8: Siempre juntos...

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El viento comenzó a agitar ligeramente la ventana que permanecía en la parte alta de una de las paredes, justo encima de la cama en la que dormían. Habían dejado una de las ventanas del balcón abierta, y las blancas cortinas que la adornaban jugueteaban con la brisa. El canto de los gorriones inundó la alcoba y los primeros rayos del sol se filtraron por la ventana.
El joven rey ya estaba despierto, revolviendo con cariño algún que otro mechón de su esposa, quien todavía dormía plácidamente a su lado. Sonrió para sí al verla tan dulcemente dormida. Dejó su pelo para comenzar a acariciar con cariño sus mejillas. Ella se revolvió un poco, aún en sueños. Se limitó a volverse hacia el otro lado, dándole la espalda inconscientemente.
Corrin volvió a sonreír, antes de agarrarla con cuidado de la cintura y acurrucarse junto a ella. Enterró su rostro entre sus cabellos celestes, aquellos hermosos ríos que olían a un y rosas, antes de besarla en la sien con cariño. Azura volvió a revolverse ligeramente, quedando frente a frente con él. El chico volvió a acariciarle la mejilla, haciendo que ella despertara.
Ambos sonrieron dulcemente. Corrin la contempló un momento. Estaba tapada con la sábana, con todo el cabello revuelto, desparramado por la mullida almohada, y la mirada perdida en los ojos granate de su esposo. Pensó que nunca antes la había visto tan hermosa, tan pura, tan frágil y la vez tan fuerte... Tan ella y tan suya. Azura nunca sería una posesión suya, un objeto del que presumir, un trofeo. No, ella era mucho más que eso. Era su mirada, su sonrisa, su luz, su despertar cada mañana, sus lágrimas, sus besos suaves y lentos, su calor, su frío, su Luna y su sol. Su todo. La persona con la que había decidido compartir su vida, su corazón y, ahora, su alma.
Ambos sonrieron, algo adormilados todavía.
- Buenas días - sonrió él, antes de besarla.
- Buenos días... - murmuró ella, respondiendo a su beso.
Lo abrazó con fuerza, antes de mirarlo con ternura.
Entonces, Azura abrió súbitamente los ojos, como si cayese en la cuenta de algo. Le dirigió una mirada confusa a su esposo, a lo que él respondió con una amplia sonrisa. Suspiró, recordando todo lo que había pasado la noche anterior. Dejó caer su cabeza sobre la almohada y se limitó a reír con disimulo.
- ¿Estás bien? - le preguntó el joven rey, con dulzura.
Azura simplemente asintió, mostrando una amplia y tierna sonrisa. Corrin la atrajo de nuevo hacia sí para besarla otra vez. Azura enredó sus dedos entre los rubios cabellos de Corrin, dejándose llevar. Tras un largo beso, se separó del joven con un leve suspiro y dejó que él la estrechara entre sus brazos con ternura.
La joven apoyó la cabeza en su pecho, algo más aliviada.
- Gracias por esperarme... - susurró el joven, con cierta timidez.
Ella se irguió para clavar en él una mirada llena de incertidumbre. Se sonrojó un poco, antes de contestar:
- ¿En serio creías que...?
- No lo creía, pero cabía la posibilidad... - respondió con calma - Nunca llegué a saber con certeza si hubo alguien antes que yo...
- Pues claro que no - murmuró, dándole un pequeño manotazo en un hombro - Y si lo hubiese habido - sonrió - te lo habría contado hace tiempo...
Él sonrió y volvió a abrazarla.
- Gracias por esperarme tú también... - murmuró ella.
- Te hubiese esperado mil años más...  Todo por hacer nuestro este momento. Solo nuestro...
Corrin la miró con cariño y volvió a besarla. Permanecieron así un buen rato, abrazados, perdidos en sus pensamientos, dejando que la luz del alba los bañase.
Entonces, empezaron a escuchar ajetreo en los pasillos. Ambos suspiraron, pesarosos. Se levantaron con desgana y comenzaron a asearse y a vestirse. Tras un tiempo, abandonaron su alcoba para empezar el día. Deambularon por los pasillos un rato, cogidos de la mano, inundando el palacio con sus risas, hasta que llegaron a un pequeño salón que Corrin utilizaba como despacho.
El joven se dispuso a entrar, cuando Azura tiró de él con levedad.
- ¿Qué haces? - sonrió él, cogiéndola de la cintura.
- Ganaste la apuesta. - respondió la joven, juguetona - El trato era que yo me encargaría de tu trabajo si ganabas... Anoche vi como dejaste el salón principal... Gracias - sonrió.
- De nada - añadió él, dándole un beso en la mejilla - Y gracias...
Ambos se abrazaron de nuevo. Entonces, ella entró en su despacho y él salió a los jardines principales para despedir a los invitados.
Azura entró en la sala con recelo. Era muy luminosa y espaciosa, por lo que no se sentiría agobiada. Comenzó a abrir las ventanas con necesidad, haciendo que la estancia se inundase de brisa matutina. Corrió las cortinas a un lado para poder observar bien las vistas, teniendo una visión completa de la capital.
Se acercó hasta una mesa que permanecía en el centro de la habitación y se sentó con cuidado en una silla bastante cómoda. Contempló el cuadro que dominaba la pared del fondo. Era un cuadro de sus padres... Ambos permanecían de pie, solemnes, portando sus coronas con elegancia.
Se levantó de la silla y se acercó hasta el cuadro. Estaba muy elevado, pero llegaba sin problemas. Azura sonrió con amplitud, se besó dos dedos y rozó el cuadro con suavidad.
- Os quiero... - susurró en voz baja, y una dulce brisa inundó la habitación. - Prometo ser lo que esperabais de mí...
Sonrió para sí, cuando alguien llamó a la puerta. Se volvió, mientras ésta se abría poco a poco.
Trateva y Afachi irrumpieron en la habitación, discutiendo, como siempre.
- ¡No, te equivocas! No confundamos términos... - resopló la chica.
- No confundo términos, solo defiendo mi opinión - contraatacó el muchacho, dirigiéndole una sonrisa burlona.
- ¡Eres insufrible! - contestó, bajo la atenta mirada de Azura, que observaba la escena con interés.
- ¡Al menos yo no soy una...! - gritó Afachi.
- Ejem... - murmuró Azura, llamando su atención.
Permanecía frente a ellos, con los brazos cruzados, mirándolos fijamente, malhumorada.
Ambos se inclinaron rápidamente, avergonzados.
- ¿Se puede saber qué es lo que os pasa? - preguntó, fría. - ¿Os importaría dejar de comportaros como críos, aunque solo sea en mi presencia?
- Lo sentimos mucho, lady Azura... - murmuró Trateva, con la cabeza gacha.
- Disculpad nuestra actitud, Majestad - añadió Afachi, avergonzado.
La joven reina suspiró con pesadez. Se sentó, mientras los miraba a ambos, esperando que hablasen de una vez. Ninguno de los dos añadió palabra alguna. Se limitaron a sostener su interrogante y fría mirada.
- ¿Y bien? - preguntó la joven - ¿Qué queréis?
- Veréis, Majestad. Resulta que...
Alguien tocó a la puerta, interrumpiendo a Afachi.
- Adelante...
Kaze apareció tras la puerta. Se inclinó ante Azura y dirigió una rápida mirada a ambos espadachines.
- Majestad - saludó el joven - Vengo a informaros acerca de un pequeño imprevisto...
La mirada de Azura se clavó en él, nerviosa y expectante.
- El cortejo nestrio se niega a abandonar la ciudad. Uno de los representantes de la emperatriz Himbira insiste en tratar un asunto con vos...
Azura se levantó con rapidez y avanzó hasta ellos.
- Había oído hablar acerca de la terquedad de los nestrios... - suspiró - ¿De qué asuntos se tratan?
- Al parecer quiere convenceros de que Valla debe pagar un tributo a la ciudad de Cyrkensia por los daños causados durante la guerra - informó Afachi.
Azura fruncio el ceño, confusa.
- ¿A qué se debe?
Ninguno de los tres respondió.
- No sabemos más, my lady... - se disculpó Trateva.
- De acuerdo... Bien, gracias a los tres. - murmuró, con la mirada pérdida - Kaze, por favor, informa al representante nestrio que le espero cuanto antes en la sala del trono... - clavó su dorada mirada en el joven ninja - Y que no agote mi paciencia si quiere llegar a un acuerdo.
El joven ninja asintió. Se inclinó ante su reina de nuevo y desapareció de la estancia.
Azura se asomó a una de las ventanas sin añadir palabra alguna.
- ¿Os preocupa algo? - preguntó Afachi, situándose junto a ella, seguido de Trateva.
Ella lo miró con frialdad, antes de añadir.
- Me preocupa que un malentendido nos pueda conducir a una nueva guerra... - contestó, solemne.
Ambos espadachines se miraron, preocupados, mientras Azura volvía a perder su mirada entre las calles de la ciudad.

Fire Emblem Fates II: AmanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora