Eso era lo más bonito que había dicho Héctor en su vida, y lo había dicho refiriendose a mi hermana pequeña. ¿ Y si la quería de verdad?

- Vale Héctor, ¿me estás diciendo que mataste a Rubén con mi hermana delante y yo me estoy enterando ahora? - Dije sin creerme esa parte de la historia.

-Por Dios Nathan, quien te piensas que soy. No he matado a nadie nunca, y espero no tener que hacerlo; aunque si fuera por Ryde no me lo pensaría - Aclaró - A la media hora Rubén volvió en sí. Se levantó como pudo, miró la escena que tenía delante y se fue dando tumbos. Creo que no ha vuelto a mirar a tu hermana.

Estaba flipando. No sabía que decir.

- Entonces... ¿me perdonas?

El autobús ya había llegado al instituto.

CADA DOS MINUTOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora