11: Sorpresa...

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Los pájaros piaban de forma simultánea, como si entonasen una canción que parecía no acabar ni empezar en un momento concreto, de ritmo animado y fugaz, a la vez que transmitía una calma por encima de lo sobrehumano. El cortejo vallés cruzó la entrada a Izumo cuando el sol comenzaba a asomar por el horizonte, inundando los campos de luz y vida, aparentemente ocultas durante la noche. La gente salió a las calles para recibirles, dando a entender que eran bienvenidos en los territorios izumitas. Habían decorado la ciudad con flores y banderolas, dándole un aspecto festivo y animado.
Azura, Corrin, Elise y Leo viajaban en el interior de una carroza bastante cómoda, decorada con motivos acuáticos. Silas montaba a lomos de un caballo de tonos grisáceos, encabezando el cortejo, seguido de Kaze, Trateva y Afachi, los cuales escoltaban la carroza real. Kismena viajaba junto a Taita y el pequeño Miklo en una carroza algo más pequeña, pero igual de cómoda. Jakob, Flora y Felicia cabalgaban en un par de caballos moteados que seguían muy de cerca la carroza en la que viajaban los reyes valleses, acompañados de varios sirvientes más, algunos caballeros de la Orden y un par de damas de la reina. Llegaron hasta el castillo principal izumita, donde los esperaba la nueva archiduquesa, sobrina de Izana, quien los guió hasta sus aposentos.
Corrin se dejó caer sobre la cama, arrastrando consigo a Azura, que había permanecido callada la mayor parte del viaje. Consiguió sacarle un par de sonrisas, aliviando así la preocupación que habitaba el corazón del joven rey. Corrin la besó apasionadamente, anhelando el contacto con su piel. Ella dejó que la besara de mil maneras, rodeándole el cuello con sus brazos.
De pronto, oyeron ruido fuera, en los pasillos, y alguien llamó a la puerta con recelo.
- ¿Cómo consiguen interrumpirnos siempre? - se preguntó Corrin en voz alta.
La joven reina se acercó más a él, juguetona.
- Ya seguiremos esta noche... - sonrió, antes de volver a besar a su esposo con cariño.
Corrin se separó de Azura para ir a abrir la puerta. Se sorprendió al observar que una de las damas de Azura los esperaba en el pasillo. La chica inclinó la cabeza rápidamente, con un leve rubor en las mejillas. Era una muchacha muy joven, de tez pálida y cabello rosáceo, casi blanco, que miraba al rey con timidez desde sus redondos y simpáticos ojos verdes.
Corrin le sonrió, antes de que ella añadiese:
- Majestad... O-os esperan a vos y a la reina en el salón principal del castillo.
- Gracias... - el joven intentó recordar el nombre de la chica, seguro de haber hablado antes con ella.
- Carha - sonrió la chica, mostrando una inocencia muy pura.
- Carha - repitió Corrin. - Quería daros las gracias a ti y al resto de damas por cuidar tan bien de la reina.
- Es un placer, Majestad... - respondió la joven, risueña.
Se volvió a inclinar rápidamente y desapareció por los pasillos. Corrin se giró, encontrándose con Azura, y ambos abandonaron la habitación cogidos de la mano. Les costó un poco encontrar el salón principal, pues aquel castillo era un auténtico laberinto.
Toparon con una gigantesca puerta decorada con adornos dorados, custodiada por un par de guardias que no dudaron en abrirles la puerta. Entraron en el salón, y cuál fue su sorpresa al encontrarse con los reyes de Hoshido y Nohr, que charlaban tranquilamente en el centro del salón.
Camilla fue la primera en captar su presencia. Los tres corrieron a abrazarse, seguidos de Ryoma, Effie y Xander. Hacía un año que no se veían, por lo que el reencuentro duró un par de largos minutos. En ese momento, Takumi, Hinoka y Sakura entraron en la sala. Azura corrió a abrazar a sus hermanos, ebria de felicidad. Comenzaron a charlar con ansia, disfrutando de aquellas pequeñas vacaciones. Hablaron de todo lo que les había sucedido en este último año que habían estado separados y les pareció que el tiempo distanciados se esfumaba más y más con cada palabra.
Hinoka, Sakura, Camilla, Azura y Elise salieron a dar una vuelta por los jardines, envueltas en risas de alegría.
Se sentaron sobre la hierba a observar como en la superficie de un pequeño estanque se formaban discretas ondas creadas por el suave viento. La brisa revolvía sus coloridos cabellos, cuando Azura sintió que le iba a estallar la cabeza. Su estómago comenzó a revolverse con urgencia, impidiéndole pensar con claridad.
- ¿Me disculpáis un segundo? - murmuró, incorporándose con urgencia.
Antes de que ninguna de sus hermanas respondiera, Azura ya corría hacia su habitación. Cruzó los pasillos con rapidez hasta llegar a su alcoba. Abrió la puerta con tanta prisa que se la dejó entornada.
En ese preciso momento, Trateva paseaba acompañada de Felicia junto a su habitación, cuando oyeron un ruido extraño y no dudaron en irrumpir en la alcoba real. Encontraron a Azura arrodillada en el baño, vomitando frenéticamente en una palangana que había en una esquina.
- ¡Alteza! - chilló Trateva.
La joven se inclinó junto a ella y le sostuvo su larga cabellera celeste. Felicia cogió un par de paños blancos y los humedeció con agua. Se acercó hasta Azura, que había dejado de vomitar y la ayudó a calmarse.
- Gracias... - murmuró la joven reina, cogiendo el paño que le tendía Felicia.
Las dos chicas la ayudaron a llegar hasta su cama. Azura se tumbó, algo más calmada. Se llevó una mano a la frente, sintiendo que la cabeza le daba mil vueltas. Trateva se sentó en el borde la cama y le cogió una mano. Posó la otra mano en su frente, comprobando si tenía fiebre. Felicia comenzó a utilizar su energía curativa para calmar sus dolores.
- ¿Habéis comido algo fuera de lo normal, Majestad? - preguntó Felicia.
- No... He comido lo mismo que los demás. No creo que una posible infección sea la causa de mi malestar.
- Será mejor llamar a un médico... - se apresuró Trateva.
Azura la retuvo a su lado, agarrándola del brazo.
- Trateva, estoy bien. - aseguró la joven.
- My lady... Estáis enferma. - afirmó Trateva - Lo mejor será llamar a un médico.
- ¡No! - dijo, y su voz retumbó por toda la estancia.
Trateva volvió a sentarse a su lado, al igual que Felicia, que había conseguido disminuir su dolor de cabeza.
- Y, si no es una infección o unas fiebres...¿qué es? - preguntó Felicia con la voz algo pausada.
Azura empezó a pensar, al igual que Trateva, intentando buscar una explicación. Entonces, una misma idea pareció rondarles la cabeza. Ambas se miraron, con los ojos muy abiertos. Trateva clavó en Azura una mirada esperanzadora.
- My lady, ¿no estaréis...?
- ¿Embarazada? - concluyó Felicia, emocionada.
- No lo sé... - murmuró la joven, algo asustada. - Puede... - pareció meditar un segundo. - Es muy probable... - susurró, algo sonrojada.
Trateva y Felicia comenzaron a dar saltos de alegría, a lo que Azura respondió con una sonrisa. Se llevó una mano al vientre y añadió:
- Pero, ¿cómo podéis estar tan seguras? ¿Hay alguna manera de saber si...?
Trateva y Felicia empezaron a pensar. Tras un tiempo, la joven rubia sonrió.
- ¡Ya lo tengo! Recuerdo que en mi aldea tenían un método para saber este tipo de cosas. Solo necesitamos una hoja de saúco y gotas de rocío.
- Creo tener un par de ellas en mi equipaje... Mi madre las usaba como un remedio natural... - explicó Azura, y se apresuró a rebuscar entre sus cosas.

Fire Emblem Fates II: AmanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora