12: Adiós...

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La neblina le impedía ver, pero podía, con total claridad, escuchar el llanto desconsolado que había comenzado a resquebrajar las inertes y desnudas paredes de piedra. Jamás olvidaría la angustia y la desesperación que desprendían sus palabras. Podría asemejarse a los alaridos de socorro que se oían todas las noches a través de los pasillos, alaridos de arrepentimiento, de miedo, de soledad, de desesperación... Pero había algo distinto en ese nuevo llanto, algo que al principio no logró distinguir, pues sus sentidos estaban prácticamente anulados. Allí, sobre la fría piedra, siguió escuchando las súplicas del nuevo desgraciado al que estaban sometiendo en algún recóndito lugar de lo parecía ser una mazmorra interminable.
- ¡CORRIN! - oyó vagamente, después de varios minutos centrando su atención en los gritos que llegaban a sus oídos. - ¡CORRIN, AYÚDAME! - volvió a gritar la voz.
- Azura... - murmuró él, mientras un líquido extraño se derramaba entre sus labios.
- ¡CORRIN, AYÚDAME!
El chico no podía moverse. Estaba completamente paralizado, sus músculos no respondían, las palabras apenas lograban salir de su boca y las ideas conseguían llegar hasta su mente a duras penas. Con el corazón encogido por los llantos de su esposa, consiguió cerrar los ojos para poder llorar en silencio, mientras Azura seguía llenando los frívolos pasadizos con su dolor... Y él no pudo hacer nada.

Se incorporó rápidamente, con la respiración entrecortada y empapado en sudor. Rozó su frente con la yema de sus dedos y volvió la cabeza para comprobar que su esposa aún dormía a su lado, sumida en un profundo sueño. Se dejó caer sobre el colchón y suspiró aliviado.
- Malditas pesadillas...
Tanteó la mesilla que había junto a su cama, buscando su piedra dragón. Se la frotó contra su pecho desnudo un par de segundos, respirando lentamente, dejando la mente en blanco y tratando de dejar atrás otra de las muchas pesadillas que lo atormentaban todas las noches.
Sin hacer ruido, se levantó, arropó a Azura con cuidado de no despertarla y se dirigió a darse un buen baño de agua caliente.

Azura abrió lentamente los ojos, sin muchas ganas de levantarse. Las cortinas estaban echadas, por lo que la luz no fue lo que interrumpió su sueño. Se llevó una mano a su vientre de tres meses y sonrió. Su cintura había comenzado a ensancharse, mostrando una leve curva que era señal de que una vida sana y fuerte crecía dentro de ella.
Se giró, echando en falta a alguien. Corrin se habría despertado ya, pues no estaba a su lado. Ella volvió a girarse, echando la cabeza sobre la almohada, cuando oyó un fluir de agua. Se levantó, se calzó unas zapatillas de terciopelo y se asomó a la puerta del baño. No pasó del umbral de la puerta, pues distinguió con facilidad la silueta de su esposo entre una nube de vapor.
Él se acercó hasta ella con una sonrisa. Sus mechones rubios se pegaban a su rostro, chorreando agua. Tenía una toalla echada en el hombro y otra atada a la cintura. A pesar de que estaba empapado y hacía frío fuera, ella dejó que la abrazara, pues la calidez que transmitía reconfortaba su mente dispersa.
Corrin besó su frente con ternura y bajó hasta su vientre. Deslizó ambas manos hasta él y depositó un suave beso. Azura sonrió, cubriéndose los hombros con una chaqueta.
- Hola, mi vida... - murmuró Corrin con ternura - ¿Ya te ha despertado mamá?
- Corrección, papá nos ha despertado con su baño matutino... - sonrió la joven.
Corrin levantó la cabeza, mostrando una sonrisa juguetona. Se irguió para poder abrazar de nuevo a su esposa, envueltos en una cálida bruma formada por la calidez del agua. Permanecieron un buen rato así, con la cabeza en las nubes y los corazones unidos.
- Creo que vamos a darnos un baño... Nos vendrá bien un poco de agua caliente. - susurró Azura, con la cabeza apoyada en el pecho de Corrin.
Él sólo asintió con levedad. La volvió a besar con cariño, para después dejar que disfrutara de un buen baño.
Abandonó el aseo, se vistió, cogió su espada y salió al pasillo, cerrando la puerta tras de sí.
Mientras recorría los amplios pasillos del castillo, pensó en la pesadilla que lo había atormentado de nuevo aquella noche, aquella en la que Azura era torturada en la lejanía, mientras él no podía hacer más que llorar en silencio.
Absortó en sus pensamientos, llegó al comedor, donde lo esperaban Silas y Afachi. Se sentó con ellos, todavía algo anonadado, mientras le pedía a Jakob que le preparase un buen café. El mayordomo no tardó en llegar con una buena taza de café, acompañada por un par de tostadas y una manzana. El joven comenzó a desayunar sin añadir palabra, absorto en sus pensamientos.
Silas se recostó en la silla sin añadir palabra, a sabiendas de que su amigo no se había levantado de buen humor.
- Majestad... - lo interrumpió el bocazas de Afachi - ¿No tendríais que estar en la Academia? Necesitaréis asignar y organizar al ejército que os acompañará hasta Nestra...
Corrin no contestó a la pregunta del joven espadachín, pero Silas, que no consentía que le ordenasen nada a su amigo, arremetió contra el chico.
- ¿Y tú? - cortó el paladín de mala gana - ¿No deberías estar velando por la seguridad de tu reina? - añadió mientras levantaba una ceja.
Afachi bajo la cabeza, avergonzado, cuando oyó como Corrin daba un fuerte golpe en la mesa.
- Tu reina - recalcó, dirigiéndose a Silas - sabe cuidarse muy bien sola, no necesita que nadie la proteja, ¿queda claro?
- ¿En su estado? - preguntó Silas de nuevo, mientras Afachi abandonaba discretamente el comedor y Jakob retiraba el desayuno del joven rey.
- En su estado, ¿qué?
- Nada, déjalo... - resopló e hizo amago de levantarse.
Corrin lo retuvo a su lado, agarrándolo con fuerza del brazo. Clavó su mirada de acero en los ojos inocentes de Silas mientras estrechaba el brazo de éste con fuerza.
- ¿Qué insinuas?
- Solo decía que tuvieseis cuidado, tanto tú como ella. Por favor, no me pidas que te lo explique... Solo es que tengo un mal presentimiento.
Corrin suspiró lentamente. Soltó el brazo de Silas en un rápido gesto y no tardó en despedirse de Jakob y dirigirse hacia las caballerizas.

Fire Emblem Fates II: AmanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora