- Son excelentes noticias, capitán - murmuró, observando con detenimiento las columnas que rodeaban el patio central - Estáis haciendo un gran trabajo con los reclutas...
- Es nuestro trabajo, Majestad. - respondió cortésmente el capitán de la Guardia Real Vallesa - Al fin y al cabo, serán ellos quienes velen el día de mañana por la seguridad de nuestro reino.
Azura le dirigió una sonrisa de afirmación.
La Guardia Real Vallesa era una gran agrupación de soldados que, además de velar por el bien de los reyes, vigilaban las calles de la capital con esmero y dedicación. La Orden de Ípoles estaba forjada a partir de varias Guardias y divisiones, una de ellas la G. Real. V.
Los pueblos más alejados, situados mayoritariamente al norte del reino, eran velados por grupos de soldados que, al terminar su instrucción como caballeros tras cumplir la mayoría de edad, eran enviados allí para cuidar y garantizar la seguridad de sus habitantes, a cambio de un lugar donde vivir y un sueldo digno. A pesar de esto, ningún soldado o caballero tenía ningún poder sobre la gente del pueblo, pues eran estos quienes una vez al año se reunían para elegir a sus representantes. Dichos representantes eran llamados velarios o veladores, los cuales velaban por el bienestar de su pueblo. Cada velador dictaba las leyes de cada localidad, junto a un grupo de gente que le aconsejaban y eran los encargados de transmitirles a los reyes todo hecho u acción que se llevaba a cabo en la localidad; sin embargo, si los reyes, el Congreso o el Senado no estaban de acuerdo con las normas implantadas por los veladores, éstas no podían oficiarse ni llevarse a cabo.
Dejaron atrás el patio central, atravesaron los amplios pasillos de la Academia y subieron una escalinata que conducía a la biblioteca, mientras hablaban amistosamente. El capitán de la Guardia había sido escolta del rey Athan durante un par de años. No tendría treinta años y era un muchacho jovial y amigable, de cabello castaño y rizado en diminutos bucles, enormes ojos azules y piel bronceada. Azura lo recordaba vagamente, pues él era muy joven cuando ingresó como escolta de su padre y, de vez en cuando, invertía su tiempo libre en jugar con ella y con Kismena cuando ambas eran dos niñas de unos tres años. A pesar de ello, la joven reina confiaba plenamente en él, pues había mostrado en incontables ocasiones su devoción hacia Valla y hacia la familia real.
La joven, sentada en una cómoda silla, se asomó por uno de los ventanales, anonadada. Un grupo de chicas de entre quince y dieciocho años entrenaban en uno de los patios exteriores de la Academia, a la sombra de su prominente muralla. Estaban practicando esgrima, por parejas, mientras una instructora revisaba sus movimientos con un minucioso y estricto ahínco.
- Es la División Marea - explicó el capitán, que permanecía sentado junto a ella - Una de las mejores, junto a las divisiones Brisa y Ardor...
Azura asintió, recordando como una de ellas la había acompañado en una de sus expediciones hacía poco.
- Esta división es femenina - murmuró ella - Tenía entendido que había divisiones femeninas, masculinas y mixtas...
- Así es, Majestad. Estarán en clase o entrenando en el patio trasero. También es muy probable que hayan salido de expedición al este del reino.
Ella asintió, perdida entre el ruido de las espadas al chocar y las fintas de las jóvenes, que se movían con destreza.
Callada, Azura comenzó a ojear un libro que reposaba sobre su regazo. Era un volumen bastante grueso, de hojas ásperas y cuya cubierta era de un tono cobrizo, decorado con filigranas doradas.
- Veo que habéis encontrado lo que buscabais... - sonrió el muchacho.
- Mi querido Manal... - musitó Azura, dirigiéndole una juguetona sonrisa - Ya deberías saber que siempre encuentro lo que busco...
El capitán rió, mostrando una enorme sonrisa de oreja a oreja. Azura suspiró mientras se ajustaba la tiara que portaba. Se irguió lentamente, con elegancia, manteniendo el libro entre sus protectoras manos. Abrió la puerta de la biblioteca, dejando atrás millones de gigantescas estanterías repletas de libros. Manal la alcanzó antes de que abandonara la estancia.
- Dejadme que os escolte hasta la puerta... - rogó.
Azura abrió la boca para replicar.
- Por favor, Majestad... - volvió a rogar.
La chica sonrió, asintiendo levemente con la cabeza. Ambos enfilaron el pasillo que conducía hasta la planta baja de la Academia, mientras las risas de miles de jóvenes aspirantes a caballeros inundaban los pasillos.
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Fire Emblem Fates II: Amanecer
Fanfiction(Segunda parte de Fire Emblem Fates: Unión) La mayoría de personajes de esta historia pertenecen a Nintendo y a Intelligent System. La historia es 100% mía. Han pasado cinco meses desde que Corrin y Azura derrotaron a Anankos y le devolvieron la lib...