3: Sorpresa a medianoche...

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Azura comenzó a deambular por los pasillos del castillo Neriama, los cuales empezaban a ser alumbrados con pequeñas velas, pues la noche estaba por llegar.
Eran principios de primavera, el invierno acababa de terminar, y los días empezaban a ser más largos.
Recorrió prácticamente todos los pasillos, pues, a causa del emotivo encuentro con su nodriza, había olvidado donde había quedado con el joven rey. Nada, Corrin no estaba en ninguna parte. Había mirado en sus aposentos, en el comedor, en las cocinas, las termas, la sala de entrenamiento, la sala de reuniones, las caballerizas, la biblioteca... Pero nada, no estaba en ninguna parte.
Cuando doblaba un esquina para aparecer en el recibidor, encontró a Silas, apoyado contra la pared, hablando con Flora.
- ¡Flora! - saludó la princesa, acercándose a ellos - Al fin has vuelto... Cuanto tiempo.
- Es un placer volver a veros, Alteza - respondió la chica, leyendo las dudas de la joven - Buscáis al señor Corrin, ¿cierto?
- Así es... ¿Lo habéis visto? - preguntó Azura, algo preocupada.
- Me pareció verlo hace un rato. Iba a los jardines que hay en el hala norte, junto al lago - respondió Silas, con una pícara sonrisa muy mal disimulada.
Azura asintió, extrañada, y les agradeció a ambos su ayuda. Dió media vuelta y comenzó a correr hacia el hala norte, a los jardines que había junto al lago. Tras volver a atravesar medio castillo, logró llegar hasta la sala de reuniones, que daba paso a los jardines traseros. Abrió el portón de salida y salió al exterior.
Hacía frío, pues era ya medianoche. Se frotó los hombros con ambas manos, intentando entrar en calor. Comenzó a avanzar por el camino de piedra que llevaba hasta el lago, que se veía a lo lejos, iluminado por la Luna, oculto tras unos pequeños arbustos y protegido por sauces llorones.
De pronto, ambos lados del camino se iluminaron. Azura agachó la cabeza y observó que el camino estaba decorado con pequeñas velas que desprendían una cálida luz. Siguió andando, embelesada, como si formara parte de un cuento de hadas. El camino se acabó y la joven tuvo que abrirse paso a través de los arbustos que rodeaban el lago.
Al instante, una delicada melodía inundó el ambiente. La música venía de un piano y la joven no pudo evitar extrañarse. Siguió avanzando, mientras la brisa nocturna acariciaba su rostro. Apartó el último arbusto que le impedía el camino, pero la música había parado.
Entró en el claro, dubitativa. Había un elegante piano de cola a orillas del lago, que permanecía calmado aquella noche. Las hojas de los sauces se mecían dulcemente, y ella se acercó hasta el magnífico instrumento, que permanecía un poco más adelante. Comenzó a juguetear delicadamente con las teclas, entonando pequeñas melodías que recordaba de su niñez.
Pasado un rato, dejó atrás el piano y se sentó sobre la fresca hierba que se mecía suavemente, bailando al compás de la brisa nocturna. Arrodillada junto al lago, suspiró, agotada. Dejó que su mente volase entre las nubes, las estrellas y la Luna, y se dirigiese a cualquier parte... No le importaba a donde.
Se sorprendió al oír como el piano volvía a sonar a sus espaldas. Se giró, sin esperar encontrarlo allí, y no pudo evitar sonreír al verlo. Estaba sentado en una banqueta, entonando una melodía algo oscura y triste, pero terriblemente angelical, a la vez que tierna. Se levantó lentamente y se acercó hasta él. El travieso viento revolvía sus cabellos rubios, mientras que sus ojos eran dos focos de luz roja, fijos en las teclas del piano. Pasó una mano sobre su hombro, con ternura, esperando a que él terminase de tocar.
La última nota desapareció en la oscuridad de la noche, tan solo iluminada con un par de velas y la luz de las estrellas.
- Bonita canción... - susurró ella, sentándose a su lado - No la había oído antes... ¿Es tuya?
Corrin asintió, algo tímido.
- La compuse pensando en tí... - hizo una pausa y la miró a los ojos - No es que me transmitas tristeza y oscuridad, al contrario. Es solo que... bueno, en Nohr la alegría no es el tema principal en la música, y puede que vivir allí tanto años haya repercutido en mi forma de componer...
- En ese caso - contestó ella acariciándole la mejilla - habrá que sacar a flote tu vena artística hoshidana...
Corrin sonrió, agradecido por el comentario. La cogió de las manos dulcemente, mientras ambos se incorporaban.
- Quiero enseñarte una cosa... - le susurró al oído. - Cierra los ojos y no me sueltes...
Ella obedeció. Cerró los ojos y dejó que él guiara sus pasos. Fueron avanzando poco a poco, sin prisa, dejando que la fresca hierba acariciara sus pies. Llegaron hasta el lago y se sumergieron en él, despacio, disfrutando del momento. Un suave cosquilleo recorrió el cuerpo de la joven al sentir como las leves corrientes del lago acariciaban sus tobillos.
Siguieron avanzando hasta que el nivel del agua les llegó por las rodillas. Él se paró, y ella, al notar que permanecía inmóvil, se detuvo también. Corrin rodeó su cintura con delicadeza. Ella jadeó levemente al sentir como besaba su espalda, que permanecía al descubierto gracias a su sutil vestido de lino celeste. Fue depositando suaves besos de mariposa por toda su espalda, poco a poco, hasta que llegó a su cuello. El joven suspiró suavemente, haciendo que ella se estremeciera por completo. Apoyó la cabeza en su hombro y le susurró al oído.
- Ya puedes abrir los ojos...
Azura despegó sus párpados con delicadeza, anhelando ver que aguardaba frente a ella.
Sonrió, al ver que miles de pequeños nenúfares en flor los rodeaban. Del interior de cada nenúfar brotaba una dulce luz celeste, preciosa, a la vez que fría. Era un espectáculo magnífico. Los nenúfares se movían al son de las suaves corrientes que ocultaba aquel lago.
Corrin chasqueó los dedos. Las luces de las velas se apagaron y la luz de los nenúfares dejó de brotar.
Azura sintió como el joven se despegaba levemente de ella.
- Corrin... - susurró, angustiada.
Entonces, la luz de los nenúfares volvió a brotar. La chica volvió a sonreír, mientras contemplaba como éstos habían formado un gran corazón frente a ella. Entonces, oyó al joven a su espalda, pero no lo sintió tan cerca como antes.
- Azura, ¿cuánto hace que nos conocemos? - preguntó el chico.
- Dos años más o menos... - respondió ella sin volverse.
Él hizo una pausa. Parecía pensar lo que iba a decir, como si esperara a que su corazón hablase.
- Ninguno de los dos ha tenido una vida fácil... - murmuró, por fin - A pesar de que mi camino estuvo iluminado por algunas estrellas, siempre me sentí terriblemente solo...alejado del resto del mundo, pues no lograba encontrar la Luna que velara mis noches... Supongo que, respecto a eso, no somos tan distintos.
Paró de hablar un segundo, mientras ella mantenía su seria mirada clavada en los nenúfares que brillaban a sus pies.
- «¿A dónde quiere ir a parar? - pensó ella, extrañada. - Supongo que jamás llegaré a entenderlo del todo...»
- La primera vez que te vi, en Hoshido, hace dos años... - dijo él, continuando la conversación que mantenían hace apenas unos segundos - Vi frente a mí a una joven brillante, firme y recta en sus principios, hermosa e inteligente, a la vez que terriblemente desconocida para todos, incluso para sus seres queridos... Al mirarte por primera vez, llegué a creer que tu mirada traspasaría mi alma... Y entonces pensé... «Puede que mi Luna esté más cerca de lo que creo...». Y no me equivoqué...
Azura se giró, llevada por un impulso. Ahogó un sollozo de alegría. Él estaba allí, parado, con una rodilla hincada en el suelo, bañado por las aguas. Su rostro, iluminado por la luz de los nenúfares y las estrellas, mostraba una tierna sonrisa y sus ojos resplandecían de amor.
Entonces, se llevó una mano al interior de su armadura, sacando de ésta una pequeña caja aterciopelada de color negro. La joven se tapó los labios con las manos, mientras varias lágrimas inundaban sus mejillas.
- Azura, desde aquel momento supe que pelearía en mil guerras, cruzaría cien mundos y sería capaz de matar a cualquier dragón... con tal de despertarme cada mañana junto a mi Luna, y que ella iluminara el resto de mis días... - abrió lentamente la caja, mostrando un reluciente anillo, que brillaba con la fuerza de mil soles, mientras añadía - Azura... Te amo con todo mi ser, no lo dudes jamás... ¿Me harías el hombre más feliz del mundo...casándote conmigo?
Ella no pudo reprimir más lágrimas. Se lanzó a sus brazos con fuerza, haciéndolo caer, empapándolos a ambos.
- ¡Pues claro que me casaré contigo! - exclamó mientras lo llevaba de besos - Te amo... - susurró.
Él la estrechó con cariño entre sus brazos, bebiendo de aquel momento como si fuesen las aguas más valiosas del universo. Le cogió con suavidad el rostro y acarició sus labios con ternura. Ella se pegó más a él y le rodeó el cuello con ambos brazos, profundizando el beso.
Se separaron tras varios segundos. Ambos lloraban de alegría, viviendo el momento con toda la pasión posible. Corrin cogió la mano de Azura y deslizó con suavidad el anillo en uno de sus finos dedos. Le quedaba de maravilla.
- No dejaré que tu luz se extinga, mi Luna... Te lo prometo.
Él volvió a besarla, mientras se la llevaba de allí en volandas. Se tumbaron sobre la hierba, el uno junto al otro, a contemplar las estrellas.
Azura no tardó en dormirse en brazos del joven rey, agotada de tantas emociones. El chico la cogió en brazos, con cuidado de no despertarla y se dirigió hasta el interior del castillo. Entró por la sala de reuniones, y, tras atravesar la gran parte del castillo, llegó hasta su alcoba. Se sorprendió al encontrarse a Silas velando la puerta de sus aposentos, él cuál le dirigió una mirada que lo decía todo.
- ¿Cómo ha ido? - preguntó, sonriente.
Corrin lo mandó callar con un gesto, y el caballero cayó en que Azura dormía plácidamente en sus brazos. El joven rey no dijo nada, solo señaló el anillo que relucía en el dedo de la joven princesa. Silas sonrió cariñosamente.
- Felicidades...
- Gracias... - respondió Corrin - Buenas noches... - añadió mientras abría la puerta de su habitación.
- Buenas noches... - susurró Silas, mientras desaparecía por los pasillos.
Corrin entró en su alcoba, excesivamente grande para su gusto, atravesó el recibidor, llegó hasta su cama y depositó a Azura sobre ella, con suavidad. La arropó con ternura, como si se tratase del mayor tesoro del mundo. Al menos para él lo era...
Corrin se quitó la capa, las botas y la armadura, y se tendió a su lado, acurrucándose junto a ella. Le rodeó la cintura con los brazos, protegiéndola, y le dió un suave beso en la mejilla derecha.
- Descansa, pequeña... Te quiero - le susurró al oído, antes de caer dormido a su lado.

La noticia corrió como la pólvora. En menos de una semana las gentes de todos los reinos conocían la noticia acerca de una inminente boda entre Corrin, rey de Valla y Azura, princesa vallesa.
Era temprano cuando Azura paseaba tranquilamente por los jardines del castillo. No estaba de muy buen humor. Hacía apenas una semana que Corrin le había propuesto matrimonio y ya se tenía que volver a marchar, esta vez a ayudar a Xander con unos asuntos en Nohr. Ella no pensaba planear su boda a solas, así que, mientras Corrin viajaba a Nohr, ella había decidido ir a Hoshido. Echaba mucho de menos a Ryoma, Takumi y Sakura. Además, Camilla estaría planificando su compromiso con Ryoma, y le apetecía enormemente ayudar a su hermana mayor con ese tema.
Permanecía de rodillas sobre la hierba, observando su reflejo en una de las acequias que bordeaban el camino. El agua fluía con rapidez, con prisa, como si quisiera llegar a alguna parte. Era totalmente cristalina. Casi que parecía magia. Acercó una mano hasta la acequia, sumergiéndola en las aguas. Estaba fría... La dejó un rato dentro del agua, absorta en sus pensamientos, cuando oyó ajetreo en la entrada al castillo.
Se incorporó, con la gracia que la caracterizaba, y se dirigió en silencio hasta las puertas principales del palacio, dos enormes torreones de mármol blanco, inexpugnables, con techos azulados.
- ¡No, no lo entendéis! ¡El rey me conoce, tenéis que dejarme pasar! - gritaba el chico, enfadado.
- Lo siento, señor, pero el rey no está en estos momentos, y la princesa no espera visita esta mañana... Buenos días.
El joven resopló, llegando al tope de su reducida paciencia. Fue a replicar, cuando Azura acalló sus quejas.
- ¿Qué es lo que pasa? - preguntó Azura, con un tono autoritario y frío.
Los guardias de la entrada se inclinaron en señal de respeto.
- Mi señora - empezó uno de ellos - Este joven pretendía entrar en el palacio. Dice conocer al rey...
Azura levantó la mirada hacia el chico. Montaba en un caballo bayo y una capa tapaba sus hombros. Cubría su rostro con una capucha, por lo que resultaba difícil reconocerlo.
El chico bajo de su montura de un salto, ante la atenta mirada de los guardias reales, que habían desenvainado sus espadas. Azura hizo un leve gesto con la mano, ordenando que bajasen las armas. Se acercó hasta el joven, llevada por un impulso.
Entonces, el extraño retiró su capucha, dejando su rostro a la vista.
- Hola, Az... - murmuró Takumi con una sonrisa en su rostro.
- ¡Takumi! - exclamó la chica, lanzándose a los brazos de su hermano. - ¿Qué haces aquí?
- Bueno... Digamos que un pajarito me ha informado de que alguien ha decidido viajar a Hoshido, así que he decidido acompañarte... Felicidades por la boda, por cierto.
Azura se separó un poco de él, confusa.
- ¿Un pajarito? - preguntó, risueña.
Se volvió hacia la entrada, donde encontró a Hinoka apoyada en uno de los muros. Entonces, la joven se acercó corriendo hasta ellos y los tres se fundieron en un cálido abrazo. Aquella pequeña sorpresa había arreglado el día de Azura...

💗👏👏👏👏👏💗 SIIIII, ¡¡¡POR FIN TENEMOS BODA AZURRIN!!!💗👏👏👏👏👏💗 Espero que os haya gustado el capítulo. Pronto subiré el siguiente...😘

Fire Emblem Fates II: AmanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora