Habían pasado tres días y nada.
Mi madre estaba durante todo el día en la cama, no se podía mover, pero intentaba darnos ánimos a todos, cuando ella era la que más los necesitaba.
Mi padre no sonreía, ya no era el tipo risueño que siempre tenía palabras para todo el mundo; y yo le entendía.
Héctor no dejaba a mi hermana ni a sol ni sombra, y ella se lo agradecía con sus silencios y miradas. En estos tres días, había descubierto todo lo que él la quería y todo lo que ella le necesitaba.
Y yo estaba muerto en vida, sinceramente no me podía imaginar una vida sin el pilar más importante de ella. Cuando la miraba y la veía en la cama, sin fuerzas, con la piel pálida y conectada a esa maldita máquina de oxígeno se me rompía el corazón. Esto no podía estar pasando.
Solo quedaba un día para navidad y esa sería nuestra primera no navidad, pues ninguno quería celebrarla. Mi madre nos lo pedía por favor, pero nosotros hacíamos oidos sordos.
Estaba en casa dándome una ducha antes de volver al hospital. Ya se me había olvidado el olor a comida casera y la calidez de mi casa gracias a la cafetería.
Salí del agua caliente para que el frío golpeara duramente mi débil cuerpo. Encendí el calefactor y rápidamente el ambiente se caldeó permitiéndome secarme y vestirme. Escogí un pantalón de chandal cómodo, color azul oscuro y una camiseta de manga larga gris, para poder conjuntarla con mi gorro y bufanda. Por último saqué del armario una chaqueta roja, al igual que las deportivas y me fui.
En la calle nevaba con gran intensidad, no había parado en tres días. Todo estaba helado, cogelado, igual que mi familia.
Llegué al hospital y llamé al ascensor. Ansioso por ver a mi madre corrí hacia la habitación numero 308 pero cuando llegué estaba vacía.
Abrí todos los armarios y no había nada, se lo habían llevado todo. En el baño no estaban ni su cepillo de dientes rosa ni su espoja para su delicada piel.
¿Dónde estaba todo? ¿Dónde estaba mi madre?
Mi cabeza comenzó a pensar sin mi permiso y una alarma de peligro en mi interior comenzó a pitar haciendo que reaccionara.
Salí al pasillo y a la primera enfermera que encontré la pregunté, pero no pudo darme respuesta alguna. Hice lo mismo con otra enfermera y otro doctor, pero ellos tampoco sabían nada. ¿Se puede saber que pasaba en aquel hospital?
Bajé corriendo los tres pisos por las escaleras y a lo lejos pude divisar a mi padre sentado en la sala de espera, con la cara entre las manos.
Me dirigí hacia mi padre y de repente apareció Héctor agarrando fuertemente por la cintura a una Ryde que arrastraba los pies y miraba al suelo. En la otra mano llevaba un cafe que entregó a mi padre. No entendía nada.
- Papá, ¿dónde está.... - Pregunté cuando estaba a cierta distancia de él para que pudiera oirme con facilidad.
Él levantó la cabeza y pude observar sus ojos con grandes ojeras y rojos por el llanto. ¡Joder! ¡Para cinco minutos que me iba tenía que pasar algo!
- ¿Qué a pasado? - Volví a preguntar temiendo a la respuesta en la que estaba pensando.
- Tu madre..... Mamá ha tenido una parada. Estaba durmiendo y la máquina respiratoria ha empezado a pitar. Varias enfermeras han entrado y se la han llevado corriendo. Ahora esta en la sala de cuidados intensivos, y esta muy grave...
- El Doctor Maximilien nos ha dicho que necesitamos urgentemente pulmones para ella, si no, no pasará de esta noche - Le cortó Ryde a mi padre mientras se abrazaba a Héctor y comenzaba a llorar.
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